El búnker de El Capricho o, para ser más exactos, el búnker de la Posición Jaca, es un pedazo de la historia de la Guerra Civil en Madrid que ha resistido sorprendentemente bien a pesar de su abandono durante años. Sí, hay un búnker en la ciudad de Madrid y, tan bien elegida fue su ubicación, que todavía hoy mucha gente que pasea por el parque de El Capricho no sabe de su existencia.

Su buen estado de conservación, su decoración tan peculiar –no propia de un refugio militar o, por lo menos, de lo que esperábamos– y su importancia histórica hacen que merezca mucho la pena bajar a las profundidades y recorrer sus estancias. ¿Bajar y recorrer el búnker de El Capricho? Sí, es posible hacerlo, aunque no desde hace mucho tiempo. Primero fue necesaria una rehabilitación: piensa que, además de abandonado durante años,llegó a estar inundado.
Eso sí, a pesar de que no sea muy conocido, conseguir una plaza para entrar a visitarlo no es tarea fácil. Nosotros lo logramos después de unos cuantos intentos. Te contamos nuestra experiencia y todo lo que tienes que saber sobre la visita al búnker de El Capricho de Madrid, reservas de entradas incluida.
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En un fin de semana en Madrid no tendrás tiempo de verlo, a no ser que ya hayas visitado la ciudad antes y la conozcas, pero sin duda la visita es una de las 60 cosas que ver y hacer en Madrid. Ya que estás en la zona, echa un vistazo a nuestro artículo sobre el Castillo de la Alameda de Osuna, un castillo medieval al que llegar en metro
El búnker de El Capricho: reservas, entradas, dónde está y cómo llegar
Las visitas al búnker de El Capricho son siempre guiadas, gratuitas –y no es la única, en Tours y visitas guiadas gratis en Madrid (gratis de verdad) te hablamos de más– y solo se pueden hacer con “cita”, reserva previa. Están organizadas a través del programa “Pasea Madrid” y tienen lugar los sábados, domingos y festivos en horas establecidas que podías consultar antes en la página oficial de Pasea Madrid y ahora en la «Central de Reserva de la Dirección General de Patrimonio Cultural» de Madrid. Es en esa misma web donde tienes que hacer la reserva. Las plazas se suelen abrir los meses pares alrededor del día 20. Hay que estar atentos porque, aunque se abren para las visitas de dos meses, se agotan muy rápido.

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Con la nueva página, ya no hay que registrarse con antelación. Eso sí, la web se suele caer o dar algún error, así que dale a refrescar a menudo hasta que puedas acceder. Aunque se llenen todas rápido, alguna plaza se libera justo antes de las visitas: entra de vez en cuando a mirar si no la consigues al principio.
Hay un aforo máximo de 10 personas por grupo. En cuanto a la duración, calcula unos cincuenta minutos. En realidad, el tour en sí no dura más de media hora, hay una parte de introducción en el exterior y, por las restricciones debidas al coronavirus, se baja al búnker en dos grupos de cinco personas, lo que alarga la visita. Eso sí, no te preocupes, hay suficiente tiempo para verlo bien y hasta hacer fotos –más que en el Beti Jai, por ejemplo–.

El acceso al búnker está justo al lado del Palacio de los duques de Osuna, dentro del Parque El Capricho. La entrada del parque está en el Paseo de la Alameda de Osuna, 25. Hay una parada de metro muy cerca, El Capricho –línea 5–, y unas cuantas líneas de autobuses –101, 105, 151 y 827–. Como siempre, Google Maps sabe llegar mejor que nadie.
Accesibilidad, claustrofobia y menores
Solo se puede bajar por la escalera –57 peldaños–, así que no es accesible. En principio se dice que la visita no es recomendable para personas que sufran claustrofobia pero, como indicamos abajo, los espacios son muy amplios, así que creemos que sí pueden visitarlo todos. Los menores de 14 años tienen que ir acompañados de adultos –máximo dos por adulto–.

El parque, como los demás de Madrid, puede cerrar en caso de tormentas, si pasa eso, la visita se anula y no se aplaza –puedes informarte antes en la cuenta de Twitter del ayuntamiento de Madrid–.

Un poco de historia de la Posición Jaca en la Guerra Civil
El Parque El Capricho de la Alameda de Osuna, de finales del siglo XVIII, es uno de nuestros parques de Madrid favoritos. Su mezcla de parterre francés, jardín paisajista-romántico inglés y giardino italiano y sus fuentes, ermitas, templetes y hasta un laberinto junto con el gran Palacio de los duques de Osuna –aunque esté en ruinas y haga años que dicen que lo van a restaurar…– lo hacen único. Bueno, todo eso y el búnker de la Guerra Civil, al que se accede por la entrada que está justo al lado de la fachada neobarroca del palacio –una de sus cuatro entradas originales–.

Pero, ¿cómo acabó un búnker repúblicano en la propiedad de los duques de Osuna? Resumiendo mucho, cuando la duquesa de Osuna murió y su nieto fundió la fortuna familiar en Rusia, unos banqueros alemanes –los Bauer– compraron el palacio. Más adelante, el Socorro Rojo Internacional –una especie de Cruz Roja organizada por la Internacional Comunista– lo incautó para construir un hogar-escuela para niños de familias obreras. Durante la Guerra Civil, el jardín se convirtió en una base militar donde aparcar los tanques enviados por la Unión Soviética al gobierno republicano.

Finalmente, en 1937, fue elegido como puesto de mando y cuartel general del Estado Mayor republicano. Tras unos meses de acondicionamiento del palacio por parte de la compañía obrera, el general Miaja dio la orden de traslado del puesto de mando el 5 de agosto de 1937. Traslado que fue efectivo ya desde el día siguiente. Nacía el que en nombre en clave se conoce como Posicionamiento o Posición Jaca. El lugar desde donde se llevó la operativa de batallas como la de Guadalajara o la del Ebro.
¿Por qué los republicanos escogieron este lugar?
¿Por qué Miaja dio la orden de traslado y por qué al parque de El Capricho? Porque su anterior cuartel general, en el sótano del Ministerio de Haciendo, ya no era lo suficientemente seguro. Estaba en pleno centro de Madrid y la lluvia de obuses del bando sublevado era lo que tenía….

Este lugar, en el entonces pueblo de Alameda de Osuna, a unos 9 km de Madrid, era mucho más “discreto”, lejos del frente y del alcance de la artillería enemiga. Además, el parque era más frondoso que ahora, permitiendo camuflar la maquinaria de combate ante posibles vuelos de reconocimiento. Y, como plus, estaba muy bien comunicado. En una posición estratégica con acceso directo al Ministerio de Hacienda –calle Alcalá abajo– y al aeropuerto de Barajas. Además de a las carreteras hacia Alcalá de Henares –donde había un aeródromo de una base militar de la Unión Soviética–, a Valencia –enclave republicano– y a Barcelona – Francia.
El búnker de la Posición Jaca
Además de acondicionar los varios pabellones y el despacho del general Miaja y luego de Segismundo Casado López en el Palacio de los duques de Osuna, también se construyó, junto a él, un “albergue contra los bombardeos”. Un refugio para las autoridades republicanas. Con sus 2.000 metros cuadrados era un auténtico cuartel subterráneo a 15 metros de profundidad. Tenía capacidad para acoger a doscientas personas durante quince días cómodamente, pero podían llegar a refugiarse hasta unos dos o tres meses.

El búnker está cubierto por toneladas de hormigón que le permitían resistir bombas de hasta 100 kilos. Estaba preparado, además, para la lucha química: se cerraba herméticamente y tenía un sistema eléctrico y de gasoil para reciclar el aire. Eso sí, todo en teoría: el búnker del Estado Mayor de la Posición Jaca nunca se llegó a utilizar. Esta zona no fue bombardeada por el bando sublevado. De hecho, parece que Miaja casi ni lo pisó. Aún así, sirvió como modelo para otros búnkers construidos en Europa durante la Segunda Guerra Mundial.

Tras la guerra, fue abandonado y, como decíamos, incluso estuvo inundado durante unos años. Desde 1974, es propiedad del Ayuntamiento de Madrid que lo ha restaurado. Se abrió al público solo en 2016, gracias en parte a la labor de la Plataforma Ciudadana para la apertura del búnker, creada en noviembre de 2012. Nos recordó un poco a la historia del Beti Jai, aunque aquí no había especulación urbana que valiera…
¿Sabías que…?
El búnker de El Capricho ha sido escenario de rodajes de diferentes películas. Entre ellas, El gran amor del conde Drácula, protagonizada por Paul Naschy.
La visita al búnker del Capricho: nuestra experiencia
Tras una primera introducción histórica delante de la entrada por la que se accede actualmente al búnker, el guía nos llevó a otra entrada, hoy cerrada. Ahí se aprecia el espesor de la cubierta exterior: un metro de hormigón armado. La tierra extraída para la construcción se colocó sobre el propio búnker formando un pequeño montículo: la segunda “parada” de la visita. Si te fijas, los árboles ahí son más jóvenes que en el resto del parque, ya sabes el porqué. En el montículo se pueden ver cuatro de las siete salidas de ventilación del búnker, parte del sistema que permitía extraer el aire en caso de ataque químico.

Rincón Salta Conmigo
Decíamos antes que el búnker tiene cuatro accesos. Junto al principal, por donde se entra hoy en día, hay otro a escasos metros de distancia. El tercero es el que se visita desde fuera. Si quieres encontrar el cuarto, tienes que salir de El Capricho: está en la calle Rambla.

La bajada a las profundidades
Era hora de cruzar la puerta de acero negro y bajar las escalera hasta los 15 metros bajo tierra. Ahí nos esperaba una segunda puerta, la que daba acceso al búnker propiamente dicho. Al otro lado, el pasillo de azulejos blancos de más de 30 metros de largo, dos de ancho y dos y medio de alto en el que se abren las diferentes estancias. Tiene techos abovedados y conductos de ventilación conectados a las chimeneas exteriores para los posibles ataques de gas.

Sí, los espacios son amplios y diáfanos, si te imaginabas –como nosotros– pasillos estrechos y espacios pequeños, estás equivocado. Recuerda que estaba construido para el Alto Mando republicano. Así que no te preocupes, aunque tengas claustrofobia, no vas a tener problemas ni sensación de agobio. La temperatura, además, es de lo más agradable: 15ºC todo el año. Eso sí, con una humedad relativa muy alta: 75%. Es una zona de acuíferos, de hecho, se canalizaron tres arroyos subterráneos para hacer acopio de agua. ¡Hasta hay estalactitas en una sala!
¿Sabías que…?
Si la puerta de acceso te recuerda a la de un buque o a la de un submarino, no vas mal encaminado. El búnker tenía que ser hermético así que, ¿qué mejor que contratar unos ingenieros navales para realizarla? Pues eso hicieron.
Las estancias del búnker
A los dos lados del pasillo y al fondo están las siete dependencias: un área de descontaminación con duchas y letrinas –todavía están las escaleras que bajan a la fosa séptica–; una despensa donde se conservaría la comida enlatada –no se podía cocinar–; un dormitorio para las literas; una sala de máquinas para las bombas de gasoil que permitían generar electricidad en caso de no funcionar la del palacio y mantener la comunicación con el exterior; una que podía ser una enfermería, un pabellón de comunicaciones o una sala de reunión de generales; una que podía ser un polvorín como en los búnkers de la Unión Soviética, y otra que también podía ser una sala de reuniones. La sala del generador tiene aspecto de mazmorra porque se ha usado para películas –fue entonces cuando se pintaron de gris las paredes–.

Y luego están los dos pasadizos laterales –escapes en caso de que entraran por el centro–, las cuatro salidas al exterior y la galería de escape a la calle que atraviesa el subsuelo del Palacio de los duques de Osuna. Todas las entradas tienen forma de codo para que, en caso de detonación, no llegara la onda expansiva.

La decoración
Lo que más nos sorprendió fue la decoración del búnker, más bonita de lo que podrías esperar de un refugio, y lo bien que estaba conservada a pesar de haber estado abandonado e inundado tantos años. Está claro que usaron buenos materiales. Según nos comentó el guía, las puertas de madera y de metal se restauraron, pero el resto es original, incluyendo los azulejos blancos de las paredes y el suelo de baldosas hidráulicas.
¿Sabías que…?
El suelo hidráulico modernista tiene un diseño diferente en cada sala para que, en caso de ausencia de luz, fuera más fácil reconocer dónde te encontrabas. Las dos franjas rojas en las paredes del pasillo tienen la misma función: ayudar a orientarse.

Algunos vecinos también dicen que el techo del pasillo estaba decorado con la bandera republicana. Los muebles y el resto de decoración “no fija” han desaparecido todos: solo queda el casquillo de una bombilla.

¿Bajamos a las profundidades y viajamos hasta los años de la Guerra Civil?
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