Mientras Ana nos guiaba por uno de los museos al aire libre más impresionantes que nunca habíamos pisado, a veces olvidábamos que nos encontrábamos en una “ciudad de los muertos”. Y no en una cualquiera, sino en la sacramental de San Isidro de Madrid, el cementerio más antiguo de la capital, que data de 1811.
Incluso su nombre completo, un poco rimbombante, infunde respeto: cementerio de la Pontificia y Real Archicofradía Sacramental de San Pedro, San Andrés, San Isidro y de la Purísima Concepción. Pero, al pasar su puerta, lo que más transmite, por sorprendente que pueda parecer al tratarse de un cementerio, es armonía.
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Imaginamos que si estás planeando tu visita a la sacramental de San Isidro, no es tu primera vez en la capital. Pero, de todas formas, echa un vistazo a nuestro artículo Qué ver en Madrid en un fin de semana por si te descubrimos algún rincón.
El patio cuarto de la sacramental de San Isidro
“Este cementerio fue concebido como un espacio agradable para venir a pasear y a ver a tu gente”. Estábamos en el patio cuarto o de la Purísima Concepción –uno de los dos únicos jardines románticos que conserva Madrid, junto con el parque del capricho– cuando Ana puso en palabras lo que ya todos sentíamos: aquello no era un sitio tétrico, era un “jardín”. Un jardín que reunía muchas historias a la vez que obras maestras de la arquitectura, de la escultura y de la pintura de los siglos XIX y XX. Ahí empezó nuestro “paseo por el jardín”, acompañados por uno de esos estupendos días soleados, aunque fríos, que a veces nos regalan los inviernos de Madrid.
La visita guiada se concentró justamente en ese patio, el patio cuarto de la sacramental, que data de 1852 y es el más interesante del cementerio, desde un punto de vista artístico por lo menos. Su autor, el arquitecto Francisco Enríquez Ferrer, tenía el objetivo, según nos contó Ana, de conservar el aspecto agreste de esta colina, dando gran importancia a la vegetación. Por ello, ideó incluso un sistema de riego natural para los cipreses que, casi 200 años después, siguen ahí, acompañando a los visitantes entre tumbas y panteones.
Ana nos llevó a conocer las maravillosas obras de sepulturas de gente anónima y de famosos: desde la del gran compositor de zarzuela Cristóbal Oudrid hasta la de una de las más conocidas cupletistas de Madrid, “la Fornarina”, pasando por el panteón de los hombres ilustres en el que siguen descansando los restos mortales de Meléndez Valdés, Moratín y Donoso Cortés, y donde, por un tiempo, estuvieron los de Goya. Nos contó sus historias e hizo que nos fijáramos en detalles que probablemente nunca habríamos apreciado por nuestra cuenta: textos de zarzuelas grabados en la piedra; bajorrelieves con singulares representaciones de la muerte; cemento armado escondido detrás de granito, para sujetar unas cadenas y hacer “flotar” una tumba; cerámicas que representan las virtudes cardinales; rejas modernistas con cardos silvestres, alegoría del abandono; rostros esculpidos pero que parecen tomar vida; los muchos rastros que ha dejado la barbarie de la guerra civil…
En pocos museos se pueden encontrar tanta belleza y tantas historias. Y es que aquí trabajaron algunos de los mayores artistas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Sólo por poner unos ejemplos, hay esculturas de Mariano Benlliure y obras arquitectónicas de Antonio Palacios o de uno de sus maestros, aunque menos conocido que él: Arturo Mélida y Alinari. Obra de este último es un asombroso panteón neogótico, con una capilla de piedra y una torre calada de hierro fundido, a imitación de las torres de la catedral de Burgos. Decoraciones con cerámicas, una cruz de hierro que sobresale de la copa de los cipreses y se ve desde lejos, un sistema de protección contra los rayos… Suena increíble, ¿no? Realmente lo es.
No damos detalles de todas las obras que vimos para no aburriros –no somos tan buenos como la guía contándolo– ni de los nombres de los difuntos por respeto a sus familias, pero os aseguramos que hay muchísimo que merece la pena conocer.
Entrar en los panteones de la sacramental de San Isidro
Al final de la visita, llegan esas llaves que abren puertas, antes imposibles de cruzar…
Gracias a las visita guiada no sólo pudimos conocer más sobre la historia del cementerio, de sus difuntos y de sus obras de arte, sino que también tuvimos acceso a sitios que antes sólo podían pisar los familiares.
Fue así que pudimos admirar la belleza del Cristo de Benlliure en el panteón de los duques de Denia. Una escultura en mármol de Carrara que tiene un atractivo peculiar y es que la tensión de los brazos, que soportan el cuerpo muerto de Cristo, está tan bien resuelta que casi tiene el poder de transmitirse a quien la observa. Se trata además del único Cristo fusilado en Madrid, ya que este panteón sufrió muchísimo la guerra civil. De hecho, en lo alto de su cúpula, había una estupenda obra escultórica en bronce –Ana nos mostró documentos con fotos de la época que la retrataban– que se fundió, como los sepulcros en el interior, para fabricar armamentos.
El ángel de Monteverde en el panteón de la familia de la Gándara
Después de dos horas admirando sepulturas y panteones crees que ya no vas a poderte sorprender… y entonces es cuando llega el clímax y piensas ¿puede haber algo más sublime?
Las llaves “mágicas” abren otro panteón, el de la familia de la Gándara, que esconde la que probablemente sea una de las mejores y más desconocidas obras escultóricas que se conservan en Madrid: el ángel de Giulio Monteverde.
El panteón neoclásico en sí es, como lo definió Ana, un “maravilloso joyero” que atesora muchas obras escultóricas de gran valor, también en el exterior. Pero la gran obra del arquitecto Alejandro de Herrero y Herreros y las estupendas esculturas de las tres virtudes teologales y la personificación de la religión de Moratilla, Oms y Tadolini, se quedan en el recuerdo cuando se entra en el panteón y se recibe la “angelical bienvenida” de la escultura de Monteverde.
Hasta hace pocos años sólo era posible entreverla desde la puerta acristalada, pero ahora se puede admirar desde todos los puntos de vista. Es realmente increíble como, con un solo bloque de mármol de Carrara, Monteverde consiguiera texturas y colores totalmentes diferentes, simplemente con distintos pulidos. Las alas, el vestido, el sepulcro, el rostro del ángel parecen esculpidos en varios tipos de mármol, pero sólo es un trampantojo, y no es el único.
Los ángeles no tienen sexo, ¿verdad? Pues Monteverde expresó ese concepto de una forma totalmente original: otorgándole ambos sexos. Sí, desde un lado de la escultura se reconoce claramente a una “ángela” con su rostro femenino, sus pechos, su cadera y hasta su ligera tripa baja tan típicamente femenina. Pero, desde el otro, vemos a un joven chico, con su brazo musculoso y su rostro masculino. Es increíble cómo varía totalmente el semblante del rostro del ángel según el punto de vista. Por ello Ana nos dijo que le parecía muy simplista definir la escultura como “la ángela de Monteverde”.
Es muy recomendable dar varias vueltas alrededor de la escultura e intentar apreciar todos sus detalles: las alas de pluma real con toda su caña y pelo, las cutículas en las uñas de sus manos, los pliegues de su vestido, cómo está doblada su muñeca, incluso las líneas de la piel en la planta de su pie escondido debajo del vestido, un elemento que Monteverde añadió aún sabiendo que nunca nadie lo habría admirado.
Otro detalle interesante es el de las estrellas en su brazo musculoso: algunos historiadores opinan que se trata de un símbolo masónico, pero lo más probable es que sea simplemente un recurso estético y firma del autor –de hecho el ángel “gemelo” de éste que Monteverde esculpió para el cementerio monumental de “Staglieno” en Génova, tiene también estas estrellas, aunque en este caso en la diadema–. Esta es la opinión de Marta Sanmamed –autora del libro “Aquí yace…o no” y una de las mayores conocedoras de la sacramental–, que consultamos antes y después de la visita.
Al salir del panteón, nos despidió el lema de la familia de la Gándara: “Velarse debe la vida de tal suerte, que vida quede en la muerte”. Desde luego los difuntos de la familia de la Gándara siempre quedarán vivos gracias a esta sublime escultura.
Información práctica sobre las visitas guiadas a la sacramental de San Isidro
La sacramental de San Isidro se puede visitar todos los días del año, con excepción del día de San Isidro (15 de mayo). Lo más recomendable es hacerlo con una visita guiada. Toda la información sobre las visitas guiadas “ad eternum” se encuentra en la página web de la Sacramental de San Isidro.
Con las aportaciones recaudadas se rehabilitan unidades de enterramiento históricas como dos de las que pudimos conocer con Ana: la sepultura romántica del compositor Oudrid y la de la “Fornarina”. Además, dando a conocer el proyecto, se ayuda a que cada vez más personas visiten el lugar y que las propias familias de los difuntos tengan interés en mantener sus tumbas y panteones.
Muchas gracias a Marta Sanmamed, una de las impulsoras de este fascinante proyecto, y a Ana, nuestra guía, que supo transmitirnos su gran pasión por la riqueza histórica y artística de la sacramental.
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