Llegábamos en tren desde Meteora. En el vagón viajaba otra pareja castellano parlante y fue él quien puso en palabras lo que todo turista que llegue a Atenas piensa: “Bienvenidos a la cuna de la civilización occidental”. Si Atenas es la cuna de la civilización, la cuna de esa cuna es su Acrópolis. No en vano, nosotros, como todo turista que llega a la capital griega, teníamos bien marcada en nuestro itinerario la visita a la Acrópolis de Atenas, aunque ya hubiéramos estado.
La seña de identidad de la capital griega. La imagen más buscada y más fácilmente localizable: en el centro de la ciudad en lo alto de una colina a 156 metros sobre el nivel del mar. Un auténtico imán para amantes de la historia, de la arqueología, de la arquitectura, de la filosofía, de la mitología griega… y de cualquier viajero con curiosidad. Todo eso y más es la Acrópolis de Atenas.
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No nos vamos a engañar, la principal razón para visitar la capital de Grecia es, sin duda, la Acrópolis, pero, ya que estás, echa un vistazo a nuestros lugares que ver en Atenas en 3 días para aprovechar tu viaje al máximo.
La acrópolis de Atenas: historia y arquitectura de la cuna de la cultura occidental
Hoy en día, al decir Acrópolis todo el mundo piensa en Atenas, pero acrópolis había en muchas polis griegas. Literalmente, acrópolis significa “parte alta de la ciudad”. No te vayas a creer que los castillos en lo alto de las colinas fueron un invento de la Edad Media. Los griegos ya levantaban sus asentamientos en lugares elevados, escarpados y bien protegidos. El crecimiento de las polis llevaba a sus habitantes a las partes bajas, y el “casco antiguo”, en lo alto de los montes, recibía el nombre de acrópolis.
Dicho esto, es evidente que la de Atenas, centro administrativo, intelectual y religioso de la antigua Grecia, tenía que ser única y especial. No, especial se queda corto. Vamos a sacar todos los adjetivos más manidos que se nos ocurran… ¿Espectacular, maravillosa? No… tampoco lo expresa. ¿Alucinante? Se va acercando.
Para ponernos en situación, gran parte de la Acrópolis de Atenas se construyó en el siglo V a. C., en la época de Pericles. Sí, hace más de 2.500 años. Ahora piensa en el tamaño de las construcciones, la perfección de su arquitectura, la belleza seductora de sus esculturas… no en vano fue inscrita como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1986.
¿Construida en el siglo V a.C.? Sí, pero sobre restos que se remontan a la época micénica, segundo milenio antes de Cristo, y arcáicos, del siglo VI a.C. Fue una invasión persa la que acabó con los edificios arcáicos. A pesar de que los mismos atenienses habían jurado no reconstruirlos, Pericles consiguió convencerles. Sólo podemos decir: GRACIAS PERICLES, la Humanidad te debe una.
Entradas a la Acrópolis de Atenas: precios, horario, acceso
De acuerdo, ya sabes que está en el centro de la ciudad –más centro imposible: fue su primer núcleo–, sabes cuándo fue construida y algo más de su historia pero vamos a lo práctico: cuánto cuesta, a qué hora está abierta y cómo llegar.
El precio de la entrada varía según el día, prepara unos 15-20 €, puedes comprarla desde aquí con antelación y evitar las colas –desde aquí, además, con audioguía–. Hay varios días al año con entrada gratuita –6 de marzo, 18 de abril, 18 de mayo, el último fin de semana de septiembre, el 28 de octubre y todos los primeros domingos de mes de noviembre a marzo–. También hay una entrada conjunta que incluye, además de la Acrópolis, la antigua ágora romana, el Kerameikos y su museo, el sitio arqueológico de Lykeion, la biblioteca de Adriano, el museo del ágora antigua, el Olympeio y el ágora romana, válido durante cinco días, al precio de 30 €. Si, como nosotros, vas a visitar el resto de sitios turísticos de Atenas, merece mucho la pena.
La Acrópolis abre todos los días excepto el 1 de enero, el 25 de marzo, el 1 de mayo, el domingo de Pascua y el 25 y 26 de diciembre. Su horario es de 8.00 a 20.00. El último acceso es a las 19.45, pero desde ya te decimos que en 15 minutos es imposible llegar a ver nada. Nuestra estimación ronda más las dos horas, mínimo una hora y media.
Todos los detalles en la página oficial.
Dónde está y cómo llegar a la acrópolis de Atenas
La entrada sur de la Acrópolis, el acceso más habitual, está muy cerca de la estación de metro Acropolis –no podía tener otro nombre– de la línea 2, la roja. Frente al nuevo museo de la Acrópolis. Es posible comprar la entrada allí mismo e incluso pagar con tarjeta en el quiosco.
Consejos para visitar la Acrópolis de Atenas
La Acrópolis de Atenas es famosa en el mundo entero. No hay turista que pase por la ciudad que no vaya a visitarla… y eso son muchos turistas. La buena noticia es que se puede entrar sin morir en el intento. Las colas pueden ser épicas –como una obra de Homero– y bajo un sol de justicia. Pero a primera hora no hay. ¿Por qué? Porque a la gente no le gusta madrugar y no han empezado los tours. Otra ventaja de madrugar es que tampoco hace mucho calor. Ojo, decimos “mucho” porque allí el Sol pega con fuerza.
De ahí nuestro segundo consejo: lleva gorro, gorra, paraguas, sombrilla o un cartón con el que darte sombra. No hay mucha vegetación y no encontrarás muchos lugares en los que esquivar a Lorenzo. El protector solar tampoco es opcional.
Otra posibilidad es visitar la Acrópolis a última hora, eso sí, recuerda que cierra a las 20.00 y que un par de horitas se te irán a poco que hagas unos miles de fotografías.
Al hilo del calor, en la parte alta de la Acrópolis –valga la redundancia– hay baños y fuentes públicas. El agua es perfectamente bebible pero es más cómodo llevar una botella y llenarla que andar haciendo contorsiones como un artista del circo del sol para llegar al chorrito.
Por último, puede parecer un consejo baladí, pero vimos algunos a los que les habría venido bien: lleva calzado cómodo y que agarre. ¿Que agarre? Sí. 2.500 años de gente paseando junto a los templos de la Acrópolis han dejado la piedra del suelo pulida hasta niveles de patinaje artístico. Ya antes de ver el primer cartel que avisaba de que el suelo era resbaladizo estuvimos a punto de caernos. Otra chica no tuvo tanta suerte y acabó con su coxis por tierra. Y vimos a más de uno con chanclas, tacones…
Qué ver en la Acrópolis: mapa y templos
Como decía, lo habitual es entrar por el acceso sur. Así lo hicimos nosotros y así te contamos qué ver en la Acrópolis. Para que te orientes, te mostramos un mapa de la zona arqueológica.
El teatro de Dioniso
Nada más entrar nos encontramos con el teatro de Dioniso (18), una de las últimas construcciones de ¿la Acrópolis? No. Recuerda, la acrópolis era la parte alta de la ciudad. El teatro está en la ladera sur. De hecho, se aprovecharon de esa inclinación para construir el graderío que llegó a tener una capacidad de entre 15 y 17.000 espectadores, el más grande del mundo griego.
Desde el camino verás sus gradas de piedra, seguramente llenas de turistas. Si sientes el impulso de seguir adelante sin entrar para “escapar” de ellos o porque crees que ya lo estás viendo todo desde el camino, dos cosas. La primera: no podrás escapar de los turistas. La Acrópolis es «el monumento” y, por tanto, siempre encontrarás a mucha gente. La segunda: te perderás lo que queda de los relieves que decoraban la escena, skené, y cuando veas las fotos, no te lo perdonarás.
Al otro lado del camino, frente al teatro de Dioniso, se encontraba el témenos de Dioniso (20), del que queda poco en pie. Antes de llegar al teatro, se encuentra el terreno en el que se alzaba el odeón de Pericles (19) –sí, de ese Pericles– pero ya no queda nada.
El odeón de Herodes Ático
El camino continúa hasta el odeón de Herodes Ático (15) pasando junto al Asclepeión (17), del que sólo quedan ruinas, al norte, y a la stoa de Eumenes (16), de la que quedan unos cuantos arcos.
El odeón de Herodes Ático sigue usándose hoy en día para su función original: servir de escenario para representaciones musicales, como las del actual Festival de Atenas. Es la única construcción romana, del siglo II, del entorno de la Acrópolis. Su buen estado actual se debe a que ha sido restaurado a mediados del siglo XX. Hasta entonces estuvo cubierto por toneladas de arena desde el siglo III.
Los propíleos y el templo de Atenea Nike
Si no has madrugado, es posible que te estés arrepintiendo de no haberlo hecho. El calor en la Acrópolis puede ser muy molesto, la cantidad de turistas aún más y esto no ha hecho más que empezar. Cuando hayas podido “escapar” del pequeño camino que lleva a la vista del odeón de Herodes Ático, podrás dirigirte a la Acrópolis propiamente dicha.
Los propíleos (5) te darán la bienvenida. Son las “puertas” al recinto más sagrado y solemne, la parte alta de la polis. Cuando te encuentres frente a la construcción de Mnesicles, no podrás evitar preguntarte ¿y esto es sólo la entrada? El arquitecto hizo una pequeña trampa y construyó las puertas –con una planta en forma de T invertida– como si fueran fachadas de templos.
Guarda algo de admiración y no dejes que la mandíbula se te desencaje. Piensa que ahora son “ruinas”. Haz un esfuerzo y devuélveles parte de su esplendor. Ya que te pones, coloca también a unos cuantos griegos con sus túnicas subiendo por esas escaleras tan majestuosas. Recuerda, estamos en el siglo V a.C.
A la derecha de los propíleos sobresale un edificio. Está “fuera” del recinto pero todavía en lo alto de la ciudad. Se trata del templo de Atenea Niké (6). Antes de que te lo preguntes, si no lo sabías, o que pienses “éste no sabe que…”, si es que sí lo sabes. La marca deportiva toma su nombre de esta diosa, Atenea Victoriosa, y sí, se lee Niké, nada de “naik”. Se siente.
Los atenienses, que tenían una relación especial con los dioses, fueron capaces de colocar una estatua de Atenea personificada como Niké, con sus alas, y cortárselas. ¿Cortarle las alas a una diosa? La herejía tenía una finalidad: impedir que abandonar la ciudad para que continuara ayundándoles a vencer batallas.
El partenón
Cuando hayas superado los propíleos y el escorzo de cuello para ver el templo de Atenea Niké, te encontrarás por fin ante la joya de la corona: el Partenón, obra de los arquitectos Ictino y Calícrates.
Puede que te lleves una pequeña decepción por los andamios, las grúas y todas las piedras “caídas” que lo rodean. Esta maravilla arquitectónica habría llegado casi en perfecto estado hasta nuestros días de no ser porque durante la dominación otomana fue utilizada como polvorín. Sí, como en cualquier película de acción que se precie, un obús lanzado desde un barco veneciano en 1687 acertó en el Partenón que estalló, perdiendo el techo y todo lo que ahora está por el suelo a su alrededor. Bueno, tampoco hay que ponerse muy duro con los venecianos ni con los otomanos, ¿quién sabe lo que hubiera podido pasar en estos más de tres siglos?
Ah, no pienses eso de “pues si está en obras, mejor me espero y voy a verlo cuando acaben”. Lleva en obras decenas de años y las grúas seguirán apareciendo en las fotos por decenas de años más.
¿Qué diría Pericles si viera las hordas de turistas que, como ejércitos invasores, ocupan aquello que él mandó construir? ¿Pensaría, acaso, que sus palos sefie son las nuevas espadas y que los elegantes cascos atenienses han degenerado en extraños trozos de tela con visera?
Rodea varias veces el Partenón. En el sentido de las agujas del reloj y al contrario. Pegado a las columnas y lo más lejos que puedas sin dejar de verlo. Lleva ahí desde hace más de 2.500 años y, aunque quedan pocas copias, puedes ver algunas metopas, los bajorelieves de los frisos. Las originales que han sobrevivido a los distintos saqueos y explosiones están en el museo del acrópolis y en el museo británico de Londres. Vuelve a hacer un esfuerzo de imaginación, rellena los huecos y ¡píntalos! Las metopas de los frisos estaban llenas de color.
Ya sabrás que, para que se viera todo más recto y simétrico, el Partenón se construyó con ligeras inclinaciones. Parece sencillo, pero puede que estemos antes uno de los primeros trampantojos de la historia. El “truco” no fue descubierto hasta mediados del siglo XIX.
Lo que no ha llegado a nuestros días ha sido la estatua de la diosa Atenea Partenos, obra de Fidias, que se encontraba junto al Partenón. Sólo nos quedan la descripción del historiador Pausanias y algunas copias menores. Quince metros de altura, marfil y oro y una profusión de detalles y decoración que, esta vez sí, habrían hecho que se te desencajasen las mandíbulas. Imposible siquiera de imaginar.
El Erecteion, el pórtico norte y el pórtico de las cariátides
¿Estás ya saturado de belleza clásica? Espero que no porque todavía quedan las famosas cariátides, las columnas con forma de mujer. De las seis originales, cinco están en el museo de la Acrópolis y la sexta en el museo británico. En la Acrópolis podrás ver unas copias en su posición original.
El pórtico de las cariátides es la cara sur del Erecteion (3). De nuevo, no dejes que la pereza te pueda y creas que vistas las cariátides desde el Partenón, visto el Erecteion. No, el pórtico norte tampoco tiene desperdicio, aunque no haya figuras femeninas. Así que dale la vuelta entera.
De templo dedicado a Erecteo, Poseidón, Hefesto y Butes, el Erecteion pasó a iglesia paleocristiana, iglesia bizantina, harén –durante la dominación otomana– y, como el Partenón, polvorín. Vaya, otra mala elección que hizo que también volara por los aires como aquél.
Miradores de Atenas: desde dónde ver la acrópolis
La Acrópolis se ve casi desde cualquier punto de la ciudad. Bueno, desde cualquier punto un poco elevado. En los tres días que pasamos en Atenas, tuvimos tiempo de visitar unos cuantos de esos puntos elevados.
Nuestro paseo por las alturas comenzó en el monte Licabeto. Se puede subir en teleférico o caminando. A pie es un paseo de unos 30 minutos desde la estación de metro de Panespistimio y tienes la posibilidad de parar por algún punto panorámico más de la Acrópolis antes de llegar a la cima. ¿Y en teleférico no lo podrás disfrutar igual? Algo menos. El mirador está tan lleno de gente que tendrás que usar caderas y codos y estar atento al primer hueco que quede libre para hacerte con él al atardecer.
El segundo atardecer lo vimos, al día siguiente, desde el monte Aeropagus. Si el Licabeto está al noreste –no, el sol no se puso por detrás del Partenón, ni creemos que lo haga nunca desde el Licabeto–, el Aeropagus está al oeste. Olvídate del astro rey, pero atento a los colores dorados con los que pinta las columnas y paredes de los edificios de la Acrópolis. Eso sí, tampoco serás el único que haya tenido la idea de ver la puesta de sol desde allí… aunque hay más espacio y hasta podrás sentarte tranquilamente.
Otros lugares desde donde tuvimos buenas vistas de la Acrópolis fueron el ágora antigua, junto al Hefestión, y la colina de Filopappou. En ambos casos, fue por la mañana y, además del detalle de que hay que pagar para entrar al ágora antigua, no encontramos manadas de turistas en busca de la ansiada imagen.
Tours guiados en español por la Acrópolis de Atenas
A pesar de que la Acrópolis de Atenas no es de esos lugares en los que “sólo quedan cuatro piedras que no levantan un palmo del suelo”, es recomendable que alguien te explique y te ponga en contexto lo que estás viendo. Hemos pedido varias veces esfuerzos imaginativos pero, ¿no es más fácil si te explican lo que tienes que imaginar? Otra ventaja es que los tours incluyen una visita guiada por Atenas con lo que matas dos pájaros de un tiro. Aquí puedes ver las características y el precio.
Otros tours, además de la visita por la ciudad y la Acrópolis, incluyen el museo de la Acrópolis. Aquí puedes ver las características y el precio con la extensión museo.
Da igual lo altas que fueran tus expectativas, la Acrópolis de Atenas sigue estando “en lo más alto”.
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