Martes, 06/09/2011 (2)
Después de visitar el Vikingskipshuset a primera hora, aprovechamos para ir al Norsk Folkemuseum, el Museo del pueblo noruego. Todavía quedaban museos de casas de madera que visitar –tras Gamle Bergen o el Sunnmøre Museum de Ålesund– y nos habían gustado tanto como para no dejar pasar el de Oslo. Está a menos de diez minutos andando del de barcos vikingos, en Museumsveien 10, en la misma península, Bygdøy. Se trata del mayor museo de historia de Noruega, cuenta con más de 150 construcciones traídas de todo el país, que cubre la vida desde el siglo XVI hasta nuestros días.
Como en los anteriores, pasear entre las casas por los caminos de tierra es algo especial. Se unió todo para “completar” la experiencia: la poca gente que habíamos encontrado en otros museos aquí fue todavía menos –también era martes y cada vez más temporada baja, no dejaba de sorprendernos pensar que la temporada baja en Noruega comienza el 15 de agosto– y los caminos que parecían llevarnos a siglos pasados con el barro formado por las lluvias –esas que no nos habían dado mucha tregua desde que llegamos a la capital noruega–.
En este museo las casas están colocadas por regiones y separadas en zona rural y zona urbana. Con el mapa que te dan a la entrada es fácil recorrer todo el país de abajo a arriba. Y se llega hasta arriba del todo porque también tienen casas sami. En realidad, no sólo casas, también una exposición. Como en casi todas partes del mundo la llegada de los “nuevos pobladores” estuvo a punto de acabar con sus habitantes originales, y todavía hoy existen ciertos perjuicios hacia ellos.
El pueblo sami, mucho más antiguo que las fronteras europeas –supervivientes de la última era glacial–, cubre un territorio que se extiende por el norte de Noruega, de Suecia, de Finlandia y la península de Kola, en Rusia, conocido como Laponia. Este nombre, lapón, no está bien visto por los samis, al significar en Escandinavia ropa de mendigo, inculto o tonto. Ellos se denominan a sí mismos Sámit o Sápmelaš –de la familia de Sami–. A pesar de sus orígenes nómadas, de hecho sus casas tradicionales son similares a los tipis indios, a día de hoy menos de un 10% de samis siguen siéndolo, pastores de renos.
Uno de los platos fuertes del museo es la Iglesia de madera de Gol, la stavkirke de Gol. A pesar de que el museo cubre desde el siglo XVI, nos encontramos con una iglesia construida alrededor del año 1200. Se trata de una de las primeras piezas del Norsk Folkemuseum, se colocó en su actual ubicación en 1884, y el museo se inauguró en diciembre de 1894. El origen del museo está en la colección personal del rey Oscar II –rey de Suecia y Noruega– y la stavkirke, junto con la casa de Hove en Heddal eran sus piezas más importantes. Como pasó con el parque de Vigeland, el sentimiento nacionalista que buscaba la separación de Suecia favorecía a los artistas locales y a dar a conocer la cultura propia.
Pero hemos dicho que llega hasta nuestros días, y es cierto, encontramos un edificio de apartamentos de tres plantas, una farmacia, una tienda de ultramarinos… incluso una gasolinera de principios del siglo XX. Dentro de los apartamentos se pueden ver desde muebles a electrodomésticos, como tocadiscos, televisores, radios… pasando por posters de grupos musicales y ropa en los armarios. Para darle más realismo suena música y se pueden ver programas de televisión de la época todo el tiempo.
En la zona rural también hay una construcción contemporánea: la granja Trøndelag que muestra cómo era la vida en los años 40 y 50 del siglo pasado. El cambio entre sus comodidades, con cocinas de gas, calefacción, luz eléctrica y lavadora, y las de las granjas de los siglos anteriores en los que la única luz provenía de lámparas de aceite o de la lumbre en la que se cocinaba, ayuda aún más a comprender el paso del tiempo.
Como no podía ser de otra forma, Sara se encargó de que no se nos quedara ni una casa sin ver, incluso las fue marcando en el mapa para estar segura de que no se le pasaba ninguna.
La vuelta a Oslo fue de nuevo en el ferry hasta Rådhusbrygge.