Habíamos visitado la Eyüp Sultan Camii, con su cementerio, la muralla, San Salvador en Chora (Kariye Müzesi) fuera del centro. Tras esto la mezquita del Príncipe (Şehzade Camii) y la de Suleimán el Magnífico (Suleymaniye Camii), con su tumba y la de Roxelana. En este momento un nuevo kebab. Después visitar el bazar egipcio, con la Rüstem Paşa Camii, y la mezquita nueva (Yeni Camii), nuestra intención era volver al hotel a descansar.
A pesar de haber dormido bastante en fin de año (es lo que tiene no salir a celebrarlo), nos habíamos dado una buena paliza recorriendo la ciudad. Cogimos el tranvía en Eminömü. Según la guía, el Gran Bazar cierra los domingos y el uno de enero. El sábado dos lo teníamos «ocupado» con la visita al lado asiático de la ciudad así que no había más opción que acercarse para confirmar que estaba cerrado y/o que cerraba el domingo. La parada de tranvía de Beyazit se encuentra frente a una de las entradas al bazar y allí vimos que había demasiada actividad para que estuviera cerrado.
El tranvía (mapa de transporte público en Estambul, en inglés) cuesta una libra turca y media y no encontramos una manera de conseguir un billete diario o similar. Se compra una ficha de plástico azul en algún tenderete situado cerca de las paradas y se introduce en los torniquetes para acceder a la parada.
Existe la leyenda de que los sultanes disfrutaban paseándose por sus calles cubiertas de incógnito para saber lo que la gente pensaba de ellos. Se levantó sobre las ruinas de una basílica civil bizantina con las funciones de mercado. El número de puestos cubiertos por cúpulas fue creciendo hasta llegar a más de mil en el siglo XVI. En ese momento las cúpulas cubrían no sólo los comercios sino que también resguardaban las partes más internas (los pasillos) Kapalıçarşı, mercado cubierto. Esta cubierta era de madera y debido a incendios e inclemencias ha tenido que ser restaurado en varias ocasiones, la última en 1.954.
Cuenta con 12 accesos principales y 20 secundarios conectados por calles que se cortan en ángulo recto. Además de las tiendas se puede disfrutar de cafés y restaurantes en las plazas interiores.
Estábamos muy cansados y con pocas ganas de recorrer más que lo estrictamente necesario, pero cuando preguntamos por el domingo, nos confirmaron que cerraban. Había que entrar. El bazar estaba lleno de gente y, a pesar de ser una maravilla arquitectónica, tengo que reconocer que lo vimos un poco deprisa y corriendo. Los zocos cubiertos de Siria y Jordania estaban muy cerca en el recuerdo.