De nuevo llega el momento de hacer un alto en el camino, aunque este año el alto lo estamos haciendo en un viaje, en Jesi, para ver lo que ha dado de sí el año viajero. En este 2012 hemos comenzado el viaje de nuestras vidas. Un viaje con fecha de inicio pero sin billete de vuelta. Firmamos unos papeles y, para celebrarlo, nos fuimos de viaje ¡cómo no!.
El año tardó en comenzar, como casi todos, y hasta marzo no hicimos el primer viaje: nuestra primera vez en Escocia, mi primera vez en todo el Reino Unido. La ciudad de Edimburgo nos recibió con su mejor cara, tanto es así que en los cuatro días que estuvimos allí no vimos caer lluvia. Lo que sí que vimos fue una ciudad preciosa, llena de historia y de historias: cementerios, brujas, asesinos, leyendas… No puede uno pasar por una ciudad con una cátedra de fenómenos paranormales sin hacer el Tour de los fantasmas.
Una oferta de Air France nos envió al que sería el segundo viaje del año. Si el 2011 fue Lufthansa quien, con otra oferta, nos mandó a India, este año Air France nos ha llevado a China. No estaba entre nuestros destinos favoritos –aunque la Gran Muralla estaba en el Top 14–. China nos sorprendió, un país con una religiosidad que no pensábamos que el gobierno permitiera. Encontramos casi un parque temático budista en Leshan, con el Buda de piedra sentado más grande del mundo, de 71 metros, pero fue en Dazu donde confirmamos que había mucho que descubrir en el país y que la Revolución Cultural no había acabado con todo. Tras dos semanas de viaje en las que también vimos osos panda, ciudades prohibidas y ciudades medievales, templos colgantes… y viajamos en autobús, tren y avión, volvimos a Pekin y cumplimos con la visita a la Gran Muralla. Lo único malo del viaje fue la época en la que lo hicimos: el 1 de mayo es fiesta grande en el país, todos se convierten en turistas internos y mil millones de chinos son muchos chinos.
En mayo cogimos velocidad, tres fines de semana seguidos. Comenzamos con Camariñas en A Coruña. Disfrutar de un hotel rural no es algo que podamos hacer todos los días –no tener coche limita mucho para llegar a ciertos sitios– y el Lugar Do Cotariño merece el viaje. Por si fuera poco, la vecina Costa da Morte con el cementerio de los ingleses y el faro Vilán ofrecen un paseo, en nuestro caso pasado por agua –en Galicia sí que nos llovió–, en el que relajarse mirando el océano y los colores que piedras y flores muestran alrededor de las playas.
Barcelona fue la siguiente parada. Un viaje de trabajo nos ofreció la excusa para pasar un fin de semana en la Ciudad Condal. Momento perfecto para conocer a amigos viajeros, ponerles cara y voz a las palabras leídas en blogs y tuits. Aprovechando que ya conocíamos la ciudad buscamos nuevos sitios que descubrir: el Parque del laberinto de Horta, el tejado de la Catedral de Barcelona, la Basílica de Santa María del Mar y otros detalles. El siguiente fin de semana, ya en junio, saltamos a Bolonia: familia, comida y aldabas en las puertas. Toledo, siempre a mano pero poco visitada, fue el lugar de encuentro con otro amigo viajero en agosto. Una ciudad preciosa pero un calor terrible, hay que visitarla con más calma y mejor clima en otra ocasión.
En nuestros planes había inmersiones para las que necesitábamos el título Advanced. ¿Qué mejor sitio para obtenerlo que Favignana? Una pequeña isla frente a Sicilia en la que calas, jardines, pecios y la tonnara rivalizan en belleza. Y, ¿qué decir de los cannoli? si era el #cannolotrip. Sin dejar pasar la oportunidad de visitar Palermo, y su Cappella Palatina, y Trapani, la ciudad desde la que parte el barco que lleva allí. Para los curiosos: aprobamos el curso.
Septiembre lo aprovechamos para recorrer el monasterio de El Paular, tan próximo como Toledo pero mucha más inaccesible para los que no tenemos coche, y Ronda, la única ciudad con dos estrellas que nos quedaba por visitar en la península. No sufrimos de vértigo pero mirar al río Guadalevín desde lo alto del tajo de noche, sin ver el fondo…
El viaje que no acaba comenzó en octubre seguido del viaje de celebración, que sí acababa. Tres semanas en Australia, el #koalatrip. Tres semanas parece mucho tiempo, pero Australia es mucho país. Tanto que sólo recorrimos la parte norte de la costa este –desde Cairns a Brisbane–, Melbourne y Sidney. Playas de película con árboles hundiendo sus raíces en el mar, selvas tropicales, aguas cristalinas, islas de arena, los Doce Apóstoles, la Ópera de Sidney… y, por supuesto, la Gran Barrera de Coral. Sobrevolarla es una experiencia inolvidable, pero hacer snorkel y nadar junto a una tortuga es aún mejor. De nuevo el transporte público fue nuestro aliado: más de 2.000 kilómetros en autobús y dos vuelos internos, junto con muchos barcos nos permitieron cumplir con el recorrido que, sin haberlo preparado, nos encantó. ¡Ah! y ¿qué decir de abrazar un koala?
Dejando el otro lado del mundo, volamos a Gran Bretaña por segunda vez en el año. Bristol fue el destino y, aunque Stonehenge era el motivo del viaje, Bath nos sorprendió y nos encantó con sus termas romanas del siglo I junto a la abadía gótica del siglo XIV.
El viaje de Navidad este año comenzó una semana antes. Aprovechando las ofertas de Malta disfrutamos de un hotel de cinco estrellas –el InterContinental– y, como de costumbre, nos encontramos con una historia que no esperábamos: desde templos del año 3500 a.C. hasta hoy. Tras ver el Hipogeo Ħal Saflieni, anterior a Stonehenge, nos quedamos con la boca abierta y la pregunta de ¿qué le pasaría a la civilización que lo construyó? Desapareció sin dejar huella alrededor del año 2500 a.C.
La Navidad nos encontró, como todos los años, en Jesi, lugar de nacimiento de Sara. Un pueblo amurallado medieval en Le Marche.
Y todavía tenemos que llegar a Roma y volar de vuelta a Madrid antes de que acabe este 2012…
Si quieres saber lo que hicimos en el 2011 sigue los enlaces primera parte y segunda parte.