Enormes bloques de granito redondeados que parecen caídos del cielo, a veces con formas peculiares, otras manteniéndose en un improbable equilibrio. Árboles centenarios que los rodean y, a menudo, impiden que les llegue la luz, ayudando a que se cubran de musgo de un verde intenso. Esto es el bosque de Huelgoat, en la Bretaña francesa. El adjetivo “mágico” está muy manido para describir parajes naturales de belleza singular, pero, en este caso, le queda como un guante. Al fin y al cabo, por aquí habría pasado el mago por excelencia: ¡el mismísimo Merlín! Por no hablar del gigante Gargantúa. Solo un par de las leyendas que, cómo no, han ayudado a los hombres a explicar lo inexplicable: los caprichos de la Madre Naturaleza.
Las imágenes del bosque de Huelgoat te animarán a pasear por él, pero sabemos que su historia y las leyendas que lo acompañan te acabarán por convencer. Por eso te las contamos y te indicamos las rutas y los rincones que no te puedes perder en su interior. Y, para que te sea más sencillo, también te explicamos cómo llegar y dónde comer una buena crêpe después de tu paseo. Así, la experiencia bretona será completa.
El bosque encantado de Huelgoat: maravillas de la naturaleza salvadas
Tanto los árboles del bosque de Huelgoat como sus grandes piedras de granito son maravillas de la naturaleza que el hombre estuvo a punto de destruir. Los árboles, por la explotación de las cercanas minas de plata y plomo –de finales del XVIII a principios del XIX– y las rocas, por los talladores de piedra. Parte de las 555 hectáreas que quedan del bosque original se reforestaron a mediados del siglo XIX y, a finales del mismo siglo, hubo protestas por el “robo” de rocas, que empezaron a estar protegidas desde principios del siglo XX.
Paseando por el bosque de Huelgoat nos encontramos con el robledo y hayedo originales, con los pinos y abetos plantados en el siglo XIX y con robles rojos americanos de finales del siglo XX –un huracán en 1987 pasó por el bosque–.
¿Sabías que…?
El nombre Huelgoat no puede ser más literal. Está formado por las dos palabras bretonas “huel”, alto, y “goat” o “koat”, bosque. Sí, el bosque de Huelgoat es el bosque del “alto bosque”.
El origen de las grandes piedras de granito de Huelgoat
Nos vamos mucho más atrás en el tiempo. ¿Cómo llegaron esos grupos de gigantescas piedras de granito hasta la Rivière d’Argent, el río de Huelgoat? ¿Por qué tienen esas formas? Y, ¿cómo es que están en ese peculiar equilibrio?
¿Sabías que…?
Estas agrupaciones de enormes piedras de granito se conocen, en lenguaje técnico de geología, como “caos” de bolos o de bloques. Ya hablamos de ellos en el artículo sobre la costa de granito rosa.
Si sientes curiosidad por saber cómo se formó ese “caos de bolos”, aquí va un resumen en pocas palabras de unos milenios de trabajo de la naturaleza. El granito es una roca ígnea, formada por el enfriamiento del magma al subir hacia la superficie. Es una roca dura que fue quedando a la intemperie debido a la erosión del terreno que la cubría, más blando. Las aguas de lluvia y las corrientes de los ríos les dieron la forma. Por un lado, penetrando en sus fisuras, rompiéndolas, y, por otro, erosionando su superficie, redondeándolas. Así, las bolas de granito se fueron moldeando y posicionando en ese equilibrio aparentemente inestable las unas sobre las otras.
Las leyendas del bosque: del gigante Gargantúa al rey Arturo
Las explicaciones científicas están bien… pero las leyendas son mucho más entretenidas. Según nos contaron en Huelgoat, ha habido todo tipo de interpretaciones fantasiosas e incluso religiosas sobre el origen de esos montones de rocas gigantes. ¿Serían los grumos del líquido en ebullición con el que Dios habría creado el granito, tirados por el mismísimo Creador sobre Huelgoat? ¿Habrían sido transportadas hasta allí por el agua durante el Diluvio Universal? ¿Se las habrían tirado los vecinos de los pueblos de Berrien y Plouyé durante sus disputas, sin conseguir alcanzar sus respectivos objetivos y quedándose a mitad de camino, en Huelgoat?
Eso sí, una leyenda es la que más se repite: la que tiene de protagonista al gigante Gargantúa. Sí, el de las novelas de Gargantúa y Pantagruel del escritor François Rabelais. Gargantúa, durante uno de sus viajes por los Monts d’Arrée, se paró a descansar en el bosque de Huelgoat. Hambriento, pidió comida a los habitantes de Huelgoat que le ofrecieron lo único que tenían: gachas de trigo sarraceno. Furioso por tenerse que contentar con una comida tan pobre, prometió castigarles. Al llegar a la costa, agarró unas grandes rocas pulidas por el mar y las tiró hacia los Monts d’Arrée para que cayeran por el río hasta el bosque. La zona que liberó de las rocas se pudo transformar en tierra de cultivo y prosperó, mientras que Huelgoat, con su terreno lleno de piedras, se hizo más pobre.
Tampoco faltan las referencias al rey Arturo, quien habría escondido aquí el tesoro descubierto en el Valle sin Retorno –en el bosque de Broceliande–, gracias al Mago Merlín. Ese magnífico tesoro estaría custodiado por demonios en forma de duendes voladores.
Rutas de senderismo por el bosque de Huelgoat y todos sus rincones imprescindibles
Vale, todo esto está bien, pero ¿qué hay que ver en el bosque de Huelgoat? El bosque en sí y esos grandes grupos de rocas de granito, que no es moco de pavo. Casi cada rincón es espectacular, aunque hay algunas formaciones específicas más conocidas que no puedes perderte.
Para llegar hasta ellas hay diferentes rutas, todas fáciles. Salen desde el mismo centro pueblo, que está literalmente pegado al bosque. Aunque también en la carretera hay aparcamientos y puedes acercarte a algún rincón desde ellos. Lo primero que tienes que hacer es pasar por la oficina de turismo de Huelgoat para que te den un mapa en el que se indican esos senderos. También puedes bajártelo en pdf en su página web oficial, aquí. En cualquier caso, dentro del bosque hay señales.
Nosotros hicimos una mezcla de las diferentes rutas para llegar a casi todos los rincones. Tardamos unas tres horas.
Le Moulin du Chaos: el Molino del Caos
Nuestro punto de salida, en el mismo pueblo y frente al lago, fue el Molino del Caos, un antiguo y pintoresco molino destinado a moler el grano. Es el edificio más antiguo de Huelgoat, de 1339, como pudimos leer en la inscripción sobre el dintel de su puerta.
A su derecha, siguiendo el río, empiezan todos los senderos.
La Grotte du Diable: la Cueva del Diablo
Al poco de empezar el sendero dimos con el primero de esos rincones “especiales” del bosque de Huelgoat: la Cueva del Diablo. Una caída de 20 metros bajo el río, entre el caos de bolos. Llévate una linterna o usa la del móvil. Te hará falta. Y busca la piedra que tendría forma de cara del Diablo…
La leyenda
Durante la Revolución francesa, un revolucionario perseguido por los partidarios del rey se escondió en esta cueva. Para calentarse, encendió un fuego. Su sombra, entre el sombrero con dos plumas rojas que llevaba puesto y la horca que llevaba en la mano para defenderse, les pareció a los perseguidores la del mismísimo Diablo, con sus cuernos y su tridente. Huyeron despavoridos de la que creyeron era la puerta del Infierno.
Le Ménage de la Vierge: el hogar de la Virgen
Poco más adelante, y tras pasar el Théâtre de Verdure, Teatro de la Vegetación –un teatro al aire libre en medio del bosque–, llegamos al segundo rincón. Se trata de otra pequeña cueva creada por un amontonamiento de piedras llamada el hogar de la Virgen. ¿Por qué? Porque las pequeñas piedras llevadas ahí por el agua del río recordarían –con mucha imaginación– los utensilios de una cocina. Por qué la cocina sería de la primera casa de la Virgen ya es un misterio. Un premio para quien reconozca el caldero, el cucharón, la mantequera, el fuelle, las ollas o la cama de la Virgen. Ah, ¡y la cuna de Jesús!
La Roche Tremblante: la roca tambaleante
Llegamos a la que probablemente sea la más famosa de las rocas del bosque de Huelgoat: la Roche Tremblante, roca tambaleante. Y no solo por su peso y tamaño: 137 toneladas de granito y 7 x 3 x 2,8 metros. Sino porque, como el mismo nombre dice, se tambalea. Lleva en un equilibrio estable desde el siglo XVIII. Eso sí, moverla es cuestión de maña. Hay que empujarla un poco y hay que saber dónde y cómo. En una esquina, apoyándose con la espalda, ¡más fácil decirlo que hacerlo!
Le Champignon: el champiñón
Otra piedra de forma peculiar es el champiñón. En este caso no hace falta mucha más explicación: es un enorme bloque de granito de unas 200 toneladas en forma de seta. Dicen que es obra del Mago Merlín.
Le Vieux Pont Rouge: el Viejo Puente Rojo
El Viejo Puente Rojo sobre la Rivière d’Argent no es rojo pero sí que parece ser muy antiguo, o tener un origen antiguo por lo menos. Y es que ese “rouge”, más que hacer referencia al color, sería una transformación del galo “roudos”, algo así como montículo, al que permitía llegar cruzándolo. Así que sería de la época de la tribu gala de los osismes, antes de la llegada de los romanos.
También nos hablaron de una leyenda de amores no correspondidos y de homicidios que habrían teñido de rojo sangre el agua del río… ¡Siempre tiene que haber algo así!
¿Sabías que…?
Este rincón es uno de los muchos retratados por el pintor postimpresionista Paul Sérusier en el bosque de Huelgoat –el cuadro en el que aparece es Quatre bretonnes dans la forêt, de 1892–. Sérusier era uno de los asociados al movimiento de los Nabis, el de la Escuela de Pont-Aven, fundado por Gauguin.
De camino hacia allí dimos con otra roca curiosa, la “silla del gigante” y con una placa recuerda que recuerda el fusilamiento de miembros de la resistencia francesa durante la retirada de los nazis a finales de la Segunda Guerra Mundial.
La Mare aux Sangliers: el estanque de los jabalíes
En el caso del estanque de los jabalíes, el nombre no tiene nada de poético. Simplemente aquí venían a abrevar los jabalíes en los tiempos en los que todavía había muchos por el bosque. Ahora es muy complicado verlos. Pero sigue siendo un precioso estanque rodeado de verde: otro rincón muy bonito.
Cerca del estanque, está uno de los muchos menhires que puedes encontrar en el bosque y en sus alrededores.
La Grotte d’Artus: la cueva del rey Arturo
Llegamos a la cueva del rey Arturo, donde estaría escondido su mítico tesoro… No, ¡nadie lo ha encontrado!
Más lejos está el Camp d’Artus, campamento del rey Arturo. En realidad, un oppidum celta de los osismes, el del montículo al que se refería el nombre original del Viejo Puente Rojo. Es el único punto al que no llegamos: había llovido mucho la noche anterior y nos dijeron que seguramente estaría lleno de barro.
La Gouffre: la sima
Desde la carretera, una escalera baja a la sima. Allí, el río cae desde una altura de unos diez metros y se “pierde” para reaparecer unos 150 metros más adelante. Si el agua te parece roja, no te preocupes, no es sangre: es por el color de las rocas.
La leyenda
La princesa Dahut, hija del rey Gradlon –un rey legendario del folklore bretón–, cada noche escogía un amante entre los más jóvenes del pueblo de Ys, cerca de Douarnenez, donde vivía. Ninguno de estos jóvenes llegaba a ver la luz del día siguiente. Los celosos sirvientes de Dahut les estrangulaban y llevaban sus cuerpos lejos, hasta la sima de Huelgoat. Cuando la ciudad de Ys fue engullida por las aguas del mar, la princesa se transformó en sirena. Llegó a Huelgoat por un largo pasaje subterráneo hasta la sima para cantar y tapar con su voz los sollozos y lamentos de sus difuntos amantes.
La Mare aux Fées: el estanque de las Hadas
Para cerrar con una imagen bucólica, nuestra última parada fue el estanque de las Hadas. Aquí fueron a refugiarse las hadas, castigadas por Dios por no quererse bautizar a la llegada de los santos cristianos a Bretaña. En sus orillas, las hadas peinarían sus largos cabellos de oro de día… aunque de noche se transformarían en viejas brujas desdentadas.
Cómo llegar a la localidad de Huelgoat
Huelgoat se encuentra en Francia en el departamento más occidental de Bretaña: Finisterre. A una media hora en coche de la capital de su distrito, Châteaulin, y a otra media hora de Morlaix, la localidad más grande en los alrededores. De la capital de Bretaña, Rennes, está a dos horas en coche.
Para llegar a Rennes desde España, lo más cómodo Iberia Express, que tiene vuelo directo desde Madrid. A nosotros el tiempo –apenas una hora y media– se nos pasó volando, nunca mejor dicho, con el sistema de entretenimiento a bordo.
Si quieres llegar en transporte público a Huelgoat, hay autobuses desde Morlaix, Loudéac, Rosporden, Châteaulin, Brest, Quimper y Lorient.
Nosotros llegamos en coche y aparcamos en la misma plaza del pueblo, delante de la oficina de turismo –es gratis–. Si no, también hay aparcamientos cerca de otros accesos al bosque.
Comer en Huelgoat: restaurantes y crêperies
Ya que estamos en Bretaña, ¿qué mejor que comer unas buenas crêpes y galletes de trigo sarraceno? Hay unas cuantas crêperies en Huelgoat. A nosotros nos aconsejaron la Crêperie Le Pont Neuf, justo delante del lago y muy cerca del molino. Desafortunadamente, estaba llena.
La siguiente opción fue Be Good’n, en la plaza del pueblo –la de la oficina de turismo–. Y la verdad es que nos encantó. Además, está muy bien de precio: a mediodía hay un menú con gallette salada completa –jamón, queso y huevo–, crêpe dulce y bebida por 11,50 €.
Dormir en Huelgoat: hoteles y bed & breakfasts
Nosotros no dormimos en Huelgoat. Llegamos a primera hora desde Morlaix, donde dormimos en el Hôtel de l’Europe, muy recomendable, en pleno centro del pueblo. Pero sí que hay un hotel y algún bed & breakfast en Huelgoat, aquí puedes consultar precios y disponibilidad.
Un bosque frondoso, piedras mágicas y muchas leyendas te esperan en Huelgoat.
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