A mediados del siglo XVII, alejarse poco menos de 6 km de la Residenz de Múnich ya era un viaje. La distancia suficiente para construir una casa de campo en la que escapar de la capital durante el verano. Ese es el origen de uno de los palacios más impresionantes del sur de Alemania: el Palacio de Nymphenburg.

Claro que hay dos detalles importantes a tener en cuenta. El primero, que esa “casa de campo” no era una cualquiera, era la de los príncipes electores de Baviera. Y, segundo, que siguió siéndolo durante siglos –de hecho, todavía lo es– y no dejó de crecer, de decorarse, de renovarse… hasta llegar a ser lo que nos encontramos hoy. Tanto, que se mira con orgullo al espejo de Versalles y su parque tampoco le va a la zaga.
Prepárate para visitar decenas de dormitorios, de antecámaras y de salones de gala; para pasear por un gigantesco parque con su canal y sus góndolas, sus pabellones y hasta un “pueblo” para los sirvientes, o para ver algunos de los carruajes reales más lujosos. Todo eso te espera en el Palacio de Nymphenburg y, lo mejor, hoy no tienes que pasar todo el verano para aprovechar el viaje desde el centro de Múnich.
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No te quedes solo con el Palacio de Nymphenburg y echa un vistazo a nuestro itinerario para visitar en Múnich en tres días o a Qué ver en Múnich. Y, antes de despegar, lee nuestros consejos para viajar a Múnich.
El Palacio de Nymphenburg de Múnich: un poco de historia
El Palacio de Nymphenburg no nació como la gigantesca construcción con jardín que se visita hoy en día. Allá por 1662 nacía Maximiliano II Emanuel de Baviera y su padre, el príncipe elector Fernando María, regalaba unas tierras a su esposa Enriqueta Adelaida de Saboya. En 1664 comenzó la construcción de una casa de campo en esos terrenos.
¿Sabías que…?
El nombre de Palacio de Nymphenburg es la traducción del que la princesa de Saboya dio a la casa de campo en su italiano natal: Borgo delle ninfe. Pueblo de las ninfas en castellano y Nymphenburg en alemán.

Maximiliano II Emanuel de Baviera se encargó de –bueno, encargó a otros– convertir la casa de campo de sus padres en una residencia de verano mucho más amplia. En ella se alojaba toda la corte durante los meses de verano. A él también se debe el parque del todavía no palacio, en estilo barroco y diseñado por paisajistas franceses.
Durante siglos, los gobernantes bávaros siguieron utilizando el Palacio de Nymphenburg como residencia de verano para ellos y su corte, con lo que el lujo no dejó de llegar a sus salones. El lujo y los distintos estilos artísticos, del barroco al neoclásico pasando por el rococó. Además de, por supuesto, no dejar de crecer en tamaño.

Hoy en día, a pesar de estar abierto al público, el Palacio de Nymphenburg sigue siendo la residencia del jefe de la Casa de Wittelsbach, la de los príncipes electores de Baviera, que todavía existe.
Qué visitar: el palacio, los museos, el parque y los palacetes del parque
Aquella “discreta” casa de campo se ha convertido en un gigante de unas 229 ha –de las cuales, 180 ha son parque–. Así que no te van a faltar lugares que visitar en el Palacio de Nymphenburg. Desde los salones y habitaciones del propio palacio hasta los palacetes del jardín, pasando por el canal, las caballerizas, el lago…
Tómate tu tiempo. Solo para que te hagas una idea, el eje norte-sur –la fachada completa del palacio– mide 632 metros, más que el del Palacio de Versalles. Nosotros estuvimos casi cuatro horas y media y nos faltó bastante…
El palacio en sí
En las habitaciones del Palacio de Nymphenburg han nacido y muerto príncipes electores, infantas y reinas. El famoso Luis II de Baviera, el del castillo de Neuschwanstein, nació aquí –la habitación en la que lo hizo es visitable y tiene los muebles originales–. No faltan cuadros, sillas y sillones, sedas en las paredes, frescos en los techos, galerías que unen las distintas alas, camas, candelabros, jarrones, relojes, mesas, escudos, lámparas, chimeneas… un despliegue que puede llegar a resultar un tanto abrumador.

Eso sí, la primera sala fue la que más impresión nos causó. Hablamos del Gran Salón, justo en el centro del palacio y redecorado por Maximiliano III José de Baviera a mediados del siglo XVIII. Vale, evidentemente tampoco fue él quien lo hizo, solo se lo encargó a Johann Baptist Zimmerman quien se lució con los estucos y los dorados de las paredes, los ventanales al jardín y la pintura del techo con… Flora, la ninfa –recuerda, Nymphenburg– diosa de las flores. Podríamos decir que el palacio no se guarda lo mejor para el final.

Tampoco te puedes perder, por original, la Galería de las bellezas del rey Luis I de Baviera. Entre 1827 y 1850, el pintor de la corte retrató a mujeres de todas las clases sociales –desde la hija de un zapatero hasta la de un rey– en 36 lienzos. La elección de las modelos se basó en las preferencias del rey. La colección estaba en la Residenz de Múnich abierta al público y era una de las visitas obligadas en la ciudad ya en el siglo XIX.
El Parque de Nymphenburg
El parque del Palacio de Nymphenburg también ha ido cambiando a lo largo de los siglos. Esas 180 ha se crearon como jardín barroco siguiendo el modelo de Versalles por orden de Maximiliano II Emanuel de Baviera. No lo busques, a principios del XIX se rediseñó siguiendo el estilo inglés. Bueno, no busques el parque francés, pero sí que quedan un par de elementos del diseño original.

Dos elementos que son, en nuestra opinión, las joyas de la corona del parque. Hablamos del Gran Parterre con la fuente frente al palacio –la verás desde el Gran Salón– y el Gran Canal –sí, todo es “gran”–. Por cierto, si te animas, puedes dar un paseo por el canal nada menos que en ¡góndola! El capricho cuesta 15 € por persona, 65 € si quieres la góndola completa.
¿Sabías que…?
Cuando hablamos del parque del Palacio de Nymphenburg nos referimos al que está detrás del palacio. Delante de la fachada principal también hay un jardín, un lago con cisnes, parterres de flores y hasta un canal… pero eso es solo un “aperitivo”.

Con 180 ha, no se iban a quedar solo en vegetación. También construyeron, en la primera mitad del XVIII, cuatro palacetes/pabellones situados de forma simétrica respecto al eje del parque. Los tres primeros, en el orden en que los visitamos, fueron construidos durante el mandato de Maximiliano II Emanuel de Baviera.
La Magdalenenklause
La Magdalenenklause, la ermita de la Magdalena, es uno de los primeros edificios de Europa diseñado como una ruina. El Romanticismo idealizaba los edificios ruinosos y en la década de 1720 no se podía esperar a que el tiempo hiciera su trabajo, así que se diseñó ya en ruinas.

En su interior hay una capilla en una falsa gruta y apartamentos para el príncipe elector con una decoración sencilla, aunque verás 180 grabados en las paredes con motivos religiosos. La ermita se concibió como lugar de contemplación religiosa y penitencia, aunque no faltaban una cocina y una confitería en el sótano.
El Pagodenburg
El Pagodenburg fue el primer pabellón del parque del Palacio de Nymphenburg: se construyó entre 1716 y 1721. El nombre de Pagodenburg se debe a las pequeñas figuras de dioses chinos que forman parte de su decoración, figuras conocidas como “pagods”. No solo los dioses chinos, también hay lacados y revestimientos chinescos en las habitaciones de la planta alta, lo que lo convierte en un ejemplo de edificio del estilo chino tan popular a principios del siglo XVIII en Europa. O eso leímos, porque, justo cuando visitamos el palacio, el Pagodenburg estaba cerrado por obras.

El Badenburg
Nos quedamos con las ganas de ver el estilo chino en el Pagodenburg, pero sí que pudimos hacerlo en el Badenburg. Tan de moda estaba que se construyeron dos palacetes en ese estilo. En el Badenburg no faltan las sedas y los artículos de laca y porcelana importados del este de Asia. Fíjate bien en la decoración de las paredes con las sedas chinas pintadas y de los techos.

Aunque lo más sorprendente del Badenburg es la piscina interior. Sí, a principios del siglo XVIII, el príncipe elector se mandó construir una piscina cubierta revestida con azulejos de Delft. El agua llegaba a la piscina a través de una estación de bombeo –la casa de la bomba verde–. Llegaba a la piscina y a las fuentes del parque desde el mismo sitio. Alrededor de la casa de la bomba se construyeron otras, en la segunda mitad del siglo XVIII, para los sirvientes de la corte. Eso sí, se construyeron como un pequeño pueblo idílico en mitad de un bosque.
¿Sabías que…?
En este pueblo idílico, staffage, se construyeron dos estanques en los que se introdujeron castores. ¿Por qué? Como curiosidad y porque su carne se consideraba como pescado y se podía incluir en el menú del palacio durante la Cuaresma.
El Amalienburg
El Amalienburg, el más fastuoso de los palacetes del parque, era el pabellón de caza de Carlos Alberto de Wittelsbach y Sobieski dedicado a su esposa. Está considerado uno de los mejores ejemplos del rococó alemán, así que no te lo deberías perder.

Estucos, sedas pintadas, cuadros, lámparas de araña, plateados y dorados, chimeneas, grandes salones de gala, azulejos pintados… y hasta una cocina para María Amalia de Baviera. Pero no una cocina cualquiera, una de tipo holandés con decoración de estilo… chino. Sí, lo oriental seguía de moda.
El museo de las carrozas y la colección de porcelana
En las antiguas caballerizas del Palacio de Nymphenburg está el museo de las carrozas, Marstallmuseum. Uno de los museos de carruajes de corte, viajes y cultura ecuestre más importantes del mundo, siempre según el folleto, claro. Carrozas de coronación, trineos de gala, arneses, imágenes históricas… El Marstallmuseum está aquí desde 1952, antes estaba en la Marstallplatz, cerca de la Residenz de Múnich, donde se guardaban los caballos y carruajes en invierno. También hay una “galería de bellezas” ecuestres, con retratos de los caballos de Luis II de Baviera.
Sobre el Marstallmuseum está la Colección Bäuml de porcelana de Nymphenburg. En 1747 se fundó la fábrica de porcelana de Nymphenburg y siguió en funcionamiento hasta los años 20 del siglo XX.
Tenemos que confesar que no entramos en ninguno de los dos. Se nos fue el tiempo en el palacio, el parque y los pabellones y nos quedaba más Múnich que visitar.
Entradas, precios y horarios del Palacio de Nymphenburg
Con tantos espacios, edificios, pabellones, jardines… está claro que hay que prepararse para la visita del Palacio de Nymphenburg. El complejo abre todos los días del año excepto el 1 de enero, el martes de carnaval y el 24, 25 y 31 de diciembre.

El horario varía en función del espacio:
- El palacio, el Marstallmuseum y la colección de porcelana abren todos los días de 9 h a 18 h del 1 de abril al 15 de octubre y de 10 h a 16 h el resto del año;
- Los pabellones/palacetes del parque abren solo del 1 de abril al 15 de octubre de 9 h a 18 h;
- El parque abre de las 6 h a las 18 h (de enero a marzo, noviembre y diciembre), a 20 h (en abril y octubre) y a 21:30 (de mayo a septiembre).

El precio de la entrada también varía según lo que quieras visitar:
- Para el palacio: 8 €;
- Para el Marstallmuseum y la colección de porcelana: 6 €;
- Para los pabellones del parque: 5 € la combinada con todos;
- El parque es gratuito.
Tienes toda la información en la página oficial del palacio.
Dónde está y cómo llegar desde el centro de Múnich
El Palacio de Nymphenburg está al noroeste de la ciudad, a unos 6 km en línea recta de la Marienplatz. Se puede llegar hasta allí en transporte público tanto en autobús –línea 51– como en tranvía –línea 17–. Hay una parada llamada “Schloss Nymphenburg”. No tiene pérdida, pero, como siempre, le puedes preguntar a Google Maps para que te indique la mejor ruta desde donde estés.

Los siglos, y mucho dinero, han convertido una casa de campo en un palacio que no te puedes perder en Múnich.
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