La isla de São Miguel en Azores tiene mucho que ofrecer, por ahora hemos hablado del buceo en el Dori y de la Lagoa das Furnas. Es allí, en Furnas, donde encontramos otro de esos puntos de interés que siempre sorprenden en cualquier viaje.
Mientras buscábamos un restaurante que nos permitiera probar el cozido à Portuguesa típico de la zona descubrimos un parque, prácticamente un jardín botánico con un nombre que no podía sonar más atrayente: Terra Nostra (wikipedia en portugués) –buscando luego en internet descubrimos que es más fácil encontrar información de la telenovela brasileña que del parque–. Pero ahí estaba, nuestra tierra. Tomamos nota de su situación para volver con el estómago lleno.
Y allá que volvimos. Todo el parque se creó alrededor de la residencia de verano del cónsul estadounidense en Azores. Thomas Hickling, en 1780, eligió Furnas y se construyó su casa, que se conoció como Yankee Hall. Durante años, y sucesivos propietarios, el jardín fue creciendo hasta convertirse en lo que es ahora, un jardín botánico con una gran piscina termal en su interior de 12,5 hectáreas.
La piscina no motiva a bañarse. Parece una enorme fuente redonda pero con escaleras, con un agua marrón que da algo de grima, la verdad. El color es debido a la gran cantidad de hierro que contiene el agua que está, de forma natural, a unos 25 grados centígrados.
Paseando por sus caminos encontramos lagos de agua más limpia, incluso con carpas y nenúfares, gran variedad de plantas y árboles, como no podía ser de otra manera.
Pero una de las cosas que más nos gustó, por esos giros del destino que te llevan a un lugar en el momento justo, fue una avenida que parecía pintada con hojas amarillas caídas sobre un camino cubierto de musgo.
Eso sí, Sara no se resistió a disfrutar de las bondades del agua termal ferrosa. Junto a la piscina hay una zona de vestuarios en la que cambiarse. Lo que no hay son duchas y el marrón se queda en la toalla.