No nos gustan las playas. No somos de los que dicen que no pueden vivir sin mar. No creo que usemos el bañador más de tres o cuatro veces al año. Pero cada vez nos sentimos más atraídos por las islas. Esos lugares en los que la sal del mar que las rodea parece conservar su autenticidad y esencia, así como siempre lo ha hecho con los alimentos. Esos lugares en los que cada gota de mar que los separa del continente parece parar el tiempo por una milésima de segundo, permitiendo que ahí transcurra a otro ritmo. No importa que se hayan convertido en paraísos turísticos: cuando el turista vuelve a la rutina de su ciudad, o simplemente en cuanto se da la vuelta, la isla sigue a su ritmo, a sus costumbres, a su querido y confortable aislamiento. Así nos enamoramos de la isla de Pascua, de La Palma, de São Miguel o de Favignana. Y así llegamos a las islas de Aran, y nos arrepentimos de no habernos quedado más…
Las islas Aran, baluarte de las tradiciones irlandesas
Irlanda también es una isla, pero su tamaño y posición han hecho que estuviera más expuesta a las invasiones, a las guerras, a los choques entre culturas… Aún así, o puede que gracias a esos choques y por su fiereza, la cultura irlandesa ha sabido conservarse “bajo sal” y mantener su esencia, una esencia que intenta reavivar cada vez más desde la independencia –de la que este año se celebra el centenario, por cierto–, desde que ya no hay enemigos externos que la amenacen y la única amenaza es la homogeneidad que empieza a correr por sus venas. En todo el país notamos esa nostalgia de los mayores hacia las tradiciones que se están perdiendo y, por ello, sitios como las islas Aran son cada vez más queridos.
Ahí los isleños se enorgullecen de haberse quedado siempre al margen del poder de la corona británica –que habría retirado su pequeña guarnición de las islas frente a las amenazas de los lugareños– y de haber izado los primeros la bandera de la República de Irlanda. Ahí, hasta finales del siglo XX –época del Gaelic Revival–, había un porcentaje inusualmente alto de personas que sólo hablaban gaélico, resistiéndose a ese inglés impuesto por los foráneos, y por eso llegaban escritores y poetas de la Irlanda “continental” a aprender ese irlandés olvidado.
Todavía hoy las islas Aran son un Gaeltacht, una de las comunidades –la mayoría en el este de Irlanda, más lejano de los “invasores”– en las que el irlandés es el primer idioma, aunque ya prácticamente todo el mundo hable inglés –un inglés peculiar, eso sí–. Nos contaron, también con orgullo, que en la escuela de gaélico hay castigos y expulsiones para quienes hablen inglés. Y es que, incluso en las islas Aran, a partir de la llegada de la televisión en inglés en los ‘60 y ahora con Internet, los jóvenes empiezan a hablar cada vez menos irlandés y a irse de las islas.
Pero la lingüística no es la única tradición irlandesa que se intenta mantener en las islas Aran. Todavía se pueden ver locales recogiendo algas para utilizarlas como fertilizante natural, levantando muros de piedra seca para separar sus propiedades e incluso pescando en las currachs, las barcas de maderas típicas irlandesas –aunque ahora estén cubiertas de lonas en lugar que de pieles de animales–. Y es que la agricultura y la pesca, junto con el turismo, siguen siendo sus principales fuentes de ingresos. Las islas no son ya las mismas de la época de la familia de pescadores de tiburones que retrataba Robert Flaherty en la película Man of Aran –Hombres de Aran en castellano– en los años ‘30, pero son lo más parecido que se puede encontrar a “la Irlanda que fue”.
Visitar el archipiélago de Aran: Inis Mór, Inis Meáin e Inis Oírr
El archipiélago de las islas Aran –Oileáin Árann en gaélico y Aran Islands o simplemente The Arans en inglés– está formado por tres islas: Inis Mór, Inis Meáin e Inis Oírr. Ahora van a llegar muchos nombres raros, lo siento, pero hacen falta para situarnos…
La más occidental y mayor de las islas es Inis Mór –“inis” significa isla en gaélico y «mór» es “grande”–, Inishmore en inglés. En gaélico es llamada también Árainn Mhór o simplemente Árainn. Es la más poblada, con unos 850 del total de 1.300 habitantes de las islas, y también es la más turística.
La isla del medio es Inis Meáin –”meáin” significa literalmente “la de en medio” en gaélico–, aunque anteriormente se escribía Inis Meadhóin, y en inglés es Inhismann. Con alrededor de 150 habitantes, es famosa por los jerseys de las islas Aran –aran jumper en inglés y geansaí árann en gaélico–, que se producen aquí.
La isla más oriental y más pequeña es Inis Oírr, Inisheer en inglés. En gaélico es llamada también Inis Oirthir – “Oirthir” significa “oriental”– o Inis Thiar – “la isla de atrás” –, el nombre tradicional de la isla. Tiene unos 200 habitantes y sólo mide unos 3 kilómetros cuadrados que se pueden recorrer a pie para disfrutar de un paisaje parecido al del Burren.
Qué ver en la isla de Inis Mór en un día
Si, como nosotros, sólo tienes un día, lo más normal es visitar la más grande de las islas Aran: Inis Mór. Hay dos formas de recorrer los principales atractivos de la isla en un día: alquilando una bici o con un “bus tour”, ambas cosas se pueden contratar al llegar al puerto. Todo con calma, que al fin y al cabo es una isla y el tiempo transcurre a otro ritmo… Nosotros no somos muy de bici así que nos decantamos por una vuelta en bus –10 € en unas dos horas y media/tres horas– en la que nos acompañó un guía local que debía de ser el “gracioso de la isla”: soltaba un chiste tras otro mientras nos hablaba de la cultura y de qué ver en la isla.
Lo que primero sorprende, al salir de las cuatro calles de la “capital” Kilronan -Cil Rónain en gaélico– es el paisaje. Totalmente llano, sin árboles ni casi arbustos, con los colores grisáceos y ocres de la roca caliza intercalados con algo de verde y, aquí y allá, los tonos vivos de alguna flor salvaje, como violetas u orquídeas. Todo en “formato de mosaico” gracias a los omnipresentes muros de piedra seca que separan las diferentes propiedades. Y, después, llegan las construcciones…
La primera parada del bus tour es en el fuerte y los acantilados de Dun Aengus –donde se pasan un par de horas en una visita libre–. Después, se llega a las “Siete Iglesias” –Na Seacht dTeampaíll en gaélico, Seven Churches en inglés–, un complejo de iglesias y otros edificios del siglo VII/VIII dedicado a San Brenán, que fue un gran destino de peregrinación. Ahora está en ruinas y sus muros, cruces celtas y lápidas, rodeadas de malezas y recubiertas de musgo y salitre, le dan un toque de película. Ahí se para unos veinte minutos, para luego seguir descubriendo el oeste de la isla, con su colonia de focas.
Hay restos de otros tres fuertes y muchos otros edificios paleocristianos en la isla, pero en un día no da tiempo a más…
Los acantilados y el fuerte de Dun Aengus (Dún Aonghasa)
El plato fuerte de la visita a Inis Mór es sin duda el fuerte de Dún Aonghasa, con sus 3.500 años de antigüedad y utilizado durante unos 2.500 años –desde el 1500 a.C. hasta el 1000 aproximadamente–. Tres líneas de murallas –un recinto exterior, uno intermedio y uno interior, con un chaveaux de frise, pilares de piedra uno al lado del otro que todavía hoy dificultan el paso, entre el exterior y el intermedio– protegían la zona de vivienda donde se administraba el poder y que estaba en el borde de unos acantilados que dejan sin aliento. Visitar las ruinas de esta construcción, una de las más icónicas de Irlanda, es un must si viajas a la zona de Galway.
Alojamiento en las Islas Aran: dónde dormir
Nosotros desafortunadamente no tuvimos tiempo para dormir en la isla, pero nos quedamos con las ganas. Hay bastantes B&Bs y quedándose en casi todos, además, la entrada a Dún Aonghasa sale gratis –quieren incentivar que la gente se quede–. Aquí puedes encontrar los precios de diferentes tipos de alojamiento en la isla.
Pubs dónde comer o tomar una pinta de Guinness en la isla Inis Mór
Una de las razones por las que nos dio pena quedarnos en la isla a dormir es que no pudimos disfrutar de su ambiente nocturno. El día anterior nos lo habíamos pasado como enanos comiendo y escuchando la música en vivo improvisada del Gus O’Connor en Doolin. El pueblo parecía estar abandonado hasta entrar en ese pub abarrotado… Así que, cuando entramos a comer en el pub Tí Joe Watty’s, nos lo imaginamos de noche y nos fuimos con ganas de quedarnos…
La comida estaba muy rica pero Grace, la dueña del local, nos contó que lo mejor eran las noches, cuando su marido PJ y otros músicos tocaban música irlandesa. Grace, que es de la zona de Galway, nos contó también cómo fue mudarse y vivir en este pequeño rincón del país, en el que todos se conocen, las noches en el pub son una institución y es posible quedarse aislado durante días.
Cómo llegar a las islas Aran desde Galway y desde Doolin: el ferry
Para llegar a las islas Aran hay que coger un ferry desde Doolin con Doolin Ferries o desde Rossaveal (Ros a Mhíl), en las afueras de la ciudad de Galway, con Aran Island Ferries. Hay salidas diarias con paradas en las tres islas. Debido al viento, es posible que los barcos no salgan, así que es mejor informarse el día antes de la salida.
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