Mi cazadora amarillo chillón estaba claramente fuera de lugar. Al fin y al cabo, ése era el sitio más gris del mundo. Pero para algo servía: repelía la lluvia de ese día igual de gris. Quien indudablemente estaba fuera de lugar era yo. No había sentido lo que se suponía que tenía que sentir. No lo había pasado mal. No había sufrido. Me sentía… casi como antes. Bueno, no, decepcionada justamente por eso.
Iba a Polonia más de 70 años después de que mi abuelo, prisionero de guerra, fuera liberado de un campo de trabajo nazi. Era la primera de la familia en hacerlo. Tenía grabado en la mente el horror en sus ojos. Él, tras sufrir la barbarie nazi en su piel, había visto, con esos mismos ojos, salir de campos de exterminio como Auschwitz, creo recordar que del mismo Auschwitz, a sus supervivientes deshumanizados. Supervivientes como mi compatriota Primo Levi. Sí, el autor de Si esto es un hombre, libro que acababa de volver a leer veinte años después de que me obligaran a hacerlo en la escuela. Un libro tan bien escrito como desolador.
Las premisas estaban todas. Lo que se suponía que tendría que experimentar estaba claro. Pero no fue así. Nada fue como lo había planeado. ¿Llevaría otra capa impermeable, ésta incolora y más profunda? ¿El turismo de masas lo habría distorsionado todo? ¿Esta última sería sólo una excusa?
Este artículo tampoco es el que tenía en mente antes de cruzar esa verja maldita y leer, por primera vez en vivo, el letrero más cínico de la historia: Arbeit macht frei –el trabajo te hace libre–. Pensaba citar frases de Primo Levi. Pensaba revivir y compartir mi dolor. Y, después, pensé en mentir y hacerlo igual. Pero al final, a pesar de avergonzarme un poco, decidí sacar el valor para contar mi experiencia real. Y también contaré qué creo que habría tenido que hacer para evitar que mi vivencia fuera así.
Tengo clarísimo que Auschwitz es una visita más que obligada: es una visita necesaria. Para todos. Pero cada uno es libre de vivirlo a su manera. Ésta fue la mía.
- Un poco de historia del complejo del campo de concentración nazi de Auschwitz
- La visita a Auschwitz Birkenau y su museo: qué se ve
- La visita a Auschwitz Birkenau y su museo: qué se siente. Experiencia personal de la visita.
- Entrada y visitas guiadas para Auschwitz: horarios, precios y cómo reservar
- Dónde está el campo de concentración de Auschwitz en Polonia y cómo llegar desde Varsovia o Cracovia
- Tour en español a Auschwitz Birkenau desde Cracovia
Un poco de historia del complejo del campo de concentración nazi de Auschwitz
Poco puedo decir sobre la historia de Auschwitz que ya no hayas escuchado en un documental o leído en algún libro, revista u otra publicación. Así que intentaré que la introducción histórica, que creo necesaria en cualquier caso, sea lo más reducida posible.
El campo de concentración nazi de Auschwitz fue levantado en el año 1940 en la ciudad polaca de Oświęcim, anexionada al Tercer Reich, que fue casi totalmente arrasada para su construcción. El nombre Oświęcim se “germanizó” transformándose en Auschwitz, de ahí la denominación del campo: Konzentrationslager Auschwitz, abreviado como KL Auschwitz.
Al principio se deportaron ahí casi sólo prisioneros políticos polacos pero, a partir de 1942, empezó a convertirse progresivamente en el mayor centro de exterminio masivo nazi. Su emplazamiento –en el corazón de la Europa ocupada por los alemanes– y las buenas conexiones le otorgaron este “privilegio”: recibió personas deportadas de todos los rincones del continente.
Al primer núcleo del campo levantado en 1940, Auschwitz I o Stammlager, se añadieron otras dos partes principales: Auschwitz II-Birkenau, en la aldea de Brzezinka, y Auschwitz III-Monowitz, en Monowice. En 1943, el complejo de campos de Auschwitz abarcaba estos tres grandes y 47 subcampos y comandos externos. Además de los edificios del campo en sí, había talleres, almacenes, oficinas, cuarteles de las SS –en los que los oficiales y suboficiales vivían con sus familias–…
Una verdadera gigantesca máquina de la muerte en la que se calcula que murieron aproximadamente 1.100.000 personas. Una cifra que incluye aquellas personas consideradas no aptas para trabajar –enfermos, personas mayores, niños, mujeres embarazadas…– que directamente se llevaban a las cámaras de gas; las que se torturaron o ejecutaron de otra forma, y las que murieron a causa del hambre, de enfermedades –incluyendo las psicológicas– o como resultado de terroríficos experimentos médicos.
La liberación y la transformación del complejo de Auschwitz en museo
A finales de 1944, temiendo el acercamiento del Ejército Rojo, las SS empezaron a borrar las huellas de sus crímenes. Destruyeron documentos y derribaron y volaron por los aires edificios de todo tipo, entre ellos las cámaras de gas y los hornos crematorios. Entre el 17 y el 21 de enero de 1945, mientras los soviéticos tomaban Cracovia, todos los prisioneros que podían marchar se evacuaron hacia el interior del Tercer Reich. Cuando el campo fue liberado definitivamente por el Ejército Rojo, el 27 de enero de 1945, quedaban sólo 7.000 prisioneros abandonados por los alemanes.
Sólo unos meses después, tras finalizar la guerra, un grupo de antiguos prisioneros empezó a propagar la idea de recordar a las víctimas en el lugar en el que habían sido asesinadas. Se organizaron en la llamada “Defensa Permanente del Campo de Oświęcim” y “ocuparon” el campo para proteger sus ruinas y los edificios que seguían en pie. Miles de peregrinos acudieron ahí en busca de huellas de sus allegados asesinados para rendirles homenaje.
En junio de 1947, los antiguos prisioneros prepararon, en el terreno de Auschwitz, una primera exposición a cuya ceremonia de inauguración acudieron más de 50.000 personas. En julio del mismo año, el Parlamento polaco aprobó la ley de “mantenimiento a eternidad de los terrenos y edificios del antiguo campo” e inauguró el “Museo Estatal de Oświęcim-Brzezinka”. Nombre que, en 1999, fue cambiado por el actual: Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. Veinte años antes, en 1979, el terreno del antiguo campo transformado en museo había sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
El museo está bajo la tutela del Ministerio de Cultura y del Patrimonio Nacional de Polonia y sus objetivos son la protección y conservación de los terrenos, edificios y objetos encontrados en el antiguo campo y la investigación.
La visita a Auschwitz Birkenau y su museo: qué se ve
El museo comprende los terrenos de dos de los tres campos principales: Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau, un total de 191 hectáreas. Incluye más de 150 edificios originales conservados y 300 ruinas. Los restos de las cámaras de gas y de los hornos crematorios, barracones para prisioneros, letrinas, edificios administrativos, torres de vigilancia, varios kilómetros de vallado, la rampa de ferrocarril de Birkenau, etc. Es dura, pero la consideramos tan necesaria que la hemos incluido entre nuestros 15 lugares que ver en Polonia.
Auschwitz I
En el terreno del antiguo campo de Auschwitz I, en los bloques de prisioneros, fue donde se abrió la primera exposición permanente en 1947. En 1955 se sustituyó por otra que, evolucionada, es la que sigue visitándose hoy en día. La exposición describe las dos funciones del KL Auschwitz: la de campo de concentración para prisioneros y la de centro de exterminio masivo de judíos –de un millón cien mil víctimas aproximadamente un millón eran judíos–.
Auschwitz I: el campo de concentración
En la exposición dedicada al campo de concentración para prisioneros de diferentes nacionalidades se muestran las condiciones de existencia de éstos. Hay expuestas fotografías de los mismos –hasta 1943 se fotografiaba a todos al llegar al campo–, documentos y obras de arte que relatan la vida en el campo. Se visitan también las salas donde se llevaron a cabo experimentos médicos, los paredones de fusilamiento y las celdas de castigo para quien transgredía las normas y quien pertenecía al movimiento de resistencia en el campo. Entre ellas, la celda de Maximiliano Maria Kolbe, el religioso polaco que, para salvar a uno de los presos, lo sustituyó y fue condenado a muerte por inanición. En esta sección se recuerda también la primera prueba de asesinato a gran escala usando el gas venenoso Zyklon B.
Auschwitz I: el campo de exterminio
En la exposición dedicada al mayor centro de exterminio masivo de judíos europeos se describe en detalle todo el proceso del exterminio, empezando por el transporte de judíos a la rampa del campo, pasando por su selección por parte de los médicos de las SS y acabando con la muerte en las cámaras de gas.
En una sóla cámara, de unos 200 metros cuadrados, cabían más de mil. Hasta el último momento creían que iban a ducharse y tardaban de 15 a 20 minutos en morir. Los encargados de incinerar los cuerpos eran otros prisioneros judíos –la religión judía prohibe la incineración de los cuerpos, un castigo extra–.
Lo más espeluznante es sin duda encontrarse cara a cara con las dos toneladas de pelo cortado a las mujeres deportadas al campo.
Tampoco faltan objetos personales de los prisioneros, una pequeña parte de las pertenencias de los judíos asesinados que se hallaron en el campo porque las SS no consiguieron enviarlas al interior del Tercer Reich o destruirlas antes de la liberación. Se encontraron unos 80.000 zapatos, unas 12.000 ollas, unas 3.800 maletas –2.100 de ellas firmadas–, unos 40 kg de gafas; unas 460 prótesis; unos 260 talits –los chales de oración judíos–… Verlos acumulados ante tus ojos sin orden da una pequeña idea de la deshumanización de los prisioneros y de su absoluta falta de conocimiento sobre el atroz final que les esperaba. Les decían que podían llevar hasta 25 kg de equipaje, pero se les despojaba de todo nada más llegar.
Y también podrás acceder a la cámara de gas y a los hornos crematorios, los únicos que continúan en pie después de la guerra. El lugar más horripilante de la visita sin duda.
Auschwitz II-Birkenau
La mayoría de las víctimas de Auschwitz fueron asesinadas en Birkenau, así que se decidió dejar el terreno y los edificios que pertenecen a este campo prácticamente intactos, y sólo hay una exposición de tipo museístico.
Esa exposición se inauguró en 2001 y se encuentra en el edificio llamado “Sauna”, donde se registraban y desinfectaban los prisioneros recién llegados al campo. Hoy se camina por sus cuartos en el mismo orden el que lo hacían los prisioneros y, en la última sala, se ven 2.000 de las fotografías traídas por los judíos deportados a Auschwitz.
También se visita el “barracón de la muerte”, el barracón donde se acumulaban hasta 1.500 personas para después llevarlas a las cámaras de gas. Podrás pasar por los pasillos entre los pequeños huecos donde tenían que dormir juntas entre tres y cinco personas. No había baños, ni colchones, las ventanas estaban cerradas y la única puerta también se cerraba por la noche. Las dos estufas, en los fríos inviernos, sólo daban para 15 minutos de calefacción por la noche.
La vía del ferrocarril y el memorial a las víctimas
Entre Auschwitz I y Birkenau se encuentra también el último tramo de la vía de servicio del ferrocarril, la Judenrampe, a la que, entre 1942 y 1944, llegaron los transportes de judíos deportados al campo. Aquí era donde, recién llegados, eran seleccionados, en pocos segundos, por los médicos de las SS, quienes tenían el poder de enviarles a muerte segura o de darles una mínima esperanza de supervivencia. El vagón que se ve en Birkenau no es original pero sí es de la época. En vagones como ése se hacinaban hasta 60 personas.
En Birkenau, cerca de los restos de uno de los hornos crematorios y del estanque de cenizas humanas, es donde se encuentra el monumento conmemorativo a las víctimas del campo, en diferentes idiomas –no en español, pero sí en italiano y en judío sefardí, parecido al español–.
Los cuatro hornos crematorio con cámaras de gas de Birkenau fueron volados por los alemanes antes de abandonar el campo. Aún así, quedan restos de ellos. El lugar donde se encontraba la primera cámara de gas, llamada la Casita Roja, y el de la segunda cámara, la Casita Blanca, algo alejados del “centro” del campo también están protegidos.
La visita a Auschwitz Birkenau y su museo: qué se siente. Experiencia personal de la visita.
¿Cómo es posible encontrarse ante todo esto y no emocionarse hasta deshacerse en llanto? ¿Cómo es posible no sentir un dolor desgarrador? ¿Cómo es posible que no se te rompa el corazón en mil pedazos o, al menos, que no se te ponga mal cuerpo?
Esto me pregunté al acabar la visita. Había escuchado testimonios emocionados de gente que lo había visitado y yo me sentía totalmente insensible.
Vaya por delante que la sensibilidad no suele ser una de mis mayores cualidades, pero sigo siendo humana y, en el museo de las víctimas del 11-S en Nueva York, por ejemplo, no había podido evitar emocionarme.
¿Entonces? Creo que influyeron diferentes factores ligados a la visita guiada. El primero fue conocer, tanto a través de los paneles como de la guía, tantos datos. Son muy útiles para saber más sobre la historia y el funcionamiento del campo. Pero, en mi opinión, tantos datos llegan a deshumanizar aún más, si es posible, a las víctimas. Las víctimas son números, son parte de ese más de millón de prisioneros, no tienen cada una su historia.
Me habría gustado conocer más sobre alguna historia personal. Mi abuelo me contaba, por ejemplo, que los guardias de las SS mayores le llevaban comida a escondidas –más de uno, todos a escondidas del otro– mientras que los jóvenes, nacidos en el régimen nazi, le escupían a la cara, y él sólo era un prisionero de guerra. Detalles que conoces por la historia que cuenta alguien en la vida real o en un documental, pero no ahí. ¿Es más importante la historia o lo son más las historias?
El campo como atracción turística: ¿cómo de mal lo pasaré? ¿Merece la pena ir?
Por otro lado, ir todos juntos, en grupos grandes –hay muchísimos visitantes en Auschwitz– hace que no tengas tiempo para la reflexión y que te sientas un poco una oveja en un rebaño. JAAC había visitado el campo de Stutthof casi en soledad y ahí la experiencia había sido totalmente diferente y mucho más desoladora. Después, juntos, hemos visitado el campo de concentración de Majdanek y también tenemos que decir que fue más impactante.
En Auschwitz ves a los turistas haciéndose selfies delante de estos lugares dedicados al recuerdo mientras pronuncian algunas frases hechas como “no hay que olvidar” y tú lo que quieres es olvidar también ese momento.
Pero, como decía al principio, puede que sólo sean excusas y, sin duda, es una opinión muy personal. Eso no significa para nada que la visita a Auschwitz no sea obligada, e, indudablemente, se aprende muchísimo en ella.
¿Lo pasarás mal? Eso depende de tu sensibilidad, tu capacidad de abstracción y cómo te afecten los demás turistas.
Un consejo: déjate un tiempo en soledad, después del tour, dedícaselos a algunos rincones del campo para vivirlo de forma diferente.
Entrada y visitas guiadas para Auschwitz: horarios, precios y cómo reservar
En principio la entrada a Auschwitz-Birkenau es gratuita. Lo que sí se pagan son las visitas guiadas, aconsejables, a pesar de lo que haya comentado arriba, para entender todo mejor y no perderse en la inmensidad del campo. Además, casi nunca es posible hacer la visita por libre (depende de los horarios y días en principio) por la cantidad de plazas que hay reservadas de visitantes. También hay un autobús gratuito que conecta Auschwitz I y Birkenau.
Las visitas guiadas –también en español–, de unas 3,5 h de duración, cuestan 50 PLN –unos 12 €–. Pero los precios pueden variar, así que lo mejor es que los consultes en la página oficial de Auschwitz. Lo malo es que, sobre todo en temporada alta, hay que reservarlas con mucho tiempo –se aconseja hacerlo con un par de meses por lo menos– y es muy complicado conseguir un hueco. Y el acceso total de visitantes también está limitado, así que, aunque quieras ir sin guía, no podrás entrar. Ésta es la página específica para la reserva. La mejor alternativa para hacer la visita encontrando un hueco seguro es contratar un tour, te hablamos de ello más abajo.
Respecto a los horarios, son de 8 h a 15 h de diciembre a febrero, de 8 h a 16 h de marzo a noviembre, de 8 h a 17 h de abril a octubre, de 8 h a 18 h de mayo a septiembre y de 8 h a 19 h de junio a agosto, pero también puedes consultarlos en la web, por si cambian.
En esta página en español de la web oficial, además, puedes descargarte un pdf con muchísima información sobre el campo de concentración, su historia, la colección del museo, etc.
Dónde está el campo de concentración de Auschwitz en Polonia y cómo llegar desde Varsovia o Cracovia
El campo de concentración de Auschwitz se encuentra en Polonia, en la localidad de Oświęcim, a unos 350 km de Varsovia –unas 3,5 horas en coche– y a unos 65 kilómetros de Cracovia –una hora en coche aproximadamente–.
Desde Varsovia, se puede llegar a Oświęcim vía Katowice en tren en unas tres horas y media/cuatro horas. Desde Cracovia hay trenes que tardan de 1:40 h a 2:30 h según el tipo –cuestan unos 16 PLN–. También hay autobuses –por unos 12 PLN– que salen de la estación MDA de Cracovia y tardan un tiempo parecido.
Tour en español a Auschwitz Birkenau desde Cracovia
La otra opción, como comentaba arriba y especialmente para asegurarse la visita guiada, es hacer un tour por Auschwitz Birkenau en español saliendo de Cracovia. Te recogerán en tu hotel y no tendrás problemas con encontrar espacio para la visita. Además, en el trayecto en autobús, podrás conocer algo más sobre el campo gracias a un documental y puedes combinarlo en un día con la visita a la mina de sal de Wieliczka, con este otro tour.
Auschwitz, a pesar de mi capa interior, nunca olvidaré el día en el que te visité.
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