No sabemos si se trata de la mayor fortaleza de Europa –aunque es así como se promociona in situ–, pero lo que sí podemos asegurarte es que el castillo de Fougères es enorme. Casi 20.000 metros cuadrados, 2 hectáreas, de superficie para un recinto amurallado construido hace más de mil años. Ya sea por el tamaño o por la antigüedad, razones no faltan para viajar hasta Fougères, en la Bretaña francesa, y visitar su castillo.
Un par de avisos a navegantes antes de comenzar el paseo por el castillo. En sus mil años de historia ha vivido gran cantidad de batallas y asedios que le han llevado a reinventarse, reforzarse y reconstruirse –todo muy “re”–. Y de ahí viene el segundo aviso: la última reconstrucción tuvo lugar en el siglo XXI. Entre los años 2009 y 2010 se acondicionó el recorrido turístico que hoy se visita y se arreglaron algunos tramos de la muralla y las torres. Con todo y con eso, todavía encontrarás algún resto del siglo XII.
Coge tu yelmo, tu escudo y tu espada, el castillo de Fougères te espera.
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El castillo de Fougères: un poco de historia
Ya hemos adelantado que, aunque no sea la fortaleza más grande de Europa –esto de las clasificaciones por tamaño tan poco claras nunca dejará de sorprendernos–, de lo que no cabe duda es de que historia tiene un rato. Concretamente un rato de mil años.
Nada queda del primer castillo de madera, bueno, unos vestigios encontrados en unas excavaciones de 1936. En el año 1166 fue incendiado durante un asedio del rey de Inglaterra. Sí, Inglaterra ha estado muy involucrada en la historia del castillo de Fougères desde sus orígenes. Ten en cuenta que la Bretaña era un reino independiente entre las potencias de Inglaterra y Francia y ambas estaban muy interesadas en dominarla.
El castillo que vemos hoy en día se comenzó a levantar tras ese incendio. El barón Raúl II lo mandó construir en piedra y todavía quedan la torre cuadrada de La Haye de St-Hilaire, en la entrada, y la de Coigny.
Los ingleses volvieron a atarcarla durante la Guerra de los Cien Años. Tras recuperarla con la ayuda del rey de Francia, se levantaron más torres y se aumentaron sus defensas. Lo que no sirvió de mucho pocos años después, durante el asedio de las tropas francesas antes de la conquista y anexión de Bretaña, en 1488.
Desde entonces vivió un periodo tranquilo hasta la Revolución Francesa, cuando volvió a ser atacada, defendida, tomada, recuperada, asediada… y casi abandonada. En el siglo XX la ciudad de Fougères compró el castillo y comenzó a acondicionarlo tras ser declarado monumento histórico.
La visita al castillo, un libro de arquitectura militar
Con unas dos hectáreas de superficie dentro de sus muros y nada menos que trece torres, vas a necesitar un rato para visitar el castillo de Fougères –el tiempo estimado es de hora y media, pero reserva un par de horas–. Y no solo por el tamaño en sí, también por la cantidad de espacios recuperados y sus instalaciones multimedia. Sí, los soldados vuelven a correr por sus muros, literalmente, gracias a las proyecciones y las batallas vuelven a escucharse desde el interior de sus torres gracias a los efectos de sonido y a la audioguía.
La entrada a Fougères
Vamos por partes. La primera página del libro de arquitectura militar nos deja en el exterior del castillo, en el meandro que forma el río Nançon que se utilizó como foso natural para defender el roquedo sobre el que se construyó.
¿Sabías que…?
Durante el asedio de las tropas francesas de 1488 –antes de la anexión de Bretaña– se llegó a desviar el curso del río Nançon para secar los fosos y facilitar el ataque.
Todavía se mantiene en pie la torre de La Haya de St-Hilaire que sirve de acceso principal al castillo desde su segunda fundación en el siglo XII. No nos costó mucho imaginar a los ballesteros tras las saeteras de la fachada de la torre vigilándonos mientras cruzábamos la doble puerta, hoy abierta de par en par.
Primer recinto: la barbacana
Superar el foso y atravesar las puertas de la torre de La Haye de St-Hilaire no daban acceso al castillo, solo al primer recinto. Un espacio cerrado en el que se abría una única puerta de entrada en otra torre, la torre de Coëtlogon. Era en ese espacio donde se tendían trampas a los ejércitos invasores: la barbacana.
Hoy en día, el paso está expedito para los turistas, la torre de Coëtlogon está en ruinas y nada detiene al viajero que, nada más cruzar la primera puerta, ya tiene frente a sus ojos el patio de armas.
El patio de armas
El corazón del castillo, la zona en la que se vivía el día a día. Aquí estaba la residencia señorial del siglo XIV, en ruinas desde principios del siglo XIX porque fue utilizada como cantera –qué mala fue la Revolución Francesa para algunos monumentos–. Poco queda en el espacio central del castillo más allá del pozo. Las construcciones interiores han ido desapareciendo y hoy es fácil ver el interior de las murallas desde casi cualquier punto del patio de armas.
Eso sí, tampoco hace falta mucho esfuerzo para levantar los puestos del mercado, alguna casa de madera e, incluso, la casa señorial. Es fácil, porque habrás visto, como nosotros, un pequeño vídeo en la entrada que te enseña la evolución del castillo a lo largo de la historia.
El reducto o chatelet
Si todas las defensas fallaban, todavía quedaba una zona que podía defenderse: el reducto o chatelet. Un paño de muralla lo separaba del patio de armas y, en su interior, estaba el acceso a la torre del homenaje. En el caso del castillo de Fougères, la torre de Gobelins –de los duendes– de finales del siglo XII y principios del XIII.
Las torres
Es posible recorrer el camino de ronda y acercarse a las trece torres que formaron el sistema defensivo. Las más nuevas son la torre Surienne y la torre Raoul, del siglo XV. Las reconocerás por su tamaño, son las más grandes, y por su forma de herradura desde el exterior y como si fueran casas de cuatro plantas desde el interior –con su fachada y sus ventanas al patio de armas–.
¿Sabías que…?
Si te preguntas por qué tienen forma de herradura, la respuesta es que, para ese momento, la artillería ya se había convertido en pieza clave de las batallas y había que hacer muros más gruesos y redondeados para que las balas de cañón no los destrozaran. Además de necesitar espacio en lo alto para colocar los propios cañones defensivos.
Puedes visitar tres torres del castillo de Fougères con instalaciones multimedia: la torre Surienne, la torre Raoul y la torre Mélusine –de finales del XIII y principios del XIV–. En ellas encontrarás, más allá de las instalaciones multimedia, antiguas escaleras de caracol, letrinas, salas… recuerda que tienen siglos de historia y no solo proyectores. No son las únicas torres a las que podrás entrar, pero las demás muestran solo su historia.
Información práctica: precios y horarios
El castillo de Fougères se encuentra, obviamente, en la ciudad de Fougères –concretamente en la Place Pierre Symon–, a media hora de Rennes, una hora de Saint Malo y hora y media de Caen. Como siempre, Google Maps sabe cómo llegar.
El precio de la entrada al castillo de Fougères es de 9 € e incluye una audioguía –disponible en español–. También hay visitas guiadas gratuitas de 45 minutos de duración, pero es necesario reservar y son en francés.
El castillo abre todos los días menos los lunes de octubre a abril y los lunes no festivos de mayo, además del 1 de enero y el 25 de diciembre. También cierra todos los años del 6 al 31 de enero. El horario es de 10:00 a 19:00 de mayo a septiembre y de 10:00 a 12:30 y de 14:00 a 17:30 de octubre a abril.
Como hemos dicho, casi toda la visita es al aire libre, por lo que hay que estar preparado para el sol, la lluvia, el viento… Nuestra visita acabó bajo la lluvia, sin ir más lejos. Los accesos a las torres y al camino de ronda son, en muchos casos, los originales, por lo que pueden ser irregulares.
Echa un vistazo a la página oficial del castillo de Fougères para tener toda la información actualizada.
La historia de la Bretaña francesa tiene una parada imprescindible en el castillo de Fougères.
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