Cuando nuestro plan de viaje por Brasil saltó por los aires –y eso fue antes incluso de salir de Buenos Aires–, pensamos en darle una oportunidad… aunque sólo fuera por su catedral. Después de ver otros edificios de Óscar Niemeyer en Curitiba y Río de Janeiro la cosa estaba clara: había que viajar a Brasilia. Si eres aficionado a la arquitectura no tienes ni que plantearte la pregunta: Brasilia es un museo a tamaño real de arquitectura contemporánea.
Brasilia, la ciudad inventada
¿Quién puede imaginar que una ciudad de más de dos millones y medio de habitantes esté en un sitio en el que hace sesenta años no había nada? En un país tan grande como Brasil, tener la capital en la costa hacía que el interior estuviera poco “identificado” y aislado del poder, además de ser más pobre. Así que el presidente JK, Juscelino Kubitschek, mandó buscar un lugar para construir la nueva capital en esa parte del país y convocó un concurso para su diseño. Uno podría pensar que, siendo una ciudad tan reciente, esté pensada para los peatones… pues no, tened claro que Brasilia no es una ciudad para pasear. Eso sí, tampoco está pensada para los coches que tienen que recorrer largas distancias para poder cambiar de sentido. Estaba pensada para ser vista desde el aire: el arquitecto Lúcio Costa, el ganador del concurso, diseñó una ciudad-avión.
Hoy en día, con el lógico crecimiento de la capital, parte de esa forma de avión se ha perdido, pero no la belleza de los edificios diseñados por Óscar Niemeyer, amigo de Lúcio. ¿Merece la pena incluir Brasilia en el recorrido? A ver qué piensas cuando acabes de leer…
Nuestra Brasilia
Nuestra experiencia en la ciudad fue mucho más especial que la habríamos tenido si hubiéramos ido simplemente a buscar y fotografiar edificios. Ya hemos dicho en otras ocasiones que en Brasil hicimos mucho couchsurfing y Brasilia fue una parada especial. Nuestros tres días iniciales se acabaron convirtiendo en una semana y porque nos “obligamos” a marcharnos con lágrimas en los ojos cuando nos despedimos de la madre de nuestro anfitrión.
Tuvimos tiempo de pasear la ciudad –sí, ya he dicho que no está pensada para andar, pero eso no nos iba a frenar a nosotros y a nuestro uso del transporte público–, a descansar en la casa, a ver Brasilia de noche, a dibujar la catedral, a cocinar, a ir a restaurantes, a ver un festival en una ciudad cercana… Dicho esto, puede que no seamos del todo objetivos cuando decimos que sí, que hay que visitar Brasilia, pero ya veréis.
Qué ver en Brasilia
La terminal de autobuses de Brasilia no está en el centro, así que la primera imagen que tuvimos de la ciudad fue al bajar en la estación central de metro –una especie de tren de cercanías para conectar las ciudades satélites con Brasilia–. Desde la pasarela de la estación aparece la vista de la explanada de los ministerios, pero antes llaman la atención el museo nacional y la Catedral de Brasilia –uno de nuestros edificios religiosos imprescindibles–, ambos obra de Niemeyer. Esa primera imagen ya pone ante tus ojos muchos de los edificios que ver en Brasilia.
Como si de un imán se tratase, nuestros pasos se acercaron irremediablemente a estos dos edificios sin poder ni querer evitarlo. El museu nacional es una media esfera blanca que parece crecer en el suelo, mientras que la catedral metropolitana… ya os contamos todo sobre ella.
Más adelante aparecen los edificios perfectamente rectangulares y exactos de los ministerios, seguidos del congreso y el senado que delimitan la plaza de los Tres Poderes con la escultura homenaje a los candangos, los constructores de la ciudad que emigraron desde otros estados y que son la base de su población tan mezclada como todo en el país.
Después de haber pasado por Ouro Preto, ver la historia de Tiradentes en el Panteón de la Patria –en la plaza de los Tres Poderes– nos demostraba que Brasil no quiere olvidar sus raíces. Más tarde pasamos también por el memorial de los pueblos indígenas que nos lo volvió a confirmar.
Al otro lado de la estación de metro-tren se encuentra la torre de televisión –la antigua, porque hay una nueva fuera de la ciudad– que funciona como mirador. Subir hasta la plataforma es gratis y es ahí desde donde casi se puede llegar a ver el avión… Es el lugar perfecto para ir tachando los lugares que ver en Brasilia.
Las siete maravillas de la ciudad: el qué ver en Brasilia por los candangos
Pues sí, los propios candangos han elegido su ranking de qué ver en Brasilia: las siete maravillas de su ciudad. Encabeza la lista la catedral metropolitana y después están el edificio del congreso nacional, el palacio de Alvorada –residencia del presidente de Brasil–, el palacio de Planalto –sede del poder ejecutivo–, el templo da Boa Vontade –de la Legión de la Buena Voluntad–, el santuario Don Bosco y el puente JK –de Juscelino Kubitschek–.
El santuario Don Bosco, ¿es Brasilia una ciudad soñada?
Don Bosco, San Juan Melchor Bosco, tuvo un sueño de una ciudad del futuro entre los paralelos 15 y 20 del hemisferio sur junto a un gran lago… Es sutil, pero, para algunos, la ciudad de Brasilia es esa ciudad soñada por Don Bosco en 1883. De forma que su santuario es un edificio a la altura que no hay que dejar de visitar.
Una caja de hormigón creada por 80 columnas y vidrieras con doce tonalidades de azul que convierten el interior del templo en un lugar que transmite la paz de un fabuloso cielo. En el centro del templo cuelga una enorme lámpara de oro y cristal de Murano.
El eje monumental de Brasilia: la explanada de los ministerios, el campo de juego de Óscar Niemeyer
No hay distinción entre los distintos ministerios de Brasil: todos tienen el mismo edificio. Ortoedros perfectos de color gris con amplios ventanales. Para acabar en las dos semiesferas del congreso, la de la derecha, y del senado, la de la izquierda.
Una vez superado el Congreso de la Nación, se llega a la gigantesca plaza de los tres poderes rodeada de edificios obra de Óscar Niemeyer: tanto los edificios del congreso, del senado y las torres entre ellos, como el palacio Planalto y el edificio del tribunal supremo. En la plaza hay un museo subterráneo sobre el diseño de la ciudad con el plano piloto de Lúcio Costa.
El templo da Boa Vontade, una pirámide en Brasilia
Brasilia tiene de todo: desde una enorme estatua de un ciclista hasta templos budistas japoneses, pasando por iglesias católicas y evangelistas y hasta un templo multireligioso: el templo da Boa Vontade, el templo de la Legión de la Buena Voluntad.
Si la catedral metropolitana es un edificio impresionante, el templo da Boa Vontade no se queda atrás con su forma de pirámide abierta de siete caras. Son 21 metros de altura que, en el punto de apertura de sus siete caras, cobijan un cristal puro de 21 kilos, el más grande del mundo. Al tratarse de un centro espiritual abierto a cualquier religión, además de un reclamo turístico en sí mismo, es el monumento más visitado de la ciudad –a pesar de estar un poco alejado del centro, en el borde del ala sur de la ciudad-avión, tienes que incluirlo en tu lista de qué ver en Brasilia–.
En su interior podrás hacer un camino, en el centro de la pirámide, que te liberará de tu estrés, tensión, prisa… y que te ayudará a meditar mientras te acercas al punto exacto en el que se encuentra el cristal. Además, un museo con los objetos donados por todos los países y confesiones religiosas del mundo.
Y ahora, ¿crees que merece la pena pasar por Brasilia? Nosotros, sin duda: SÍ.
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