Montar en un tren sin saber a dónde te va a llevar es algo divertido, incluso aunque sea la segunda vez, turismo a ciegas. La primera vez que lo hice acabé en Ávila en un viaje de ida y vuelta, pero esta vez sabía que pasaríamos la noche fuera de casa. A las ocho y media de la mañana estábamos en Atocha. Soy capaz de alejarme de los monitores y de ponerme la música a todo volumen para no oír los anuncios de megafonía, ni antes de montar ni durante el viaje. ¿Soy demasiado zen?
A las cuatro horas Sara me dijo que había que bajar. En el andén descubrí dónde estábamos: Ronda, Málaga. Llevábamos unos cuantos años con la idea de pasar por Ronda, ciudad soñada, pero nunca habíamos encontrado el momento. En un par de días queríamos ver lo más posible de la ciudad y recorrer sus callejuelas. A pesar de que el sábado nos recibió con un cielo cubierto y con un poco de lluvia pudimos recorrer dos de sus puntos más conocidos: la plaza de toros de Ronda y el Puente Nuevo.
La plaza de toros de Ronda
No somos taurinos, pero tampoco somos creyentes y vamos a las iglesias. El origen de la plaza es una escuela ecuestre fundada por Felipe II en 1572, la Real Maestranza de Caballería de Ronda, parte de la educación eran juegos con toros. A partir del siglo XVIII fueron los toreros a pie los que ganaron notoriedad y la escuela creció con la plaza de toros (1785). En la actualidad se ha convertido en un gran museo con guarniciones de la Casa de Orleans, una colección de armas de fuego –nos sorprendió mucho encontrar tal cantidad de escopetas, rifles y revólveres–, un museo de tauromaquia y la escuela de equitación.
El Tajo de Ronda y su Puente Nuevo
Casi al mismo tiempo que la plaza de toros se construyó el Puente Nuevo –la novedad tiene más de 200 años–. Fueron necesarios más de 40 años para terminarlo –1759 y 1793–, pero la experiencia había demostrado que había que hacerlo bien: Unos años antes se había construido otro puente en este lugar, la obra duró sólo ocho meses, pero el problema es que el puente también duró poco. Seis años después se derrumbó muriendo 50 personas. Desde arriba es impresionante, pero bajando hasta el mirador es como se puede apreciar toda su magnitud: 98 metros de altura sobre el río Guadalevín para salvar el Tajo de Ronda.
Más cosas que ver en Ronda
El tiempo acompañó el domingo y con Sol y calor recorrimos el museo municipal, en el Palacio de Mondragón, y bajamos a la zona musulmana. Ronda fue una de las ciudades más importantes del imperio árabe al final de la Reconquista –la Taifa de Ronda–. Buena muestra de ello son la mina de agua y estructura defensiva de La Mina del Palacio del Rey Moro y los baños árabes.
No es habitual encontrar una escalera de 60 metros de desnivel excavada en la roca, excavada no cavada, cubierta por bóvedas y, ese domingo, llena de goteras que formaban charcos en muchos de los peldaños. Eso es La Mina, y de aquí se obtenía parte del agua de la ciudad y se defendía el cauce del río, además de servir como vía de escape secreta.
Los baños estaban en la entrada de la ciudad, primera parada para los recién llegados, cerca del río de manera que era sencillo llevar el agua hasta ellos. Llevan aquí desde el siglo XIII o XIV y son los mejor conservados de la península.
Todo eso sin dejar de disfrutar de las casas blancas y las calles empedradas.
Mucho es lo que encontramos en la ciudad soñada y mucho lo que nos gustó.