La imagen de un castillo-palacio sobre el río Cher –aunque, lo más seguro es que no supieras el nombre del río– es una de las postales clásicas de Francia. No en vano, hablamos de uno de los castillos imprescindibles del valle del Loira. Vale, el río del castillo es el Cher, pero sigue estando en el valle del Loira: es uno de sus afluentes. Hablamos del fabuloso castillo de Chenonceau, el Châteua de Chenonceau, que parece flotar en el Cher como si de una ilusión óptica se tratara.
A primera hora, al atardecer, en la hora azul… desde el jardín, desde el mirador, desde la entrada… el castillo de Chenonceau dejó una impresión indeleble en nuestra memoria y seguro que lo hará también en la tuya. Una pequeña –sí, el castillo no es muy grande, aunque los terrenos que lo circundan sí lo sean– joya que no debería faltar en tu viaje al valle del Loira. Y esto es bien sabido por los turistas, que lo han convertido en el monumento histórico en manos privadas más visitado de toda Francia.
Saltaconmiconsejo
Chenonceau es una de las joyas del valle, pero no la única. Echa un vistazo a nuestra ruta en coche por los castillos del valle del Loira para organizar tus visitas. Y, para ayudarte con la elección de alojamiento: Hoteles con encanto en el Valle del Loira.
Un poco de historia del château de Chenonceau: el castillo de las mujeres
El castillo de Chenonceau tiene como sobrenombre “castillo de las mujeres” o “de las damas” porque a lo largo de la historia han sido en su mayoría mujeres las responsables de su esplendor actual. Comenzando por Katherine Briçonnet, la esposa de Tomás Bohier –cobrador de Francisco I, el constructor del castillo de Chambord–, que se encargó de las obras iniciales del château a principios del siglo XVI.
El hijo de Tomás Bohier tuvo que cederlo a Francisco I como compensación: su padre había sido acusado de malversación. Chenonceau pasó entonces a manos de la corona francesa y las mujeres siguieron embelleciéndolo. Enrique II, hijo de Francisco I, se lo regaló a su favorita –en aquella época las amantes reales no se escondían–, Diana de Poitiers.
El castillo de Diana de Poitiers, el origen del puente
Cuando Diana de Poitiers tomó posesión del castillo, en 1547, buscó mostrar su poder como favorita del rey y rentabilizarlo. Lo amplió para tener sala de recepción y diseñó sus jardines, entre los más espectaculares de la época. Respecto a rentabilizarlo, pensó en levantar granjas, plantaciones de árboles frutales y viñedos.
Diana de Poitiers decidió también construir un puente sobre el río para poder ir a cazar a la otra orilla. Sí, la imagen que se ha quedado grabada en tu mente es debida a una casualidad: la favorita del rey no quería ir hasta el siguiente puente sobre el río y decidió construir uno detrás de su castillo.
La muerte del rey, y la recuperación del castillo por Catalina de Medici, la esposa de Enrique II, obligó a interrumpir las obras.
El castillo de Catalina de Medici, el centro del poder de Francia
Catalina de Medici siempre había querido para ella el castillo de Chenonceau así que una de las primeras cosas que hizo a la muerte de su marido fue expulsar a su amante y recuperarlo. Ojo, que expulsó a Diana de Poitiers pero, a cambio, le dio el castillo de Chaumont-sur-Loire, tampoco quedó en la indigencia.
A Catalina le gustó la idea del puente sobre el río, pero le dio un toque mucho más palaciego construyendo sobre él una galería de dos plantas que servía como sala de baile, recepción y fiesta. Desde Chenonceau controló el destino de Francia durante sus tres regencias.
Luisa de Lorena, la última reina en Chenonceau
De blanco riguroso –el color del luto en la Corte de la época– por el fallecimiento de su marido Enrique III –uno de los hijos de Catalina de Medici– pasó Luisa de Lorena sus últimos años encerrada en el castillo de Chenonceau. Fue la última reina que ocupó sus salas.
El castillo de Louise Dupin y la Revolución Francesa
El castillo de Chenonceau recuperó su esplendor con Louise Dupin en el siglo XVIII. Montesquieu, Voltaire o Rousseau eran habituales en sus tertulias. Su amistad con estos personajes le ayudó a salvar el castillo de la Revolución Francesa.
El castillo de Marguerite Pelouze, el siglo XIX
Marguerite Pelouze decidió devolver el castillo de Chenonceau a la época de Diana de Poitiers… aunque acabó arruinada y malvendiendo el castillo. Para llevar a cabo esta “restauración” contrató al arquitecto Roguet, un discípulo de Viollet le Duc, el de Carcasona.
El castillo de Simone Menier, el hospital de la Primera Guerra Mundial
Durante la Primera Guerra Mundial, la galería del château de Chenonceau funcionó como hospital gracias al dinero de la familia de chocolateros Menier. Por allí pasaron 2.254 heridos. Simone Menier era la enfermera jefa y la administradora del hospital. Se cuenta que los heridos pescaban en el río Cher desde las ventanas de la galería.
La visita al castillo de Chenonceau: el interior, las salas, los jardines…
Tómate tu tiempo. Aunque he dicho que el castillo en sí mismo no es muy grande, todo lo que rodea al château de Chenonceau es fastuoso. Nosotros llegamos a primera hora, para evitar en lo posible la mayor afluencia de turistas –recuerda, el monumento privado más visitado de Francia– y, nada más llegar, entramos al castillo, dejando los jardines y resto de espacios para después.
Visitando el interior del castillo
Antes de entrar en el castillo propiamente dicho, se llega a una explanada sobre la que se levanta una torre del homenaje junto a un pozo. Bohier y su esposa derribaron la fortaleza de los Marques que se encontraba en esa explanada, conservando la torre y el pozo. Sí, esa torre que parece perdida, como olvidada en una esquina de la entrada, es lo más antiguo del castillo. Y, si la antigua fortaleza estaba en la explanada de entrada, ¿qué había en el emplazamiento del actual castillo? Pues un molino fortificado. Uno de los castillos más impresionantes del valle del Loira se alza sobre los cimientos de un antiguo molino.
Planta baja
Entramos en el castillo y nos sumergimos en el lujo del Renacimiento francés. La primera sala con la que nos encontramos fue la de guardia. Estamos seguros de que, en el momento en que la guardia estaba aquí, la decoración era más austera. Hoy, tapices flamencos –¿habrán pasado ya por De Wit?– cuelgan en sus paredes y bargueños góticos y estilo Renacimiento –donde se guardaban la plata y los tapices que acompañaban a la Corte de un palacio a otro– decoran la estancia.
¿Sabías que…?
En la puerta de roble se puede leer la divisa de Tomás Bohier: “S’il vient à point, me souviendra”. Algo así como: Si consigo construir Chenonceau, se acordarán de mí. Y vaya que… no. El castillo se recuerda, pero el nombre de Bohier sólo de refilón.
A continuación visitamos la capilla. Durante la Segunda Guerra Mundial el castillo sufrió pocos daños –aunque los alemanes estuvieron a punto de destruirlo por completo–. Las partes afectadas fueron el techo de la galería y las vidrieras de la capilla: la decoración más nueva del castillo –exceptuando las flores que cambian cada día–.
Siguiendo el recorrido, llegamos al aposento de Diana de Poitiers que está decorado con un retrato de… Catalina de Medici –la rivalidad de las dos mujeres llega hasta hoy en día–. En la chimenea y el techo se aprecian las iniciales de Enrique II y de Catalina de Medici, H –en francés Henry– y C. Una curiosidad: la unión de las iniciales da lugar a una D, que podría ser de Diana de Poitiers. La cama con baldaquín y el resto del mobiliario, los tapices flamencos y hasta una virgen de Murillo nos dejaron con la boca abierta… y no había hecho más que empezar. Estaba claro que el interior rivalizaba con el exterior en belleza.
Las salas siguientes, el gabinete verde y la biblioteca, fueron el centro del poder de Catalina como regente de Francia. En el gabinete, las únicas iniciales son las suyas: dos C entrelazadas –nada de juegos con la D–. Cuadros de Tintoretto, Jordaens, Ribera, Veronese o Van Dyck decoran el gabinete. El techo artesonado de la biblioteca se considera uno de los primeros de este estilo de Francia.
Del aposento de Diana a través de un pasadizo se llega a la galería. Estábamos solos sobre ese tablero de ajedrez que forma el suelo blanco y negro de 60 metros de largo y 6 de ancho. Un espacio diáfano que, por su elegancia, cuesta imaginar lleno de camas de hospital y de heridos…
¿Sabías que…?
Durante la Segunda Guerra Mundial, el río Cher era la línea de demarcación que separaba la zona ocupada de la libre. La galería sobre el río permitió a la Resistencia francesa pasar a mucha gente a la zona libre. Por este motivo, una batería alemana estuvo preparada para destruir el castillo en cualquier momento. Por suerte, no llegó a hacerlo.
Todavía en la planta baja quedaban por visitar el salón Francisco I –con una espectacular chimenea del Renacimiento– y el salón Luis XIV –con un retrato del rey para recordar su paso por el castillo–. De nuevo en el vestíbulo, se llega a la escalera de subida. No podíamos evitar pararnos a cada paso para fijarnos en todos los detalles: mobiliario, decoración, suelos, techos…
Las cocinas de Chenonceau
Un palacio acostumbrado a organizar fiestas, bailes, encuentros… necesitaba unas cocinas a la altura. Las de Chenonceau, en el sótano del castillo, justo sobre el río, lo están. La colección de más 150 piezas de cobre que cuelgan de las paredes fue lo primero que nos llamó la atención. Pero hay mucho más: bombas de agua –el riesgo de inundación era, y es, constante–, tajos para cortar la carne y ganchos para colgarla, neveras… Y, sobre todo, la enorme chimenea del siglo XVI, la más grande del castillo.
La mercancía llegaba en barco: hay una plataforma entre los pilares del antiguo molino que hace las veces de muelle. Esta plataforma se conoce también como “baño de Diana” porque se dice que aquí se bañaba en el río… mucho valor había que echarle.
Planta alta
La escalera que lleva a la planta superior es una de las primeras no de caracol de Francia. Es recta o de rampa sobre rampa.
En la primera planta nos recibe el vestíbulo de Katherine Briçonnet, la esposa de Tomás Bohier, con más tapices flamencos y ostentación. Estaba claro que el lujo también había subido las escaleras como nosotros. Pasamos a la zona de aposentos: el de las cinco reinas, el de Catalina de Medici, el de César de Vendôme y el de Gabriela de Estrées. A cuál más decorado con infinidad de obras de arte.
¿Sabías que…?
El aposento de las cinco reinas se llama así en recuerdo de las dos hijas y las tres nueras de Catalina de Medici que pasaron por el Château de Chenonceau. Sus hijas: la reina Margot (casada con Enrique IV) y Elizabeth de Francia (casada con Felipe II de España); sus nueras: María Estuardo (casada con Francisco II), Elizabeth de Austria (casada con Carlos IX) y Luisa de Lorena (casada con Enrique III).
En la planta alta de la galería se encuentran una colección de pinturas, tapicerías, muebles y objetos de arte, un gabinete de curiosidades y documentos y archivos históricos del castillo. Es curioso ver imágenes de la evolución del château. Incluso hay una con una góndola, llevada a Chenonceau desde Venecia en el siglo XIX, navegando por el río.
Segundo piso
En la última planta, el vestíbulo da paso al aposento de Luisa de Lorena. A pesar de vestir de blanco riguroso, las paredes de su estancia son negras y están decoradas con símbolos de duelo: plumas, lágrimas de plata, palas de enterrador, cordones de viuda y coronas de espinas. Un lugar extraño donde la belleza compite con el deprimente, y un poco tétrico, ambiente.
Exterior del castillo de Chenonceau
De vuelta al exterior, al aire libre sin tapices ni cuadros, la rivalidad de las dos grandes damas de Chenonceau sigue presente en los jardines. El jardín de Diana –el más grande, 12.000 m2– con sus ocho triángulos de césped y un chorro de agua central. Y el jardín de Catalina –de 5.500 m2– con cinco paneles de césped y un estanque central. Nuestros conocimientos de botánica dejan mucho que desear, pero eso no nos impidió pasear por ellos disfrutando de su simetría y sus colores. Un plus: las vistas del castillo desde los dos –a cada uno de los laterales– son preciosas.
La granja que proyectó Diana de Poitiers hoy muestra también las cuadras de Catalina de Medici. En sus establos se encuentra la galería de los carruajes nobles y rurales. Una mezcla de ostentación y de utilidad práctica. También en la granja, hay una recreación del hospital de campaña que ocupó la galería durante la Primera Guerra Mundial.
En la zona de la granja se encuentra el taller floral. Tanto si eres observador como si no, te darás cuenta de la cantidad de adornos florales que hay en el interior del castillo. Dos floristas trabajan en el taller a tiempo completo, y es posible verles trabajar por la ventana. ¡Incluso “las tripas” del castillo forman parte de la visita!
Antes de que preguntes: las flores con las que trabajan también salen de Chenonceau. Junto a la granja, se cultivan un centenar de variedades de flores cuidadas por una decena de jardineros en más de una hectárea de terreno, es el vergel de las flores. ¡Si hasta hay un laberinto!
Datos prácticos para la visita del castillo de Chenonceau: precio, entradas, horarios…
El castillo de Chenonceau se encuentra en la localidad de Chenonceaux, a la que se puede llegar en coche y en tren –hay una parada a menos de un kilómetro del castillo, menos de 500 metros de la entrada al recinto–.
El château de Chenonceau abre todos los días del año, aunque los horarios varían casi cada mes. Te recomendamos que visites su página oficial para confirmar las horas de apertura del día que quieras visitarlo.
El precio de la entrada es de 14 € e incluye una guía de visita –también está en castellano–. Si quieres recorrer el castillo con audioguía, el precio es de 18 €. Puedes comprar tu entrada anticipada y saltarte las colas desde aquí.
Las mejores vistas del castillo: paseo panorámico, barco y kayak
¿Todavía tienes más ganas de castillo? Tenemos la solución: los lugares desde los que tener las mejores vistas del château de Chenonceau.
Más allá de las vistas desde los jardines de Diana y de Catalina, la mejor postal a ras de suelo está al otro lado del río Cher. Hay un mirador al que se llega por una senda que discurre paralela al río. Si no quieres caminar mucho, puedes llegar en coche, por la Route de Tours hasta girar hacia el río por la Rue du Cher. Al final de la calle encontrarás un aparcamiento en la orilla del río. Desde allí te separan diez minutos de paseo, está indicado en Google Maps como Mirador Château de Chenonceau.
SaltaConmiConsejo
Atención, el que avisa no es traidor: en verano, la cantidad de mosquitos que hay en los alrededores del río hacen que pasear por allí al atardecer requiera una cantidad de repelente brutal.
Otra opción para disfrutar de la vista del castillo de Chenonceau es a ras de agua. Dos posibilidades: en barco turístico o en kayak. Íbamos a acercarnos al castillo en kayak pero un desafortunado accidente acabó con mi muñeca inmovilizada, por lo que hubo que caminar. Eso sí, si te lanzas al agua, lleva mucho protector solar, gorro y agua… en verano el sol pega con fuerza.
Tours y excursiones desde París a Chenonceau
Como ya contamos en las mejores excursiones desde París, el valle del Loira es uno de los puntos fuertes desde la ciudad de la luz. Si quieres recorrer un par de castillos, el de Chenonceau y el de Chambord –que compiten por ser los más famosos– en un día y con guía, puedes contratar un tour desde París –aquí puedes ver características y precios–. Si tienes más tiempo y te apetece recorrer más valle del Loira, puedes contratar una excursión a los castillos del Loira desde París.
Restaurantes y hoteles cerca del castillo de Chenonceau
Vaya por delante que hay un restaurante en el interior del castillo… pero no lo probamos. Donde sí cenamos fue en el pueblo, Chenonceaux, en el Auberge du Bon Laboureur que, además de hotel de cuatro estrellas, tiene un restaurante gastronómico –a mí también me extraña la expresión restaurante gastronómico… pero es para indicar que es de platos de alta cocina– y aparcamiento –básico en una localidad tan turística–. Nosotros comimos un pato delicioso y atentos al carro de quesos para el postre, ¡un sueño para unos apasionados del queso como nosotros!
Y, para poder ver el atardecer, la hora azul, entrar al castillo a primera hora… necesitábamos dormir cerca, aunque tampoco demasiado. Nos decantamos por la cercana Civray de Touraine –a dos kilómetros– y dormimos en La Ruelle des jardins. Allí disfrutamos de nuestro apartamento privado completamente equipado –de hecho, con espacio para familias, 75 m2– y, también, con aparcamiento incluido. Sus dueños, Karine y Jean-Philippe, nos contaron que habían comprado la casa y la habían rehabilitado –de hecho siguen trabajando para abrir más apartamentos– con sus propias manos.
Un lugar encantador en el que descansar después del castillo. Sólo hay un apartamento por el momento, así que puede que tengas que echar un vistazo a otros hoteles de Chenonceaux –aquí tienes los precios y disponibilidad– o de la propia Civray de Touraine –aquí–.
Las damas le han dado su forma y han convertido al castillo de Chenonceau en una postal inolvidable del valle del Loira.
¿Quieres viajar al valle del Loira? Aquí puedes hacerlo:
- Escoge el hotel que más te guste al mejor precio en el valle del Loira aquí.
- Alquila el coche en Francia al mejor precio comparando entre varias compañías aquí.
- Las mejores guías del Valle del Loira aquí.
- Contrata tu tour guiado en Francia aquí.
- Contrata tu seguro de viaje con un 5% de descuento aquí.