Una travesía en barco por el río Amazonas es el sueño de casi cualquier viajero. Un lugar inhóspito, prácticamente aislado por tierra, al que sólo los más osados se atreven a ir. Si para llegar a Praia Argilla había que andar un kilómetro por la playa, para llegar a los lugares por los que pasa el barco hablamos de muchas horas de hamaca, sertaneja, forró y tecnobrega.
¡Si siempre has soñado con viajar por el río Amazonas, no lo dudes, merece la pena. Pero, antes, no dejes de repasar nuestros consejos para viajar a Brasil, te vendrá bien saber algunas cosas para disfrutar más de tu paso por el país.
Saltaconmiconsejo
Si quieres navegar por el Amazonas, pero no tienes tiempo o ganas de pasar varios días en un carguero entre Belém y Manaus, siempre puedes contratar un paseo en barco privado por la Amazonía desde Manaus. Echa un vistazo aquí a los precios y características.
A quién encontrarás en una travesía por el río Amazonas
En el barco, que es prácticamente de carga salvo porque parte de la carga somos humanos, se encuentran representadas muchas categorías de personas. En los nuestros, el N/M Rodrígues Alves IV entre Belém y Santarém–¿qué habrá sido de los tres anteriores? visto el estado de éste puede que hayamos pasado por encima de sus predecesores en algún punto del río–, y el Golfinho do Mar entre Santarém y Manaus, también.
Viajeros románticos
Jóvenes, y no tan jóvenes, que, atraídos por la idea de aventura y de autenticidad de la experiencia, viajan rodeados de hamacas –incluso por arriba y por abajo, nuestro barco iba a rebosar–, de ruidos, de humedad, de olores… Luchando por utilizar el único enchufe disponible de la cubierta.
Locales
La mayoría. Si bien los billetes de avión de Belém a Santarém y a Manaus comprados con meses de antelación tienen precios inferiores a los de la hamaca –al menos inferiores a los que nos piden a los turistas–, no será fácil planificar un viaje con tanta antelación, ni cada pueblo tiene su aeródromo. Otro tema es el equipaje: imposible de facturar por peso, volumen… Vimos embarcar motos, lavadoras, microondas recién comprados… En esta categoría encontramos desde familias completas a un grupo de forró que iba a dar un concierto, pasando por gente que viaja por trabajo –sí, no todos los que viajan por trabajo lo hacen en avión, hay muchos pequeños aeródromos a lo largo del río, ni en camarote–.
Locales, pero con ganas de intimidad
Brasileños que, bien sea por trabajo –conocimos a un camionero, que tenía el camión en una balsa remontando el río empujada por un barco–, bien sea por la cantidad de equipaje, bien por no tener el viaje previsto con suficiente antelación, bien por llevar perro, o simplemente porque no les guste volar, no usan el avión pero tampoco una hamaca. Para estos, el N/M Rodrígues Alves IV cuenta con cinco camarotes de dos y cuatro plazas, con aire acondicionado y enchufes, son la primera del barco, aunque compartan los baños con los otros 250 pasajeros de las hamacas. El Golfinho do Mar tenía más, dos incluso con baño privado, y todos los demás compartían un baño distinto al de los pasajeros de las hamacas.
Viajeros más prácticos que románticos
Sólo nosotros entramos en esa categoría en nuestro «crucero amazónico«. La idea de navegar el río Amazonas estaba entre los puntos fuertes de nuestro #LatTrip, e, inicialmente, era en hamaca como nos proponíamos hacerlo. Pero los casi cien días de viaje –los cumpliríamos entre la primera y la segunda travesía, en Alter do Chão–; leer que los barcos van siempre abarrotados con hamacas por encima y por debajo de la tuya; y la dificultad para encontrar una hamaca con mosquitero –incluso la buscamos en Madrid antes de salir– nos llevaron a decidirnos por un camarote/cabina.
Intimidad –aunque fuimos en un camarote de cuatro plazas entre Belém y Santarém los otros dos no se presentaron, entre Santarém y Manaus era de dos–, seguridad –Brasil y sus paranoias con los robos de equipaje–, sin mosquitos –contábamos con aire acondicionado, aunque no se podía regular– y los enchufes que encontramos, fueron las mejores razones.
Barcas que se acercan
Lo que uno imaginaba como lugar aislado y casi deshabitado se muestra lleno de pequeñas casas en las orillas del río principal y sus canales. De esas casas, que sí que están aisladas, salen barcas en cuanto se oye el barco. Las madres, las abuelas y los niños se acercan a la espera de las bolsas con ropa usada o cualquier otra cosa que les lancen. Impresionante la puntería para que caigan en la barca y no en el agua.
Qué encontrar en una travesía por el río Amazonas
Si pensáis que por ir en camarote perdimos la esencia del viaje, no lo creáis: la vida se desarrolla en la cubierta superior –en la zona que dejan libres las hamacas– junto al bar. Es allí donde se charla, donde se canta, donde se toca y donde se baila –el grupo de forró comenzó su concierto en el barco–, y es allí donde pasamos la mayoría del tiempo. Sólo la noche y algún descanso, cuando el calor o la lluvia apretaban, nos devolvían al camarote que actuaba como remanso de paz y nevera.
Vistas impresionantes de las márgenes de los muchos ríos y brazos del Amazonas –al remontar el río el barco va más cerca de la orilla donde hay menos corriente–, charlas con otros pasajeros, partidas de cartas –en el camarote, porque está prohibido jugar en el barco–… una experiencia comparable al Camino de Santiago, pero más descansada. Aquí también se puede encontrar el «amor» –largo o corto–, es posible ligar en un barco con hamacas.
No era la época, o eso decían los demás pasajeros, pero asistimos a tormentas impresionantes: cortinas de agua que no permitían ver más allá de cuatro o cinco metros, por suerte de poca duración. Disfrutamos de atardeceres y amaneceres de los más impresionantes que hemos visto nunca, además de una cantidad increíble de relámpagos todas las noches, tan lejanos que no se llegaba nunca a oír el trueno.
Otra de las cosas que encontrarás y que te sorprenderán es la cantidad de carga que puede llevar un barco de tres cubiertas. En cada uno de los pueblos del camino, salían cientos de latas de cerveza, plátanos, envases de leche en polvo, pollos congelados, cosméticos… más de una hora en cada puerto de precisa coreografía de los descargadores que son capaces de hacerlo con los ojos cerrados y a altas horas de la noche.
Cuánto pagar por una travesía por el Amazonas
El precios del pasaje es una incógnita. Desde el momento en que el vendedor callejero –puesto justo en la entrada del puerto, en el CDP-Companhia das Docas do Pará– nos mostró la tabla de precios oficiales de la travesía de Belém a Santarém, ya nos ofreció un descuento de R$200 –unos 65-70€– en la cabina para dos personas. Cuando volvimos al día siguiente a comprarlo nos dijo que ya no quedaban. Nos había avisado el día anterior, al tiempo que nos rebajaba el precio de R$800 a R$550, lo que nos hizo pensar que era una estrategia de ventas. Ya sólo quedaban camarotes para cuatro y el precio era de R$500 –que llegó a R$480 tras una dura negociación–. ¿Precio real? ¿Precio turista? ¿Barato?… Barato no, porque la relación calidad/precio es mala, pero no hay más opción y, si quieres hacerlo tienes que pasar por el aro –la hamaca la dejaba en R$150, pero conocimos a gente que pagó R$180, R$160…–. Por suerte no se aprovechan demasiado.
El trayecto de Santarém a Manaus tuvo menos posibilidad de regateo: compramos el billete en el mismo puerto nada más bajar del barco que nos acababa de llevar hasta allí y antes de salir hacia Alter Do Chão. Un camarote doble salió por R$450.
Eso sí, las que se aprovechan, y mucho, son las agencias de viaje. Ni se os ocurra comprarles el billete porque os cobrarán más del doble. Los vendedores callejeros alrededor del puerto llevan chalecos identificativos de la empresa para la que trabajan y son seguros.
Comida en una travesía por el Amazonas
Los barcos cuentan con cocina de plato ejecutivo –platos de carne o pollo acompañados por los omnipresentes arroz, judías, harina de yuca y espaguetis malos y demasiado cocidos–. Ya estábamos un poco saturados del plato ejecutivo y habíamos leído que durante los tres días de travesía –de Belém a Santarém– y los dos –de Santarém a Manaus– no cambiarían mucho, así que, antes de salir de Belém pasamos por un supermercado a hacer la compra: patés, crackers –no podían faltar en esta parte del viaje–, un salami, galletas de chocolate y una garrafa de agua –en el barco hay agua gratis pero es mejor tener cuidado–.
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