En nuestras rutas en coche por la Bretaña francesa con Mont Saint-Michel teníamos claro que uno de los grandes objetivos era encontrar pueblos con encanto. ¡Objetivo cumplido! Aquí, tras un par de visitas, van nuestros favoritos: 12 de los pueblos más bonitos de la Bretaña francesa.
No dejes de leer nuestros consejos para viajar a Francia antes de lanzarte a la Bretaña. Y, bon voyage!
Rochefort-en-terre: ville fleuri y uno de los pueblos más bonitos de Bretaña
Piensa en el pueblo medieval ideal. Intenta imaginarte todos sus detalles. Ahora mira una foto de Rochefort-en-terre. Seguramente se parezca mucho a ese lugar de fantasía.
Un casco histórico del siglo XII construido encima de un peñasco rocoso y totalmente peatonal, plazas y balcones floridos todo el año –de hecho tiene la distinción de ville fleuri–, callejuelas adoquinadas, casas de granito –alternándose con las de entramado de madera, al más puro estilo bretón–, tiendas de artesanía de verdad…
El centro es muy pequeño así que no hay pérdida, pero hay unas cuantas paradas obligatorias. La place du Puits, la place des Halles –donde está la oficina de turismo– y la rue Saint-Michel, con sus casas medievales, son algunas de ellas. El parque del castillo, la iglesia medieval, la muralla y sus puertas o el lavadero son otras. A pesar de lo pequeño que es el pueblo, te costará irte. Lo hemos incluido entre los pueblos más bonitos de la Bretaña francesa, y también tiene su hueco entre nuestro 12 pueblos con encanto de Francia.
Locronan: el pueblo de granito y del cáñamo
Si buscas un pueblo con encanto en Bretaña tienes que ir a Locronan. Aunque si lo que buscas son casas de entramado de madera, no es tu sitio. Aquí las casas son todas de granito. ¿Por qué? Porque el pueblo era muy rico y las casas de granito eran un símbolo de estatus, al ser más caras que las de madera.
La riqueza del pueblo se debía al comercio del lino y del cáñamo, utilizado principalmente para las velas de los barcos. Un comercio que en el siglo XVII tuvo su declive, así que el pueblo dejó de crecer y se ha conservado casi intacto hasta nuestros días. Por ello, ha sido escenario de muchas películas, incluida una de Roman Polanski, Tess. Sí, ¡parece un decorado!
¿Sabías que…?
Según nos comentó nuestro guía en Locronan, se dice que las velas de la Armada española en el siglo XVI venían de aquí.
En Locronan tampoco hay pérdida y podrás explorar todos los rincones del pueblo en poco tiempo. El principal, sin duda, la gran iglesia de San Ronán, meta de peregrinación desde su construcción en el siglo XV. De ahí la exención de impuestos que hizo florecer los negocios en el pueblo.
- Ten en cuenta que la sanidad en Francia no es gratuita ni con Tarjeta Sanitaria Europea. No olvides contratar un seguro de viaje, ahora más que nunca. Nosotros usamos los de IATI seguros y, si contratas el tuyo desde este enlace, tendrás un 5% de descuento.
Pont-Aven: el pueblo de Bretaña que inspiró a Gauguin
Un pueblo nacido alrededor de un puente en el río Aven, de ahí su poco original pero muy descriptivo nombre: Pont-Aven. Tan apacible, con sus casitas blancas, su río, la vegetación que lo envuelve, sus famosas galletas y… su luz. Esa luz que le dio tanta fama entre los pintores postimpresionistas, desde que Gauguin puso un pie en él y se enamoró.
Ya hemos hablado en detalle de qué ver en Pont-Aven en otro artículo: la plaza Paul Gauguin, con la pensión Goenec, donde se alojaba el pintor; el río Aven, con el bosque del amor, y sobre todo, saliendo un poco del centro histórico, la capilla de Trémalo. Aquí, además de unas increíbles vigas de madera decoradas con “monstruos”, está el crucifijo que inspiró el “Cristo amarillo” de Gauguin. Aunque son el ambiente, el sosiego y la luz del pueblo lo que más te harán disfrutar de él.
La Ville-close de Concarneau: la ciudadela amurallada más visitada de Bretaña
Concarneau no es un pueblo, por lo menos no pequeño –tiene 20.000 habitantes–. Pero su Ville-close, su núcleo histórico, es un diminuto pueblo dentro de la ciudad. Ville-close significa literalmente “villa cerrada”: se trata una ciudadela amurallada completamente rodeada por murallas que se mantienen intactas. Estas, levantadas en el siglo XIV y completadas en el XVII por el famoso ingeniero militar Vauban, protegen un islote de tan solo 350 por 100 metros. Y a fe que lo han protegido: Concarneau, por su posición, se convirtió en uno de los grandes bastiones de defensa de Bretaña y fue escenario de muchas guerras en esa época.
Hoy es uno de los lugares más visitados de toda Bretaña. Esto, junto a su pequeño tamaño y al hecho de que se haya llenado de tiendas de souvenirs, hace que la visita sea un poco agobiante. Aún así, merece la pena darse un paseo por sus murallas, por sus calles adoquinadas con sus casas típicas y por la plaza de Saint-Guénolé. Le falta autenticidad respecto a los otros pueblos, pero sigue siendo bonito.
Saint-Suliac: un sosegado pueblo de pescadores
El estuario del río Rance, que se extiende desde Dinan hasta Saint-Malo y Dinard, es uno de los lugares más característicos de la Bretaña francesa. Con marea alta es un brazo de mar, pero cuando baja se convierte en un gran valle. En el estuario se forman pequeñas bahías utilizadas por los pescadores como puertos fluviales. Y alrededor de ellos han nacido pueblos como Saint-Suliac.
El carácter marinero del pequeño pueblo pesquero de Saint-Suliac es inconfundible: de las casas de granito siguen colgando las redes de los pescadores secándose a la espera de la siguiente faena. Una vez más, el pueblo es tan pequeño que es imposible dejarse algo. Hay que empezar, como no, por la iglesia y su cementerio, recorrer sus diminutas calles o ruettes y llegar hasta el puerto. Desde ahí podrás divisar alguna de las embarcaciones tradicionales, como los doris de Terranova, o las chippes, ahora utilizados para fines recreativos.
Dinan: uno de los pueblos más visitados de la Bretaña francesa
Bajando por el río Rance, se llega hasta Dinan, considerado por muchos uno de los pueblos más bonitos de Bretaña y, por ello, incluido en casi todos los recorridos por la región.
Eso puede hacer que pierda un poco de encanto, sobre todo si vas en temporada alta, porque encontrarás más visitantes que en otros sitios. Nosotros lo notamos algo, sin llegar a ser para nada molesto como en Concarneau, a pesar de no ir en verano.
Aún así, Dinan sigue siendo un imprescindible: sus casi tres kilómetros de murallas con sus puertas, su castillo del siglo XIV, su Torre del Reloj –la única conservada en Bretaña junto con la de Fougères–, sus cuestas, la calle de Jerzual y sus plazas con casas de entramado de madera hacen caer rendido a sus pies hasta al más insensible. Y luego está la basílica, nunca acabada, de San Salvador, del siglo XII, con influencias bizantinas, persas y romanas nada menos. En otro artículo te hablamos más en detalle de las muchas cosas que ver en Dinan.
Josselin: un pueblo alrededor de un castillo
Fuimos a Josselin por un una razón clara: visitar su castillo. Fundado en el siglo XII, nos habían comentado que era uno de los castillos más impresionantes de Bretaña. Nada más entrar en el pueblo y toparnos con sus imponentes torres reflejadas en el río Oust, tuvimos claro que no se equivocaban. Al acercarnos, el castillo –de estilo entre gótico flamígero y renacentista– y sus jardines no nos defraudaron. Te contamos sobre la visita en nuestro artículo El castillo de Josselin: un imprescindible en la Bretaña francesa.
Nos sorprendió saber que los herederos de la familia Rohan, una de las estirpes más antiguas de Bretaña, lo siguen habitando. Y más aún nos sorprendió conocer el pueblo que rodea ese castillo y al que la imponente construcción le roba un poco de protagonismo.
¿Sabías que…?
Si te has quedado con una sensación conocida al leer el nombre la familia bretona dueña del castillo de Josselin, puede ser porque su nombre, Rohan, es el de uno de los reinos de El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien, el de los jinetes rohirrim. ¿Sería la dama Éowyn la propietaria del castillo en la Tercera Edad del Sol?
Más allá del castillo, la ciudad vieja de Josselin tiene el mismo encanto. No faltan las casas de entramado de madera, las de piedra, las calles adoquinadas… en resumen, todos los elementos del pueblo bretón perfecto. Por supuesto hay que visitar la basílica de Notre-Dame-du-Roncier, construida alrededor de la figura de la Virgen. Según la leyenda, la figura fue encontrada por un campesino en el siglo IX y la Virgen le devolvió la vista a su hija ciega. Durante la Revolución Francesa se destruyó la imagen, pero la iglesia sigue siendo espectacular.
Tréguier: congelado desde la Revolución Francesa
El pequeño pueblo de Tréguier es uno de los que más historia tiene de este listado. En el año 535, así, sin mil delante, un monje galés, Tugdual, fundó en la zona el monasterio de Landreger. A su alrededor surgió una ciudad que llegó a ser sede de uno de los nueve obispados de Bretaña. Hoy su pequeño casco histórico con un aire tranquilo invita a pasear por sus calles empedradas desde primera hora. Al menos fue entonces cuando lo hicimos nosotros y no encontramos a ningún turista más.
Deja el coche en el aparcamiento junto a la carretera, atraviesa la puerta-calle empedrada y recorre el pueblo disfrutando de sus casas de entramado de madera y de piedra. Casas de piedra que recuerdan la importancia de Tréguier –como hemos dicho, la piedra era símbolo de poder– hasta la Revolución Francesa. En ese momento cayó en desgracia frente a Saint-Brieuc, hoy capital del departamento.
¿Sabías que…?
Los años le han sentado bien a Tréguier desde el punto de vista arquitectónico y turístico, pero no tanto en importancia. Antes de la Revolución Francesa –donde eligió el bando equivocado– contaba con más habitantes de los que tiene hoy en día.
No olvides asomarte a la catedral de Saint-Tugdual de los siglos XIV y XV, fue convertida en establo y saqueada por completo, pero mantiene la arquitectura y, obviamente, ha sido restaurada. Si tienes oportunidad, los horarios son un poco reducidos, visita también el claustro. Nosotros nos quedamos con las ganas.
Ploumanac’h: el pueblo más bonito de la costa de granito rosa
Seguro que has oído hablar de la costa de granito rosa –si no, vete leyendo nuestra ruta por la costa de granito rosa para corregir esa falta–. Hablamos de un tramo de la costa bretona formado por rocas de granito, atención, de color rosa. La naturaleza es la dama y señora, pero también hay poblaciones dentro de la ruta. Una de las más características es Ploumanac’h.
El pequeño puerto de Ploumanac’h, en la comuna de Perros-Guirec, es parada obligatoria por dos motivos. El primero, la playa de Saint-Guirec, también de arena rosa. Y, el segundo y más importante, el sendero de los aduaneros, sentier des douaniers, que llega hasta su impresionante faro, construido con el mismo granito rosa que forma la costa.
¿Sabías que…?
Las formas que el viento y el mar han ido creando sobre las rocas de granito en el sendero de los aduaneros excitarán tu imaginación como las del Cap de Creus. Quédate con nombres como “cabeza de muerto”, “vieira”, “amantes”, “botella del revés”, “gorro de Napoléon” y hasta “bruja”.
Huelgoat: el pueblo del bosque
El pequeño pueblo de Huelgoat no tendría, solo por sus edificios, el encanto suficiente para estar incluido en el listado de pueblos más bonitos de Bretaña. ¿Por qué está entonces aquí? Porque, junto a su casco histórico de casas de piedra –tampoco vayas a pensar que el pueblo es feo–, se encuentra uno de los bosques más impresionantes que hemos visitado nunca.
Los caos de piedras, el musgo, los árboles, las cascadas, las cuevas… y las leyendas que cuentan que por aquí pasaron el mismísimo rey Arturo y el mago Merlín. Pensarás, de acuerdo, el bosque bien, pero ¿por qué está aquí el pueblo? Porque el bosque está literalmente pegado al pueblo, a menos de cinco minutos andando de la plaza principal –donde están la oficina de turismo y el aparcamiento–. Echa un vistazo a nuestro artículo El bosque de Huelgoat: un bosque encantado en la Bretaña francesa y verás como te animas a visitarlo.
Guingamp: el pueblo de los conventos
Si Tréguier apareció en el siglo VI, Guingamp surgió en una isla en el río Le Trieux en el siglo IX. Vamos, que también tiene unos cuantos siglos de historia y de construcciones merecedoras de una parada en la ruta por la región.
¿Sabías que…?
Guingamp tiene el honor de ser la primera organización municipal de Bretaña. Creada en 1380, cuarenta años antes que de la de Rennes.
Nada menos que ocho órdenes religiosas construyeron conventos en Guingamp –tocaban a uno por cada 600 habitantes–. De ellos, han llegado a nuestros días el de los Agustinos Hospitalarios, hoy convertido en el ayuntamiento, y el de las Ursulinas, que también acoge dependencias municipales.
Por supuesto, casas de entramado de madera –incluso se desarrolló una escuela de este tipo de construcciones– y de granito –la más conocida es la casa de la duquesa Anne– y una basílica que tardó casi cinco siglos en levantarse, del XII al XVI, la Basílica de Notre-Dame de Bon-Secours. En el suelo de la basílica nos encontramos con un laberinto de baldosas, como el de la catedral de Chartres. Pero lo más original es su cárcel de la primera mitad del siglo XVIII, hoy convertida en centro cultural.
Auray – Saint-Goustan: un puente, un puerto y un castillo
Donde otro río, el Loch, encuentra el mar y sus mareas, nace otro de los pueblos con encanto de Bretaña: Auray.
En esa posición privilegiada, en el golfo de Morbihan y al reparo de los vientos, los duques de Bretaña construyeron en la Edad Media un puente, un puerto y un castillo. Así nacieron dos barrios: el del puerto –hoy Saint-Goustan–, a los pies de la fortaleza, y el de la ciudad alta, dominando el puerto. La fortaleza desapareció en el siglo XVI, pero quedan las casas de entramado de madera, los edificios de piedra y las calles adoquinadas recordando el esplendor medieval de esa ciudad portuaria. Hay que darse un paseo desde la plaza del ayuntamiento de Auray hasta la iglesia de Saint-Saveur en Saint-Goustan, pasando por la calle del castillo, el puente y la plaza Saint-Saveur con sus terrazas.
¿Sabías que…?
Verás que en Saint-Goustan hay una calle dedicada a Benjamin Franklin. Y es que en 1776 uno de los padres fundadores de EEUU desembarcó aquí. Había llegado a Francia para buscar el apoyo de Luis XVI a la Declaración de la Independencia. Fue por un capricho del viento que su corbeta tuvo que atracar en Auray: su destino era Nantes. Finalmente llegó allí por carretera, para luego ir a París.
Seguro que nos dejamos alguno más, pero es que Bretaña está llena de pueblecitos con encanto… ¡volveremos en busca de más!
¿Te quieres de ir de viaje a Bretaña? Aquí puedes hacerlo:
- Escoge el hotel que más te guste al mejor precio en la Bretaña francesa aquí.
- Alquila el coche en Francia al mejor precio comparando entre varias compañías aquí.
- Las mejores guías de Francia aquí.
- Contrata tu tour guiado en Francia aquí.
- Contrata tu seguro de viaje con un 5% de descuento aquí.