Que el castillo de Cheverny forma parte de los castillos del Loira imprescindibles está fuera de toda duda. Lo que ya no está tan claro es cuánto le debe a uno de sus más ilustres –y ficticios– ocupantes. Nada menos que Tintín. Sí, si la imagen del Château de Cheverny te resulta conocida, puede que sea porque es en la que se basó Hergé para el castillo de Moulinsart, la residencia del capitán Haddock.
No vamos a decir que hayan perdido la ocasión de aprovechar el tirón del rubio periodista, pero no tardamos en comprobar que el castillo, con su historia, su arquitectura y su mobiliario, está muy por encima del de la ficción.
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El castillo de Cheverny antes de Tintín, un poco de historia
La historia del castillo de Cheverny se remonta nada menos que al siglo XVI, aunque la mayoría de la arquitectura actual es de la primera mitad del siglo XVII. Dos generaciones hicieron falta para acabar la obra y la decoración interior.
Con más de seis siglos de historia, uno podría pensar que habrá pasado por muchas manos… pero no. No fue el primer ni el último castillo francés que nos sorprendió: lleva en manos de la misma familia desde su construcción. La familia en cuestión es la Hurault, cuyos últimos descendientes –el marqués y la marquesa de Vibraye– siguen viviendo en el castillo, en el ala derecha.
Diana de Poitiers y el castillo de Cheverny
La familia Hurault “perdió” la propiedad del castillo en dos ocasiones a lo largo de su historia. Perdió entre comillas porque uno no pierde un castillo como si fuera una moneda que se le cuela entre los cojines del sofá…
La primera fue a manos –y a monedas, que lo compró– de Diana de Poitiers. Como ya contamos en nuestro artículo sobre el castillo de Chenonceau, Catalina de Medici expulsó a la amante del rey, su marido, en cuanto quedó viuda. La echó, pero le concedió el castillo de Chaumont-sur-Loire. Mientras lo acondicionaba a su gusto, Diana compró el castillo de Cheverny para tener “un techo bajo el que dormir”. Poco queda del castillo que habitó a mediados del siglo XVI.
Si sientes curiosidad, la segunda “pérdida” se debió a una herencia no reclamada en el siglo XVIII.
Los secretos de Moulinsart, la exposición de Tintín
Ya he dicho que no han perdido la ocasión de atraer a los fans del periodista belga más famoso del cómic. Eso sí, el castillo de Moulinsart se queda fuera de los muros del Château de Cheverny. Fuera, pero bastante cerca: al otro lado de la gran plaza que se abre al sur del castillo. Como fans de Tintín, visitar la casa del capitán Haddock era casi una obligación.
¿Sabías que…?
A pesar de que Hergé se basó en el castillo de Cheverny, en pleno valle del Loira, el de Moulinsart lo situó en Bélgica. No dio una dirección exacta, pero se entiende por detalles como los uniformes de los gendarmes que aparecen en Las 7 bolas de cristal y El asunto Tornasol.
La visita a la exposición
Volví a ser el niño que leía los cómics de Tintín pensando en seguir sus pasos –¿habré acabado viajando por su culpa?–. La exposición nos llevó por distintas viñetas de los álbumes de Hergé: El secreto del Unicornio, El tesoro de Rackham el Rojo, El asunto Tornasol, Las joyas de las Castafiore…
Nos encontramos frente a frente con el mini-submarino en forma de tiburón y otros inventos del profesor Tornasol, con la habitación de Tintín en el castillo y con otros personajes de los cómics.
¿Sabías que…?
El nombre de Moulinsart tiene su origen en el de un pequeño pueblo belga: Sart-Moulin.
Hay que ser bastante fan para disfrutarlo. Aunque la decoración es perfecta y la ambientación –con sonidos y efectos de luz– también es muy buena, si no conoces nada de Tintín el lugar te dejará un poco frío.
La visita al castillo de Cheverny: la fachada sur, las salas, la escalera…
Salimos de la ficción de Tintín y nos dimos de bruces con la fachada sur de Cheverny. La diferencia –pero también la semejanza– salta a la vista: la fachada real tiene dos alas más. Imbuídos del espíritu de Hergé, nos lanzamos a descubrir una residencia que nos demostró que era mucho más lujosa que su alter ego del cómic.
Más allá de las impresionantes salas, salones y aposentos que fuimos recorriendo en nuestra visita al castillo de Cheverny, fueron varias las curiosidades que llamaron nuestra atención. ¿Qué te parece encontrarte con 34 paneles de madera pintados en el siglo XVII que ilustran Don Quijote de la Mancha en el comedor, junto con una lámpara de araña de más de 100 kilos de peso? ¿Y con una armadura saboyana del siglo XVI en el rellano de la escalera? Por no hablar de las habitaciones temáticas: la de los nacimientos, la infantil o la de los casados.
Y luego está la colección de armas y armaduras, junto con tapices y baúles de viaje, en la sala más grande del castillo. O la colección de tapices flamencos del “salón de los tapices” –en un ataque de imaginación–. Y el salón de los retratos y el gran salón y la biblioteca y la capilla… Tómate tu tiempo, no es un castillo gigantesco, pero no querrás perderte ningún detalle.
La habitación del rey
Los castillos reales del valle del Loira tenían una habitación reservada para el monarca en caso de que quisiera usarla. La de Cheverny –usada por Enrique IV–es un lujo de decoración obra de Jean Monier en paredes y artesonado del techo, junto con los tapices –en este caso franceses–.
¿Sabías que…?
El pequeño tamaño de la cama no debe llevarte a engaño: el rey no era enano. En la época se dormía sentado para evitar morir ahogado por tu propia lengua. De lo más normal pensar en ahogarte con tu lengua…
La cama era signo de riqueza y se situaba sobre un estrado para darle su valor y para aislarla de la humedad. Una curiosidad más: el baldaquino y la tapicería servían para conservar el calor en el interior, además de para dar privacidad al rey.
LEGO en el castillo de Cheverny
En el momento en que visitamos el castillo de Cheverny nos encontramos con una investigación en curso en su interior. Personajes de Agatha Christie, Sir Arthur Conan Doyle o de El nombre de la rosa de Umberto Eco, competían por la atención de los visitantes junto a alguno de los pájaros de Hitchcock, el mismísimo Colombo o un fantasma. Todos hechos con piezas de LEGO.
Queda claro que los seis siglos de historia no han convertido a Cheverny en un castillo aburrido. Como ésta, seguramente habrá otras exposiciones igual de interesantes y divertidas cuando tú lo visites.
La caza en Cheverny, los perros y la sala de trofeos
Vaya por delante que no somos cazadores ni nos gusta mucho esa práctica, pero no se puede obviar que la mayoría de los castillos del Loira tienen un pasado –e incluso presente– muy relacionado con la caza.
En Cheverny nos encontramos con una gigantesca perrera. Gigantesca es relativo: era muy grande, pero dada la cantidad de perros que viven en ella –unos cien– no nos pareció que tuvieran mucha amplitud por cabeza. Además, a finales de junio, el calor y el sol pegaban de pleno… No pudimos dejar de sentir lástima por los animales. Por cierto, sí, que tengan semejante cantidad de perros de caza se debe a que siguen practicándose monterías.
La agrupación de Cheverny expone sus trofeos –cornamentas– en una sala justo frente a la perrera. Aunque no te acerques a la sala en cuestión, habrás visto una cornamenta gigante en la escalera del palacio. El cazador no fue ninguno de los miembros de la agrupación. De hecho, ni existía agrupación, ni castillo, ni Francia. Es la cornamenta de un Cervus megaceros de más de 6.000 años de antigüedad que se encontró bajo los hielos de Siberia.
¿Sabías que…?
La cornamenta está colgada a la altura real del antepasado del alce.
Los jardines del castillo
Ya he dicho que el castillo, sin ser gigantesco, te obligará a pasar un buen rato de sala a sala. Pero, cuando salgas, te darás de bruces con algo que sí que es realmente grande: los jardines, el invernadero, el parque y el huerto.
Es una lástima que, como en todos los castillos del Loira, quede siempre poco tiempo para recorrer el parque con sus árboles excepcionales; para pasear por los caminos del jardín –una mezcla de estilo francés e inglés–; o para visitar su invernadero… También tenemos que decir, en nuestro descargo, que las horas de sol no son las mejores para deambular sin rumbo.
¿Sabías que…?
Es posible recorrer el parque y el lago/río en coches y barcos eléctricos. Es una de las opciones de entrada al castillo.
Datos prácticos para la visita al castillo de Cheverny: ubicación, entradas, precio, horarios…
El castillo de Cheverny se encuentra en la localidad de Cheverny, a la que se puede llegar en coche –el aparcamiento es gratuito– y en autobús shuttle desde París.
El Château de Cheverny abre todos los días del año de 9:15 a 18:30 de abril a septiembre y de 10 a 17 el resto del año. El castillo cierra media hora después de la taquilla.
¿Sabías que…?
Están muy orgullosos de no cerrar ningún del año. De hecho, solo han cerrado en tres ocasiones desde que está abierto al público: cuando lo visitó la Reina Madre de Inglaterra (1963), el día del funeral del marqués de Vibraye (1976) y el de la boda del actual propietario (1994). Eso sí, esos tres días cerró, pero solo unas horas.
El precio de la entrada al castillo y los jardines es de 12 €. Si quieres visitar también la exposición Los secretos de Moulinsart, el precio es de 16,50 €. El uso de los coches y barcos eléctricos encarece la entrada en 5 €.
Puedes encontrar más información en la página web oficial del castillo.
Tours y excursiones al castillo de Cheverny desde París
Lo dijimos en las mejores excursiones desde París, el valle del Loira es una de las mecas turísticas desde la ciudad de la luz. Si quieres visitar el castillo de Cheverny y recorrer varios castillos más puedes contratar una excursión a los castillos del Loira desde París. También puedes visitar el castillo de Cheverny junto con la región de Normandía con un tour de cuatro días, siempre desde París –aquí puedes ver el recorrido completo y el precio–.
Restaurantes y hoteles cerca del castillo de Cheverny
En el interior del castillo de Cheverny, como en muchos otros del valle del Loira, hay varios lugares donde comer: cafés y salones de té. Junto con una amplia zona de picnic en el parque –pero tendrás que llevar tu propia comida–.
Nosotros, después de visitar el castillo, nos dirigimos a la cercana Blois –un cuarto de hora en coche–. Allí, además de ver el espectáculo nocturno en el castillo de Blois, dormimos en el Hôtel Côté Loire. La habitación no era muy grande, pero hay que reconocer que la cocina es exquisita. Cenamos en el mismo hotel y fue un acierto. Aquí puedes ver precios y disponibilidad.
Tintín sabía lo que hacía… pero el castillo de Cheverny es mucho mejor que el de Moulinsart.
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