La Edad Media fue una época de religión y de armas. En más de una ocasión, las dos convivían en un mismo espacio: castillos con iglesias e iglesias, catedrales o monasterios fortificados. Así es el benedictino monasterio de Sant Cugat, una impresionante construcción religiosa rodeada por una imponente muralla. El poder del abad de Sant Cugat, uno de los monasterios más importantes de Cataluña, debía ser protegido… y mostrado a través de la arquitectura y de las obras de arte.
Piensa que el monasterio se fundó allá por el siglo IX y que su poder se mantuvo hasta la desamortización de Mendizábal en 1835. Diez siglos en los que las tierras, el poder y la ostentación no hicieron más que aumentar. Nos esperaban uno de los mejores claustros románicos de Cataluña y una iglesia que combina el románico, el gótico y el barroco, por no hablar del campanario, del museo y del palacio del abad. ¿Vamos?
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Si estás viajando por la zona, echa un vistazo a nuestro listado de lugares que visitar cerca de Barcelona, a una hora o menos, en donde incluimos también el monasterio de Sant Cugat. Y, si lo tuyo es el románico: Joyas del románico en Barcelona.
Un poco de historia del monasterio de Sant Cugat del Vallès: el más poderoso del condado de Barcelona
Como decía antes, el monasterio de Sant Cugat está documentado desde el siglo IX y estuvo en funcionamiento hasta el siglo XIX. Tiempo, diez siglos, más que suficiente para que se convirtiera en el monasterio más poderoso del condado de Barcelona.
No te vayas a creer que hasta el siglo IX no había nada. El monasterio se levanta sobre los restos de una antigua fortificación romana donde, según la tradición, habría sido martirizado san Cugat, san Cucufato, en el siglo III. Con estos antecedentes, no es extraño que se construyera una iglesia en época visigoda en el lugar.
Esa iglesia, con las reliquias de san Cucufato, fue el origen del monasterio. Y su papel en la colonización del Penedès y la Anoia el motivo de sus ingentes propiedades en forma de terrenos y sus importantes ingresos por las rentas.
¿Sabías que…?
Su importancia fue tal, que a principios del siglo XV, las Cortes Catalanas se reunieron en la sala capitular del monasterio de Sant Cugat.
Tras la desamortización de 1835 no cayó en el olvido y, pocos años después de que los monjes lo abandonaran, el monasterio se recuperó y restauró.
¿Qué puedo visitar en el monasterio de Sant Cugat?
Ya hemos adelantado los dos puntos que visitar en el monasterio de Sant Cugat: el claustro y la iglesia. Pero tampoco debes dejar de subir a la torre, de recorrer las salas del museo de Sant Cugat y de asomarte a las murallas y al palacio abacial.
¿Qué pensarían hoy en día los monjes, nunca hubo más de 50, si vieran que cualquier turista puede entrar en sus dominios? Mientras el monasterio estuvo activo, los habitantes de Sant Cugat solo podían acceder al recinto intramuros, y únicamente a la iglesia, dos veces al año. Nosotros paseamos, entramos, subimos, bajamos… con una visita guiada.
¿Sabías que…?
Justo frente a la entrada al monasterio de Sant Cugat está el museo de Marilyn Monroe, el único museo en Europa dedicado a Norma Jeane Mortenson.
El claustro románico y el museo
No esperamos más. El claustro del monasterio es el motivo principal por el que viajar a Sant Cugat del Vallès y allá que vamos. Tiene una entrada independiente de la iglesia porque está gestionado por el ayuntamiento y no por el cabildo: es parte del museo de Sant Cugat.
El claustro de Sant Cugat es doble. La planta baja es románica y, sobre ella, en el siglo XVI, se construyó un segundo piso de estilo renacentista. Nosotros nos centramos en el románico, la joya del monasterio, construido entre los siglos XII y XIII. Nada menos que 144 capiteles, todos distintos entre sí, coronan las columnas de sus cuatro lados.
¿Sabías que…?
Entre todos esos capiteles románicos se cuela uno renacentista. Durante las obras de construcción del piso superior, aparecieron grietas en la pared del claustro y fue necesario añadir un capitel para reforzar la estructura. Está en la tercera columna de la cuarta galería.
Todos los capiteles son obra del taller de Arnau Cadell. ¿Cómo se puede saber el nombre y el apellido del artesano, cuando en esa época casi todas las obras eran de autor desconocido? Pues porque en Sant Cugat Arnau Cadell dejó su firma. En realidad, doble firma: se representó a sí mismo trabajando en uno de los capiteles y también dejó su huella con un texto grabado –su nota de despedida– en la piedra del claustro. Fue su forma de “cobrar”, porque trabajó a cambio de comida y alojamiento.
Por cierto, mientras lo recorres, además de disfrutar de la calma monacal, trata de imaginarlo como estaba en su origen: policromado. Sí, todo estaba pintado: el suelo, las paredes y, por supuesto, los capiteles, donde quedan algunos rastros.
El significado de los capiteles
No vayas a pensar que Arnau Cadell tenía una imaginación exuberante y que se sacó de la manga las 144 escenas de los capiteles. Bueno, en realidad sí que lo hizo, pero siguiendo un patrón, una línea argumental como si de una película de la Edad Media se tratara.
Tienes que recorrer el claustro en el sentido de las agujas del reloj dejando para el final la galería más cercana a la iglesia.
La primera galería representa el mundo exterior, concretamente los peligros y la maldad de ese mundo fuera del monasterio: demonios, peleas, sirenas –símbolo del mal–… La segunda habla de la vida cotidiana de los monjes: monjes afeitándose la tonsura, monjes yendo a rezar, animales… Después del agobio del mundo fuera de los muros, la tranquilidad del interior. Es al final de esta galería donde está la imagen de Arnau Cadell y su nota de despedida.
¿Sabías que…?
La vida en el interior del monasterio de Sant Cugat quedó reflejada en los capiteles de la segunda galería, pero también en un costumario. Un texto escrito por Pere Ferrer por orden del abad Ramón de Banyeres entre 1221 y 1223 que se ha conservado hasta hoy en día, aunque se hayan perdido algunas páginas.
La tercera galería promueve el rechazo al orgullo y al amor propio. Aunque ahí Arnau Cadell patinó un poco porque, ¿qué mayor muestra de amor propio que firmar su obra justo antes de comenzar esta tercera galería? Monjes durmiendo juntos–no debes quererte a ti mismo sino a la comunidad–, el abad lavando los pies de los nuevos monjes como muestra de humildad… La cuarta galería, la más cercana a la iglesia, es la más “clásica”: está decorada con escenas de la Biblia.
Las salas del claustro y el martirio de Sant Cugat
En la segunda galería se abre una de las salas del museo de Sant Cugat con algunas bases originales de las columnas y parte de la historia del monasterio.
En la tercera se encuentra la sala en la que los monjes se confesaban. Bueno, se confesaban y también acusaban a otros… Ojo, solo para ayudarles si no tenían el valor para confesar. Los castigos iban desde no comer hasta ser expulsados del monasterio –tenían tres “vidas”, es decir, podían ser expulsados tres veces antes de que fuera definitiva–. Los castigos corporales, tanto para monjes adultos como para aprendices niños, también estaban a la orden del día.
En el centro del claustro se encuentra la antigua iglesia, erigida en el lugar en el que fue martirizado san Cucufato y donde quedaron sus huesos.
¿Sabías que…?
La tradición cuenta que san Cugat sufrió tres intentos de martirio hasta que fue finalmente asesinado. Primero le abrieron por la mitad con una espada… y el santo recogió sus intestinos, los recolocó y siguió vivo. Visto lo visto, trataron de acuchillarle, pero el encargado cayó sobre su propio cuchillo y no llegó a tocar al santo. No se amilanaron y, para acabar con todo, le cortaron la cabeza y, ahí sí, murió.
La iglesia del monasterio de Sant Cugat
La iglesia del monasterio de Sant Cugat se comenzó a construir en el siglo XII –como el claustro–, pero no se terminó hasta el XIV, con la nave sur. La construcción comenzó desde el ábside, donde impera el románico, y se acabó por la fachada, con el rosetón gótico de 8 metros de diámetro inspirado en los pequeños de Notre-Dame de París. El cambio de estilo lo marca el cimborrio octogonal con sus ventanas para iluminar el interior de la iglesia.
Desde la fachada, con el pórtico decorado y los rosetones, no te darás cuenta de la existencia de la cuarta nave. La nave sur no estaba en el diseño original, basilical de tres naves. Se levantó para servir de contrafuerte, a la iglesia y al campanario. Con el paso del tiempo, la nave se dividió dando lugar a tres capillas. La piedra cobra protagonismo nada más traspasar el pórtico y la anchura y altura de sus columnas nos hicieron sentir pequeños. Solo a nosotros, porque la iglesia estaba a punto de cerrar y éramos los únicos que quedaban en su interior… Lo malo, es que las luces tampoco quedaban. Aunque, a cambio, pudimos disfrutar de ella como lo habría hecho cualquiera hace quinientos años.
Sepulturas, objetos de orfebrería, altares… enriquecen la iglesia. En especial, el retablo de Pere Serra y la capilla barroca de San Benito –una de las tres de la nave sur– del siglo XVII. Dos pinceladas más. Las vidrieras son nuevas, las anteriores fueron destruidas durante la Guerra Civil. Y no te pierdas la tumba del abad Odón, con un bastón de mando en sus manos. Él fue el mayor responsable del crecimiento del monasterio en el siglo X, un auténtico señor feudal.
La subida a la torre
La iglesia se terminó de construir en el siglo XIV, pero no acabaron ahí los trabajos. Las obras de la torre campanario se finalizaron en el siglo XVIII. Como con la iglesia, también es posible distinguir los distintos estilos arquitectónicos de los siglos de construcción conforme se eleva.
Subimos a la torre por las vistas, pero también por dos motivos más. El primero, caminar sobre el falso techo barroco de la cuarta nave y ver de cerca la clave de volta. Y el segundo, el propio campanario y la historia de sus campanas. Hasta 1980 era un campanero el encargado de hacerlas sonar –incluso había un toque para ahuyentar las nubes–. Ese año se electrificó y desapareció la figura. El traje y los utensilios de Françesc, el último campanero, están en una vitrina en la subida.
Desde lo alto se disfruta de la vista del cercano Parque Natural de Collserola y del panorama de Sant Cugat. Si te fijas bien, descubrirás la bodega inacabada de Cèsar Martinell, una de las obras modernista de la provincia de Barcelona.
La leyenda del gallo del cimborrio
Desde lo alto del campanario tendrás casi al alcance de la mano el gallo que corona el cimborrio. Un gallo con historia…
Cuenta la leyenda que llegó a cantar el día de Navidad de 1350. El porqué no es leyenda, es historia. Un rico propietario de Sant Cugat, Raimon de Saltells, murió ese año por una epidemia de peste. Su hijo, Berenguer, recibió la noticia de la muerte estando de viaje y regresó a casa para reclamar su herencia. El abad Biure había reclamado la herencia antes y Berenguer le llevó a los tribunales. El monasterio perdió y se le concedió de plazo hasta el 25 de diciembre para devolver la herencia a su legítimo propietario. Ante la falta de devolución, Berenguer entró a la iglesia el día de Navidad –recuerda que el pueblo solo podía entrar a la iglesia un par de veces al año–. Bajo la capa llevaba un arma y con ella asesinó al abad durante la celebración. Fue entonces cuando, según la leyenda, el gallo cantó y se oyó hasta en Montserrat.
¿Sabías que…?
Si te fijas con detalle en el gallo, notarás que tiene un agujero en el cuerpo. Por si no tuvo bastante con cantar, se dice que fue atravesado por una bala durante la Guerra Civil.
Después de este ataque, el siguiente abad decidió construir un muro alrededor del monasterio y de su palacio abacial.
Las murallas y el palacio abacial
El lado norte de la muralla ha desaparecido, pero todavía hoy protege parte del recinto, es lo primero que verás al llegar a la plaza.
El poder del monasterio acabó afectando a sus abades que olvidaron la premisa de humildad y construyeron un palacio abacial digno de un señor feudal. De hecho, también se saltaron la norma de dormir con los hermanos y los abades vivían alejados del resto de la comunidad. Hoy en día es la oficina eclesiástica y no se visita, aunque también acoge parte de la oficina de turismo.
La visita: modalidades, horarios y precios
El monasterio de Sant Cugat tiene dos “propietarios”. Como decía antes, el claustro, parte del museo, es municipal mientras que la iglesia sigue siendo propiedad del cabildo. Los horarios de apertura también son distintos.
- Claustro: Abierto todos los días del año excepto los lunes de 10:30 a 13:30 y de 16 a 19 –de junio a septiembre de 17 a 20–. Los domingos y festivos solo en horario de mañana de 10:30 a 14:30.
- Iglesia: Abierta todos los días del año de 8 a 12 y de 18 a 20, siempre que no haya celebraciones litúrgicas.
El acceso a la iglesia es gratuito, pero el claustro, como parte del museo de Sant Cugat, tiene un precio de 6 € –que incluye audioguía–. Puedes comprarla desde aquí.
Si quieres subir a la torre, tendrás que hacerlo en las visitas guiadas de los sábados por la mañana –precio de 8 €–, aunque son solo en catalán. Puedes ver qué otros tipos de visitas guiadas se ofrecen –incluso una teatralizada nocturna– en la página de turismo de Sant Cugat.
Cómo llegar al monasterio de Sant Cugat
Es muy fácil llegar a Sant Cugat desde Barcelona en transporte público. Desde Sarrià salen las líneas S2 y S6 de los Ferrocarriles de la Generalitat de Catalunya, FGC, hasta Sant Cugat. Desde el centro de la Ciudad Condal hablamos de poco más de una hora.
Si llegas en coche, puedes aparcar en el carrer Josefina Mascareñas. Es una zona de aparcamiento controlada, con máquina para sacar el ticket, pero es lo más cerca que podrás dejar el coche.
El poder del monasterio de Sant Cugat todavía se nota en la fuerza de sus muros y en el arte de los capiteles de su claustro.
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