Ni después de haber diseñado alguno de los edificios más emblemáticos de la Ciudad Condal se libró Gaudí de las críticas por el aspecto de su última gran obra civil. Hablamos de la Casa Milá. Tan criticada que recibió el nombre de la Pedrera por su aspecto de cantera a cielo abierto –según los barceloneses de la época, ahora no solo no le faltaríamos el respeto sino que pocos somos capaces de decir qué aspecto tiene una cantera–. El tiempo volvió a darle la razón al arquitecto modernista y la Casa Milà fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1984, junto con otras obras de Gaudí. Si hubiera un carné UNESCO Gaudí, tendríamos todos los sellos, hemos visitado los siete edificios con ese reconocimiento.
La historia dio la vuelta hasta el punto de hacer que un mote inicialmente ofensivo se haya convertido en su nombre “oficial”. Oficial entre comillas porque sigue siendo la Casa Milà, pero la fundación que la gestiona hoy luce con orgullo esa “ofensa”: la Fundació Catalunya La Pedrera. No te quedes solo en la fachada de esta obra maestra de Gaudí. Te esperan los patios, un piso como era a principios del siglo XX, el desván y, sobre todo, la azotea con los famosos guardianes de la Pedrera.
Te contamos todo lo que necesitas saber para organizar tu visita a la Pedrera, desde los horarios y precios hasta lo que te espera dentro, pasando por visitas guiadas y alguna curiosidad histórica. ¿Pasas? La puerta está abierta.
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Además de la Pedrera, no deberías perderte el resto de edificios modernistas de Barcelona. Y, si quieres algo más que arquitectura, aquí tienes nuestro itinerario de 3 días en Barcelona o nuestras 60 cosas que hacer y que ver en la Ciudad Condal.
La visita a la Pedrera en Barcelona: entradas y precios
Empezamos por la información práctica, los datos básicos que necesitas para tu visita a la Pedrera. El primero: ¿dónde está la Casa Milà? En pleno Paseo de Gracia –Passeig de Gràcia–, en el número 92 concretamente, aunque estamos seguros de que no tendrás problemas para reconocer la fachada. Puedes llegar fácilmente en autobús –hay muchas líneas que recorren el paseo, incluido el bus turístico, aquí lo puedes reservar– y en metro –la estación Diagonal, líneas 3 y 5, está a dos pasos–.
La Pedrera abre todos los días del año, excepto el 25 de diciembre y una semana en enero por mantenimiento. El horario de apertura es de 9:00 a 18:30 y de 19:00 a 22:00 en la visita nocturna.
El precio de la entrada básica, eso sí, sin colas, es de 25 € –puedes comprarla aquí–. Es una visita libre con audioguía, incluida en el precio. Hay otras entradas especiales: a espacios exclusivos, por la noche, premium, visita diurna y nocturna y una combinada con el Recinto Modernista de Sant Pau, disponibles en la web oficial.
¿Sabías que…?
El precio de las entradas a la Pedrera se destina a la conservación y mantenimiento del edificio en un 45% y a las obras sociales de la Fundaciò Catalunya La Pedrera en un 55%.
¿Quién mandó construir la Pedrera? Los señores Milà
El nombre de la Casa Milà nos da una pista sobre quién la mandó construir. Hablamos de Pere Milà que, tras casarse con Roser Segimon, contrató a Gaudí para construir una casa señorial en la zona en la que vivía toda la nueva burguesía catalana. Compraron una casa torre y la derribaron. A diferencia de otras obras de Gaudí, la Pedrera no es una renovación de un edificio existente.
Las obras comenzaron en 1906 y, como decíamos, no acabó de enamorar a los barceloneses de la época, por usar un eufemismo. La fachada le valió el sobrenombre de “la Pedrera” por su parecido a una cantera, aunque también hay quien dice que se debe a la cantidad de polvo que se levantó durante la construcción. En la web oficial puedes ver algunas de las “caricaturas” que le hizo el dibujante Llorenç Brunet i Torroll.
¿Sabías que…?
Tampoco estaba muy conforme el matrimonio Milà que vió como el presupuesto se disparaba, además de tener que pagar una multa por ocupar parte de la acera. Las desavenencias llegaron a tal punto que Gaudí acabó por abandonar la obra y hasta tuvo que demandarles para cobrar sus honorarios. El juez le dio la razón y él donó ese dinero a los jesuitas.
¿Cuándo dejó de ser vista como algo raro y se convirtió en un emblema? Pues no está del todo claro. Es más, durante muchos años, incluso después de su reconocimiento UNESCO, el edificio estuvo “abandonado”. Por “abandonado”, en este caso, nos referimos a poco mantenido… Se restauró en 1996, cuando se abrió al público como centro cultural.
La fachada “cantera”
Esa fachada que no acababa de gustar también se ha definido como “una gran ola petrificada” o “una escultura única e irrepetible” –como indican en el folleto–. No te esfuerces buscando líneas rectas. Vale, las que separan una planta de la siguiente lo son. Pero, más allá de las horizontales y de los marcos de las ventanas, toda la fachada es una sucesión de formas onduladas en las que se abren los huecos de las terrazas y ventanas. En esos 32 balcones destacan las rejas de forja negra creadas a partir de elementos de desguace –ya dijimos cuando hablamos de la Cripta de la Colonia Güell que Gaudí era un adelantado a su tiempo en lo que a reutilización y reciclado se refería–.
En las puertas de entrada encontramos más elementos de forja. Su origen también es el “aprovechamiento”, a partir de trozos de cristal creó las formas necesarias para encajarlos y construir una puerta tanto para los coches como para los peatones y un sistema de ventilación unido a los patios interiores. La Pedrera fue el primer edificio de Barcelona que contó con puerta para automóviles y un garaje. De hecho, aquí “dormía” el coche con matrícula “1” de la Ciudad Condal.
Desde el otro lado del Passeig de Gràcia, además de las ondas, podrás ver parte de la azotea de la Pedrera, con sus famosas chimeneas.
- Si quieres saber más del edificio, aunque sea desde la calle, y de otros del mismo estilo, puedes reservar una de estas visitas guiadas:
¿Qué te vas a encontrar en el interior de la Casa Milà de Gaudì?
El matrimonio Milà no necesitaba, evidentemente, toda la Pedrera para ellos solos, unos 4.500 metros cuadrados en cinco plantas. La idea era ocupar el piso noble y alquilar el resto. Por eso hay zonas comunes en el interior de la Pedrera como escaleras, ascensores, patios… Zonas comunes, pero no abiertas al público sin entrada, no te emociones.
¿Sabías que…?
Aunque el edificio acoge un centro cultural, sigue habiendo inquilinos en sus pisos alquilados. Bueno, una inquilina, Ana Viladomiu, que lleva viviendo en la Pedrera desde 1988. Es escritora y contó su experiencia en su novela La última vecina.
La visita comienza por el patio donde nos encontramos con una escalera voladiza y cubierta que comunicaba la entrada por la calle Provenza con el piso noble donde vivía la familia Milà. Una escalera de lo más moderna, sustentada por un armazón creado por la empresa Eiffel, y cubierta con lo que parece el cuerpo de un insecto. Si la fachada es la de un edificio especial, nada más entrar ya nos quedó claro que “no era todo fachada”.
El desván y la azotea
Nuestra visita continuó por el último piso del edificio. Subimos hasta el desván, donde Gaudí colocó los lavaderos y tendederos. Una zona de servicio, pero en la que lucen nada menos que 273 arcos catenarios, característicos del arquitecto, hechos en ladrillo. Sí, como en el desván de la Casa Batlló, aunque aquí sin la cobertura blanca. Y, como en aquella, también nos sentimos un poco dentro de una ballena… Hoy en día ya no se lava ni se tiende la ropa en el desván. En él se muestra una exposición dedicada a la vida y obra de Gaudí, donde verás maquetas de la propia Casa Milà, de su azotea y de su desván entre otras, junto con muebles diseñados por el arquitecto.
Por encima del desván llega uno de los platos fuertes de la Pedrera: su azotea. Gaudí volvió a convertir un espacio de servicio en uno de los más bonitos e icónicos del edificio. Desde la forma ondulada del suelo, siguiendo la línea de la fachada, hasta sus chimeneas convertidas en los Guardianes de la Pedrera. No hay ángulo malo ni vista fea. Te encontrarás con la imagen de la Sagrada Familia enmarcada en un arco, con la foto cenital perfecta de los patios o con unos “pasteles de nata” muy especiales.
El piso modernista
Antes de que preguntes, no, no se visita la planta noble. El piso de la familia Milà no forma parte de la entrada básica y su único interés es el de las exposiciones temporales que acoge. La mala relación del matrimonio con Gaudí llevó a una redecoración completa de su casa tras la muerte del arquitecto, así que no hay “nada que ver”.
Por suerte, sí que se ha mantenido otro de los pisos de la Pedrera. Mantenido en su forma y redecorado en su contenido con muebles de la época que recrean los espacios típicos de una casa burguesa del primer tercio del siglo XX. Desde las habitaciones del servicio –incluso con un uniforme colgado de una percha– hasta el despacho del señor, pasando por las habitaciones de la familia y los cuartos de baño. Fíjate en los suelos originales, los sanitarios o la cocina de leña. Un viaje a un pasado no tan lejano, pero que se nos hace la mar de raro.
La Casa Milà consiguió enamorar a los barceloneses y a todo el mundo, tanto que hoy luce con orgullo aquel despectivo “la Pedrera” junto a su sello UNESCO.
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