Aún a riesgo de parecer unos auténticos haters –lo que podría traducirse por quejica o, más coloquialmente, “a estos es que no les gusta nada”– hemos decidido que ya iba siendo hora de contar todas las cosas, situaciones o platos de comida que no nos gustan y con las que tenemos que “lidiar” muchas veces en los viajes. Hoy vamos a desmontar unos cuantos mitos del “viajero”, lo sentimos: no nos gustan un montón de cosas. Pero tranquilos, casi seguro que somos unos bichos raros… los mitos no están ahí para romperlos.
Si te gusta viajar te tiene que gustar la fiesta
¿Dónde está la marcha en Roma? ¿Cuál es la mejor discoteca de Gandia? ¿El mejor garito de Praga?
Sí, como has estado en un montón de sitios tienes que conocer la fiesta de todas las ciudades del mundo. Sorpresa: no nos gusta salir de noche. Pero no es algo que nos pase sólo estando de viaje: te pegas todo el día la paliza visitando museos, andando por las ciudades o moviéndote en transporte público y lo que menos te apetece por la noche es alejarte de esa cama que te pone ojitos nada más llegar al hotel. Cuando estamos en casa tampoco nos llama particularmente la atención.
Foto de Radu, “robándole” la cámara al fotógrafo de #enjoyBucharest Alin Popescu
Lo sentimos, no podemos dar consejos sobre el mejor bar de copas de Salvador de Bahía, el mejor local para bailar salsa de Cartagena de Indias o el local más in de Varsovia.
Playas, piscina, ¡Sol!
Tumbarse en la arena de una playa paradisiaca y ver el tiempo pasar…
Será algo que le gustará a mucha gente pero que no es para nosotros. Nos estresa, nos quema… ¡no nos gusta, vamos!. Si la playa es paradisiaca –y mira que hemos visitado unas cuantas así en Australia, Brasil, Colombia o en la misma España– al menos te evitas la aglomeración, los niños jugando con la arena –cuidado con meter el pie en uno de sus agujeros trampa–, la música de la parejita de al lado, el olor a comida del almuerzo familiar… pero lo que no desaparece es la arena que se mete por todas partes y pica o la misma sal que se queda en la piel y la reseca. Salvando la arena y la sal, todo lo demás te lo encuentras también en una piscina, multiplicado por mil.
Nadar bien, gracias, pero eso: nadar. Lo de tumbarse a la bartola o el vuelta y vuelta al Sol es demasiado. Doctor, ¿es grave? Ver atardecer sobre el mar, ver amanecer, disfrutar del sonido de las olas –sin música, por favor–… todo eso nos encanta y seguimos visitando playas por el mundo para disfrutar de ello. Doctor, ¿hay salvación?
¿Una cervecita al llegar?
Después de 14 horas de autobús nada como una cervecita fresca…
Pues no, después de 14 horas de autobús nada como tumbarse con los pies en alto para que baje la hinchazón de los tobillos. La vida no es mejor cuando se tiene una cerveza en la mano, al menos para nosotros. Sin embargo, la cultura asociada al mundo de la cerveza nos encanta: visitar cervecerías, aprender de los distintos procesos de fabricación, conocer su historia… incluso podemos llegar a hacer catas, pero a la hora de tomar algo no se nos ocurrirá pedir una cervecita.
Hemos pasado por Bélgica, República Checa, Alemania e Irlanda, además de vivir en España –que no se caracteriza por ser país productor pero sí consumidor– y visitado cervecerías en todos… visitado.
¿Qué vino quieren para comer?
¿Cómo te vas a comer un chuletón sin una copa de vino?
Pues bebiendo agua. Así de simple. A estas alturas ya no habrá nadie que no se haya dado cuenta de que se nos podría considerar “raros”: no gusta salir de fiesta, no nos gusta la cerveza y, además, tampoco el vino. ¡Lapidadnos! He leído que habéis visitado bodegas en Sudáfrica, en Chile, en Argentina, en Francia, en España… ¿me habéis mentido? ¡No! Igual que con la cerveza, la cultura del vino nos encanta y no hemos dejado pasar nunca la ocasión de visitar una bodega.
No preguntes cuál es el mejor año de los vinos de Burdeos o la mejor cosecha de la zona de Mendoza… no lo sabemos.
Que no cunda el pánico, siempre que nos quedará el alcohol
Ron con cola, gin tonic, whisky con hielo… ¿qué queréis?
Será un zumo natural o un smoothie y agua sin gas –el zumo/smoothie para Sara y el agua para mí–. ¡A lo loco! Alguno ya lo veía venir: no les gusta la fiesta, no les gusta la cerveza, no les gusta el vino… tampoco les gustarán las bebidas espirituosas. ¡Premio! Más raros cada minuto que pasa: no bebemos alcohol en general. ¿Cómo se te quedó el cuerpo?
Para que el cuerpo siga loco, tampoco bebemos refrescos con gas. ¿Frikis? Mucho. ¿Qué placer puedes sentir en notar cómo se te llena el estómago de burbujas?
¿Un café?
Sin un café por la mañana no soy persona.
¿Una italiana que no bebe café? No exactamente, Sara es una italiana que sólo bebe café en Italia –tampoco come pasta o pizza en restaurantes que no sean italianos de verdad–. En mi caso, ¿un español que no bebe café? Pues sí, pero no lo bebo en ningún país.
La típica tapa de aceitunas
¿Unas aceitunas? Sí, por favor, exprimidas y con pan.
Súmmum de la rareza para una italiana y un español: no nos gustan las aceitunas. Nos encanta el aceite de oliva, pero si nos ponen un plato de aceitunas de entrante se van a quedar ahí.
¿Que no comes qué?
Bienvenido a mi caballo de batalla. Ser vegano es cada día más fácil. Bueno, no me refiero a que sea fácil encontrar un restaurante en cualquier lugar del mundo en el que poder comer siendo vegano o incluso vegetariano. Me refiero a decirlo, a que la gente sepa lo que es y te entienda. Ahora bien, diles que no te gustan ni la fruta ni la verdura ni el marisco y ya verás la cara que ponen y las preguntas que surgen.
Entonces, ¿qué comes? ¿Sólo comes carne? Mi solidaridad con los veganos que han estado años explicándose hasta que la gente ha entendido que, además de carne, hay cientos de alimentos. Sorpresa, además de fruta, verdura y marisco, también hay cientos de alimentos: pastas, legumbres, cereales… y carne. Tampoco digo que no pueda comer algo con verdura, pero si es el ingrediente principal no me va a gustar y ¿qué necesidad hay de pasarlo mal?
Antes de que ninguno se preocupe, mis últimos análisis de sangre muy bien, gracias. El colesterol por debajo del mínimo. ¡Ah! a Sara le encantan todas las verduras, come fruta sin parar y los platos de marisco para dos es ella la que los acaba. Eso sí, tiene el colesterol alto…
Eso es como montar en bici, nunca se olvida
¿En qué momento decidieron todas las ciudades del mundo que la mejor forma de moverse por ellas era en bicicleta?
Montar en bici no se olvida nunca… cuando lo has aprendido alguna vez. Lo he dicho muchas veces y lo vuelvo a repetir: no sé montar en bici. Dejo un rato para el pensamiento de “Pobre, no ha tenido infancia” de rigor. ¿Ya? Bueno, pues eso. No aprendí a montar en bici cuando era niño y ahora, ya con una edad, sigo sin saber.
¿Te caes? ¿No puedes mantener el equilibrio? Si es muy fácil ¿Te pongo unos ruedines? No me caigo necesariamente –aunque más de una vez ha pasado–. Puedo mantener el equilibrio siempre que sea en línea recta, muy recta. No soy capaz de girar en bici, pie a tierra, mover la bici y volver a la línea recta en la mejor de las circunstancias. Cuando hay un obstáculo en el camino, elegir si pasar por la derecha o por la izquierda me lleva, en un alto porcentaje de ocasiones, a chocar con él. Y los ruedines se los pones a quien yo te diga.
La bici no hace lo que yo le digo, yo hago lo posible por aceptar lo que la bici decide y no caerme. Lo siento, no voy a meterme por un carril bici de Holanda rodeado de más bicis, cruzándome con coches y autobuses y esquivando personas. ¿Quieres que muera?
Un paseo en canoa
¿Quién no es capaz de mover un kayak remando?
Sara. Esta vez no soy yo el raro, que ya estaba siendo excesivo el linchamiento al que me estaba sometiendo. La frase “es que no tengo fuerza en los brazos” es su leitmotiv. Le sirve para remar en kayak, para trepar por una pared, para subir por una cuerda… y ¿quién acaba remando por dos, empujando o tirando? Sí, yo.
¿Somos muy raros/haters o tú también coincides con nosotros en alguna de nuestras “limitaciones”?