Chachapoyas, mochicas, lambayeque-sicán… y todavía nos quedaba una cultura más que descubrir en el #LatTrip antes de llegar a Lima: la Cultura Chimú o Chimor. En Trujillo visitamos la que fue su capital: Chan Chan, la ciudad de barro más grande del mundo en su momento–y que ahora ocupa el segundo lugar por detrás de Bam, en Irán–. En su momento de apogeo ocupó una superficie de 22 km2 y contó con una población de entre 60.000 y 300.000 habitantes –los arqueólogos no se ponen de acuerdo sobre este punto–. De nuevo, más aún en este caso, decidimos que recorrer avenidas de adobe sin una explicación no sería la mejor manera de conocer esta gran cultura y optamos por una visita guiada.
Cultura Chimú
Cuando los mochicas llegaron a su declive tras los desastres naturales –el fenómeno de la Niña: un largo periodo de sequía, seguido de un Niño: largo periodo de lluvias e inundaciones–, muchos de ellos abandonaron la zona y, junto con huaris y cajamarcas, dieron lugar a la cultura lambayeque-sicán. Otros, decidieron quedarse en los alrededores de la actual Trujillo, cambiando también de tradiciones y creencias. Este cambio dio lugar años después a la cultura chimú o chimor. Como los lambayeque-sicán, también los chimú tenían su leyenda de origen marino. Si aquellos creían en Ñaylamp, estos lo hacían en Tacayanamo que también llegó del mar y se convirtió en el primer gobernante: Chimor Cápac. En la impresionante capital chimú, Chan Chan, se tiene constancia de la existencia de diez gobernantes –era una especie de monarquía hereditaria en la que el poder se heredaba de padres a hijos–.
A diferencia de sus antepasados mochicas, los chimús no utilizaban tanta decoración en sus cerámicas, que pasó a ser negra. Sus pirámides tampoco buscaban el cielo y tenían un máximo de dos pisos, con uso administrativo y político hasta que el gobernador moría y se convertía en mausoleo. Pero las momias chimúes no se quedaban en sus tumbas: un año después de su muerte eran sacadas a la gran plaza del palacio en donde se hacía una ceremonia con música y comida durante dos semanas. Sus dioses también cambiaron, nos olvidamos de Ai-apaec y saludamos a la Luna y el Mar –el agua es fuente de vida y sus bajorrelieves lo demuestran–. También dejamos atrás los sacrificios tras combates rituales entre grandes guerreros, los chimúes sólo hacían ofrendas de mujeres.
Huaca Arcoiris o del Dragón y Huaca Esmeralda
Muchos menos conocidas que Chan Chan, la gran capital chimú, estas dos huacas nos recuerdan el pasado mochica de esta cultura. Por supuesto con sus diferencias, para empezar la altura y los distintos dioses representados. Mientras que la Huaca Arcoiris –o del Dragón– se encuentra dentro del recorrido habitual del tour de Chan Chan, la Huaca Esmeralda hay que visitarla por cuenta propia. La entrada (10S/., 2,60€-3,50US$) es válida para los tres complejos arqueológicos y para dos días, así que no deberíais dejar de hacerlo.
Huaca Arcoiris o del Dragón
El nombre de Huaca Arcoiris se debe a la imagen de una serpiente bicéfala –que separa el mundo terrenal del de los dioses– y que puede tomarse por un arcoiris con cabezas. De igual forma el nombre de Huaca del Dragón es por la similitud de la serpiente con cabeza a un dragón. Junto a esta serpiente se encuentran otros animales mitológicos –o posibles caballitos de mar– y un tumi, cuchillo ceremonial. Bajo la serpiente se observan dos figuras con cabezas de dragón/serpiente que, según nos comentó el guía, podrían hacer referencia a Chimor Cápac y a un sacerdote. Sobre la serpiente se desarrolla una fiesta con unos danzantes que nos recordaron a los de las Huacas de la Luna y del Brujo.
Como las demás huacas chimúes, la del Dragón tiene sólo una altura a la que se accede a través de un rampa. Desde allí se pueden ver los depósitos para las ofrendas que también servían como almacén para los habitantes de los alrededores.
Huaca Esmeralda
La Huaca Esmeralda, bastante peor conservada que la anterior y situada en mitad de la ciudad de Trujillo –en el barrio Esmeralda, que puede ser el motivo de su nombre–, merece también una visita. Su decoración marina: redes con peces y nutrias, deja claro la importancia del agua para la cultura chimú. Otro posible motivo para el nombre es, según nos comentó el guardia, que se encontraron esmeraldas en la zona… aunque de esto no estamos muy seguros.
Chan Chan, la gran capital chimú
Durante siglos los chimúes fueron construyendo diez palacios, de uno o dos kilómetros de lado, para cada uno de sus diez gobernantes –desde el año 900 hasta el 1470 cuando llegaron los incas al mando de Túpac Yupanqui– lo que llevó a Chan Chan a ser la ciudad de barro/adobe más grande del mundo en su época con 22 km2 de superficie. Toda la ciudad estaba rodeada por 15 km de muralla. A pesar de que utilizaban resina de tuna para conservar los adobe hay que decir que no se ha conservado muy bien a lo largo del tiempo –también el hecho de que fuera saqueado en busca de tesoros por los conquistadores tiene mucho que ver en su estado– y, a día de hoy, casi todo lo que se ve está reconstruido. Hoy en día sólo se conserva un dos por ciento de la ciudad y sólo se visita un palacio, el de Nik-an.
La estructura de los palacios era similar en todos: una gran muralla exterior –en el caso de Nik-an de entre 10 y 12 metros de altura y de hasta 5 metros de espesor en algunos puntos– y tres plazas en su interior. Cada una de estas plazas tenía su propio público: en la principal, la más grande, se reunían el pueblo –hasta 5.000 personas en la de Nik-an– para agasajar a la momia del señor un año después de muerto; la segunda, más pequeña, era para las ceremonias de la clase media, los reyes de los cacicazgos locales –la cultura chimú estaba muy estratificada–; y la tercera, la más pequeña, era sólo para la aristocracia. Como el resto de palacios, el de Nik-an tuvo un uso sólo ceremonial y administrativo, no había viviendas, y pasaba a ser fúnebre a la muerte del gobernante. La momia del señor se conservaba con mercurio y sal y se enterraba, en posición fetal, con mujeres, concubinas, llamas y un perro.
La importancia del agua queda clara en los relieves de los muros –casi todos restaurados– con imágenes de peces, aves piqueras, pelícanos, olas… Mientras los peces muestran las dos corrientes marinas más importantes de la zona –la de Humboldt y la del Niño–, los pelícanos indican la entrada y la salida del palacio –en realidad la forma en que tenía que «recorrerse», porque sólo hay una entrada al palacio–. Las escaleras también hacen referencia a sus dioses, en concreto a la relación de sus dioses: las mareas, la acción de la Luna sobre el Mar. Otro de los lugares importantes de la ciudad de Chan Chan era el lago ceremonial –todo el complejo contaba con 140 lagos– en el que la Luna se reflejaba en el Agua.
A la llegada de los incas, Túpac Yupanqui ordenó que los mejores orfebres, arquitectos y artistas de la cultura chimú fueran llevados a Cuzco para construir su capital… y para evitar que la capital chimú siguiera ganando belleza y compitiera con la suya. Así los incas heredaron los conocimientos de los chimúes.
Huanchaco y sus playas
El final de la visita a Chan Chan fuimos a Huanchaco. Nada que ver con arqueología o culturas antiguas, en este caso se trata de visitar la playa para disfrutar de una preciosa puesta de Sol y poder ver de cerca los caballitos de totora, las antiguas embarcaciones que encontraron los conquistadores a su llegada al pacífico del actual Perú y que siguen siendo usadas por los pescadores de la zona.