Habíamos ido muchas veces a Barcelona, casi todas por trabajo, pero, hasta este fin de semana nunca habíamos hecho un trayecto Madrid-Barcelona o Barcelona-Madrid juntos. No digo ya sentados al lado, digo en el mismo avión. Barcelona fue un punto de encuentro hace muchos años. Cada uno fue desde un sitio y cada uno volvió a su sitio. Después el trabajo nos ha llevado unas cuantas veces pero siempre por separado, en algunas ocasiones una semana después el uno del otro.
Esta vez volveríamos juntos. La ida sería separada porque aprovechábamos un viaje de trabajo. La vuelta sería en el mismo avión, pero tampoco juntos –cosas de comprar los billetes por separado y la facturación on-line–. Al final rompimos la «tradición» y hasta nos sentamos juntos –cosas de que el vuelo iba medio vacío–.
Barcelona nos mostró todo su encanto una vez más. El sábado, después de pasar por el mercado de La Boquería, pasamos toda la mañana y parte de la tarde paseando por el barrio Gótico, el Barri Gòtic. Ese dédalo de callejuelas estrechas que consiguieron hacernos perder la orientación más de una vez. Para empezar teníamos un objetivo claro, definido. Lo vi en mi primera visita de trabajo y no había dejado de visitarlo en todas las demás. La basílica de Santa María del Mar. Construida durante el siglo XIV es un ejemplo de gótico imponente. Tan espectacular que nos lleva a preguntarnos ¿qué necesidad había de construir los coros que se añadieron a casi todas las iglesias góticas? La limpieza de esas columnas subiendo hasta el techo, rectas, estilizadas… Una maravilla.
Nos acercamos después a la catedral de Barcelona, aunque dejamos su visita para el día siguiente. Allí, al lado, está el carrer del Bisbé con su puente. Se encuentra en el barrio gótico y como tal forma parte de él, aunque se construyó en 1928. A pesar de la belleza del barrio no deja de haber voces que dudan de la autenticidad gótica de todos los edificios, algunos de ellos declarados Monumentos Histórico Nacional. ¿Qué más da?
Nos costó encontrarla –puede que fuera por tener la sangre en el estómago después de la comida– pero dimos con la plaza de San Felipe Neri. Un lugar poco conocido con una historia trágica de guerra, bombardeo y víctimas, muchas de ellas niños. Que continuó con fusilamientos en la fachada de la iglesia –la única parte que sobrevivió a los bombardeos–. Y con leyenda: que Gaudí venía a la iglesia de esta plaza a oír misa cuando murió atropellado por un tranvía.
La tarde la pasamos en compañía de Kaldonara y de Mercè, de Jakarta y más y Mil camins respectivamente. Hablamos de viajes, de blogs, de la vida… eso sí, ni salvamos al mundo, ni sacamos al país de la crisis que no se trataba de pasarlo mal. Una conversación muy agradable con una viajera y un vasco que vive en Barcelona con un blog personal al que no le acaba de gustar mucho viajar.
Después de un paseo por el Born nos retiramos a dormir, el día había sido intenso y el domingo no lo sería menos.
Una primera visita a la Catedral durante una misa nos dejó con las ganas de más. Volveríamos después y tendríamos que pagar los SEIS euros de entrada. No entraremos a salvar la crisis y a hablar de patrimonio y rentas. Pero antes nos acercamos al Parque del Laberinto de Horta, Parc del Laberint d’Horta. El jardín histórico más antiguo de la ciudad que descubrimos gracias a Kaldonara y a sus tribulaciones.
A la vuelta, entramos en la catedral que recorrimos de arriba –el tejado, como ya habíamos hecho en el Duomo de Milán– a abajo –la cripta de Santa Eulalia–. Y no dejamos la ocasión de acercarnos al modernismo de Gaudí con la Casa Batlló –en la que ya habíamos entrado y los 13,15 de la entrada nos dejaron claro que no lo íbamos a volver a hacer– y a La Pedrera –que también habíamos visitado–.
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- Ahora toca viajar – Diada de Sant Jordi