Pocos lugares tienen un nombre tan llamativo con la Costa da Morte, costa de la muerte. Como nos contó Alberto, de Lugar Do Cotariño, el origen del nombre puede ser mucho menos trágico de lo que todos pensamos cuando lo leemos por primera vez. El número de naufrágios que ha visto esta costa con todos los muertos que han provocado lleva a pensar que es éste el origen del nombre de la zona, pero los romanos pueden tener algo que ver.
Al igual que Fisterra, Finisterre, recibió su nombre por ser el final de la tierra conocida, finis terrae, es posible que esta zona de la costa lo recibiera por ser el lugar donde moría la luz del sol al ponerse cada tarde. De esta forma, un nombre casi macabro, se convertiría en uno poético.
Entre Punta do Boi y Punta do Cagada se halla el tramo más peligroso, con ocho naufrágios y 245 víctimas en su haber. La “popularización” del nombre sí que se debe a los naufrágios. En concreto al más terrible de todos ellos, el del HMS Serpent.
¡Sálvese quién pueda! La noche del lunes 10 de noviembre de 1890, tres años y siete meses después de su botadura, se encontró con una marejada y una noche tan cerrada que sus tripulantes no pudieron distinguir el faro de Cabo Vilán ni esquivar las rocas de Punta do Boi. El lugar en el que encalló se conoce como baxio do Serpent, el bajo del Serpent. A pesar de encontrarse a poco distancia de la costa, el mar hace astillas a los dos botes salvavidas lanzados por la tripulación y las rocas rompen todos los cabos como si fueran finos hilos. Ante este panorama, el capitán ordenó a los marineros subir por los mástiles para salvar la vida.
A pesar de sus intentos, pocos lo consiguieron. En concreto sólo hubo tres supervivientes de los 175 tripulantes. Tres supervivientes que fueron llevados hasta la playa del Trece por las olas, gracias a que llevaban el chaleco salvavidas que, desde entonces, se convirtió en obligatorio en los buques de la marina real.
Los cuerpos de los difuntos fueron sepultados en la costa, frente al lugar en que se hundió el barco cuando fueron devueltos por el mar durante los días siguientes. El lugar recibió el nombre de cementerio de los ingleses y fue consagrado años después. En la muerte tampoco somos todos iguales, el capitán y los oficiales fueron enterrados en el habitáculo interior mientras que el resto de marineros se encuentran en el recinto exterior.
La otra consecuencia del naufrágio, además del uso del chaleco salvavidas, fue la reestructuración del faro de Cabo Vilán, que se convirtió en el primer faro del país con luz eléctrica gracias a un potente motor.
No sé hasta qué punto me gustaría que me enterraran frente al lugar en el que el mar ha acabado con mi vida, pero supongo que para un marinero no habrá un sitio mejor y las vistas de la costa desde el cementerio de los ingleses son impresionantes.
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