Al compás del chacachá, del chacachá del tren… Tendrás tiempo de recordar esa canción y todas las que conozcas sobre trenes. Te proponemos recorrer la línea de vía estrecha más larga de Bulgaria. Pero no lo hacemos por el récord, que no es el único que ostenta, lo hacemos porque se trata de una ruta paisajística que nos dejó pegados a las ventanillas durante más de cuatro horas. Tanto nos gustó, que la incluímos en nuestras cosas que hacer y que ver en Bulgaria. Hablamos del recorrido del tren a Bansko, en mitad de los Balcanes.
Prepárate para un viaje en el que no te vas a estar quieto. Saltarás de lado a lado del vagón para mirar por las ventanillas. Ventanillas o casi marcos de foto con una sucesión de paisajes cambiantes. Cuatro horas y media en las que te enamorarás de los raíles y no querrás volver a viajar de otra forma más que en tren.
¡Viajeros, al tren! Pero, antes, recuerden leer nuestros consejos para viajar a Bulgaria.
El tren a Bansko: la ruta panorámica en tren por los Balcanes
La ruta panorámica por los Balcanes búlgaros comienza en Septemvri, aunque es más conocida por su destino final, una estación de esquí muy popular en el país. Bienvenidos al tren a Bansko, 114 km de vía entre montañas.
Antes de nada, hay formas más rápidas de llegar. El viaje por carretera es de poco más de una hora y media. Así que no nos sorprendió nada ser los únicos pasajeros de todo el vagón en Septemvri –el tren tiene cuatro vagones más la locomotora–. ¿Cómo descubrimos nosotros el tren a Bansko? Por una pequeña nota en la Lonely Planet de Bulgaria. Una que decía “si no se tiene prisa…”. Y allá que fuimos nosotros, que lo que teníamos era un mes para recorrer el país.
Saltaconmiconsejo
Si no lo hubiéramos visto ni nos plantearíamos decirlo, pero… Por favor, no tires nada desde el tren. En algunos tramos las botellas, de plástico y de cristal, y los envoltorios de comida a los lados de las vías nos recordaron que los humanos seguimos siendo muy poco respetuosos con nuestro planeta.
Un documental de naturaleza por las ventanillas del tren
Partimos de Septemvri entre la niebla, casi sin distinguir las casas de la pequeña ciudad entre Plovdiv y Sofía. El día no prometía nada, parecía que habían colocado una capa de algodón de azúcar en las ventanillas del vagón…
Se levanta el telón
El tren se fue internando en la naturaleza de los Balcanes. En los valles entre las montañas, donde la niebla no llegaba, encontramos ríos llenos de fuerza en pleno diciembre. Una promesa de la velocidad y el caudal que alcanzarían en la época del deshielo. Empezamos a movernos de un lado a otro del vagón al ritmo que el tren cruzaba los ríos y dejaba a derecha e izquierda las paredes de roca viva. Más de una vez, en las curvas cerradas, tuvimos la sensación de que esta o aquella piedra iba a abrir el vagón como si fuera una lata de sardinas.
No sabemos de dónde apareció una viajera más en nuestro vagón, ¿habría subido en alguna de las paradas en mitad de la nada? El caso es que ella, que parecía haber hecho más veces ese trayecto –además de hablar en perfecto búlgaro con el revisor–, abrió la ventanilla junto a su asiento para asomarse sin “filtros” al paisaje. ¡Se podían abrir! Al segundo siguiente nosotros también las teníamos abiertas y las cámaras empezaron a asomarse al exterior para sacar la típica foto de la curva del tren.
La niebla había quedado sujeta por las cimas de las montañas y ante nosotros aparecían bosques de colores rojizos en contraste con el verde intenso del vagón. Como si quisiera llamar a esas nubes altas, el tren iba soltando vapor por la parte inferior tapando las vías. ¿Habíamos despegado del suelo y ahora recorríamos los Balcanes flotando? Las paradas en estaciones de edificios abandonados y casi destruidos nos provocaban tanta admiración como la propia naturaleza. Nos preguntábamos en qué momento de la historia habría tenido sentido hacer aquel apeadero, hoy casi destruido, y si, acaso en verano, llegaría todavía alguien hasta allí con la intención de subir al tren.
Avramovo, la cima del tren a Bansko
Poco menos de tres horas después del comienzo del espectáculo, llegamos a la estación de Avramovo. Dicho así no tiene más interés que las once anteriores, pero Avramovo es el otro récord del tren a Bansko: es la estación de tren a mayor altura de los Balcanes, a 1.267 msnm.
Como si del descanso en un cine cuando proyectan una película larga –la nuestra era de cuatro horas y media– se tratara, el tren paró un rato en Avramovo. En cuanto se volvió a poner en marcha, nos preguntamos si no habrían aprovechado ese tiempo para cambiar el decorado…
Cambio de escenario
El rojo de las hojas de los árboles sobre el suelo dejó su lugar al blanco inmaculado de la nieve. Llanuras nevadas se extendían a los lados del tren. Los árboles que se atrevían a abrir la capa de nieve nos recordaban a árboles de Navidad con sus ramas cargadas de agujas. Como si el blanco solo pudiera compartir protagonismo con colores fríos: el verde apagado de los abetos, el gris de los troncos y el negro de las rocas que todavía se asomaban en el camino y de los túneles por los que seguía internándose el tren. Túneles que parecían, desde nuestros asientos, un poco más estrechos de lo que deberían…
Aquella niebla que nos acompañó en nuestra partida desapareció por completo, pero la vista desde las ventanillas –ahora menos abiertas porque el frío era más intenso– no llegaba a kilómetros de distancia. Una nevada como solo habíamos visto en películas nos la bloqueaba. No hemos disfrutado de una nevada intensa dentro de una cabaña con chimenea, pero la calefacción del tren y la nevada por las ventanillas no debe ser una mala comparación.
Entre los enormes copos aparecían, como queriendo recordarnos que todavía estábamos en el “mundo real”, casas aisladas. Si los apeaderos de las paradas anteriores nos llevaron a preguntarnos si se usarían en algún momento, las casas nos multiplicaron la duda: ¿viviría alguien ahí? ¿en invierno?
Unas cuatro horas y media después, bajó el telón con nuestra llegada a Bansko. Salimos del calor de nuestro vagón al frío de un andén y una ciudad cubiertos por la nieve y el hielo. Helados, pero con una sonrisa y unos recuerdos que nos convencieron de que había merecido la pena.
¿Cómo ir en tren desde Septemvri a Bansko?
Si tú también dispones de unas cinco horas y quieres disfrutar de la sesión continua por las ventanillas del tren a Bansko, te contamos cómo hacerlo. Puedes comprar el billete completo en la estación de tren de Plovdiv, tienes los horarios en español en la página de Deutsche Bahn. Los horarios, pero no los precios: nosotros pagamos 19 BGN entre los dos en diciembre de 2018. El trayecto de Plovdiv a Septemvri dura una media hora y hay veinte trenes al día. Una vez en Septemvri tendrás que cambiar de tren.
De Septemvri a Bansko hay cuatro trenes al día, confirmalo en la web. Nuestro consejo es que reserves en el que te permita disfrutar del paisaje durante todo el recorrido. Comprueba las horas del amanecer y atardecer en el momento en que viajes a Bulgaria porque no querrás que se apaguen las luces a mitad de “película”.
Una vuelta por Bansko
Casi con seguridad tendrás que hacer noche en Bansko. Nosotros llegamos justo antes del atardecer y se hizo noche cerrada antes de entrar en el hotel. El Salena Boutique Hotel, un poco alejado del centro pero relativamente cerca de la estación de tren –andar sobre el hielo con las mochilas no era buena idea– y con un pequeño spa del que disfrutamos nosotros solos. Creemos que no había más huéspedes…
A la mañana siguiente, aprovechamos para dar una vuelta por la ciudad, no habíamos viajado hasta allí para esquiar. Descubrimos los picos nevados de las montañas casi en la calle principal de la ciudad. Una sensación extraña, pero conocida: las montañas estaban tan cerca como las rocas lo estaban el día anterior en el tren.
Date una vuelta por el casco histórico, con su iglesia de Sveta Troitsa y los monumentos que recuerda el levantamiento búlgaro como en Koprivshtitsa, y come en alguna de sus mehana –restaurantes con comida tradicional, decoración típica y música en vivo–. Nosotros lo hicimos en la Mehana Dedo Pene, aunque, en pleno diciembre pero todavía sin ser época de esquí, no hubo música en la cena. Comida deliciosa y contundente para recuperarnos del frío y, como en toda Bulgaria, muy económica.
Qué gusto da viajar cuando se va en expres… o en el tren a Bansko.
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