Buenos Aires, la primera parada de nuestro viaje, nos recibió con los brazos abiertos. Desde el primer momento nos quedó claro que tenía muchas caras y, aunque poca gente habla mal de ella, los años de crisis económica también han hecho mella. Rápidamente descubrimos que, como buenos descendientes de españoles e italianos, el deporte nacional en Argentina no es el fútbol… es quejarse, y tratar de hacer las cosas de una manera que se ajuste más a lo que la gente quiere: más barato y más fácil. Argentina es el país de los sistemas paralelos. La otra cosa que descubrimos es que habíamos llegado en un momento extraño, tercer día festivo –sábado de Semana Santa– de seis. El país estaría parado durante casi una semana al coincidir la Semana Santa con el puente de estado del Día del Veterano y de los Caídos en la Guerra de las Malvinas –2 de abril, martes–. Recorreríamos una ciudad sin el kilombo del que todo el mundo hablaba, con las calles medio vacías y los comercios cerrados.
Sistemas paralelos: remises y cambio negro
Nada más salir del aeropuerto descubrimos la existencia de los remises. El primer sistema paralelo con el que nos encontramos. La crisis agudiza el ingenio y la gente con coche, que no tenía trabajo, comenzó a montar un sistema de taxis a precio fijo. Ir de un lugar de la ciudad a otro tiene un coste y atascos, huelgas, manifestaciones… no lo aumentan. Al ser un sistema en negro la forma de ponerse en contacto con ellos era llamándoles por teléfono. Los taxis oficiales se dieron cuenta de que perdían público y llegó a Buenos Aires el Radio Taxi. Hoy en día hay empresas de remises oficiales pero todavía son muchos los remiseros que trabajan al margen del sistema.
Antes de volar ya habíamos oído de la existencia de otro sistema paralelo: el mercado negro de cambio. Argentina es un país al que viajar con dinero en efectivo y buscar arbolitos –el nombre que reciben los cambistas en la calle porque llevan hojas verdes: dólares, hoy en día también euros y reales brasileños–. Si en Uzbequistán la diferencia con el oficial podía suponer el doble de som, en Argentina hablamos de alrededor de un 40% más de pesos por euro. La calle Florida es el centro neurálgico de este mercado, paseando por ella no dejarás de oír «Cambio, cambio», aunque nosotros llegamos a cambiar en un kiosco, con tanto festivo no había ni arbolitos. Actualización: desde diciembre de 2015 ya no hay ni cambio paralelo ni arbolitos.
Qué ver en Buenos Aires
Con un argentino, Anibal Trejo, tomamos un chocolate en el Café Tortoni, recorrimos la Avenida de Mayo hasta llegar a la Plaza de Mayo, nos enteramos de que el color de la Casa Rosada se debe a que se mezcló la cal viva con que se pintaba con sangre de vaca, visitamos el mercado dominical de San Telmo y la calle Defensa, paseamos por Caminito en el barrio de la Boca y comimos choripán –obviamente pan con chorizo–. Nos habló de la tarjeta SUBE que te permite viajar en colectivo, subte y tren más barato y sin tener que buscar monedas, casi imposibles de encontrar, para pagar el boleto. Ojo, que la SUBE sólo se puede obtener en el Correo o en los puestos en los que hacen documentos (DNI y Pasaporte). Hay uno de estos puestos en el propio aeropuerto y también en la mayoría de grandes centros comerciales. En la primera recarga –en el tren, en el Subte y en algunos kioscos– se pagan los 15 pesos que cuesta.
Al día siguiente, ya solos, paseamos por el barrio de La Recoleta: la zona de las embajadas, el cementerio de la Recoleta, el Ateneo Grand Splendid… y disfrutamos de una supermilanesa a la napolitana en Banchero, uno de los locales tradicionales de pizzas, y ahora milanesas, de la ciudad. Un par de veces tuvimos que resguardarnos de la lluvia que ya empezaba a hacer acto de presencia aunque no se esperaba lo que llegaría después.
Lo que llegó esa noche fue una tromba de agua tal que se inundaron barrios enteros, coches arrastrados por el agua, muerte, destrucción… Buenos Aires, gracias a que estaba casi vacía por los festivos no se sumió en el caos más absoluto. Nosotros no habíamos oído nada y salimos a pasear un día más hasta encontrarnos con Mafalda en San Telmo. El barrio está lleno de locales con solera, algunos patrimonio de la ciudad, como El Viejo Almacén, el Café Dorrego y el bar Seddon, justo frente a Mafalda, donde nos refugiamos de otra gran tormenta.
Era el día en que conoceríamos a Aldana y Dino de Magia en el camino y pasamos la mañana caminando hasta la Plaza de San Martín y el monumento a los Caídos en la Guerra de las Malvinas. Los restos de José de San Martín están en la catedral de Buenos Aires custodiados por una guardia de honor, ¡militares en una iglesia!
Con el Subte cortado tuvimos nuestra primera experiencia con los colectivos y después con el tren. Buenos Aires cuenta con un Subte reducido cuyas seis líneas acaban en estaciones de tren que unen la ciudad con la periferia y el Gran Buenos Aires –con toda este área alcanza los 13 millones de habitantes–. Allí encontramos a Dino esperándonos en la calle. La tormenta les había dejado sin luz –no podíamos llamar al telefonillo– y sin señal en los teléfonos –no pudieron avisarnos–.
Esa noche y los días siguientes fueron otra forma de conocer la ciudad y a sus gentes. Charlas a la luz de las velas en las que aparecían países, fronteras, trenes, barcos, autobuses… sin orden ni concierto, hilando una conversación viajera que nos hizo recorrer el mundo varias veces, pero también se habló de la economía del país, de las medidas tomadas –y de las no tomadas– por el gobierno, de planes de futuro… Y, cómo no, hubo tiempo para la magia, ésa con la que Dino nos dejó con la boca abierta y con ganas de saber más y de ver más.
Aldana nos mostró un barrio alejado del centro, de la prisa de la ciudad porteña, Villa Devoto. Una antigua zona de fin de semana y vacaciones para las familias de Buenos Aires en la que se alejaban de sus prisas, que hoy en día mantiene ese espíritu relajado a pesar de haberse integrado en el casco urbano. Todavía es posible encontrar alguna de las casas originales de la zona rodeadas de cafés y restaurantes. A uno de esos cafés nos acercamos por la tarde para tener noticias del mundo y utilizar su conexión a internet, todavía seguíamos sin luz ni señal de móvil.
El jueves era nuestro último día en la ciudad y, sin llegar al centro, paseamos por Palermo. Palermo es uno de esos barrios con nombre propio en Buenos Aires. Desde los bosques de Palermo –una enorme zona de jardines casi en la orilla del Río de la Plata– hasta Palermo Soho, con sus tiendas de diseño, sus cafés, sus graffitis… su vida independiente, y Palermo Hollywood. Sin olvidar el Mercado de las Pulgas, donde está todo lo que buscas pero es casi imposible encontrarlo. Antes de entrar en la zona animada, paseamos por otro de los cementerios de la ciudad, menos conocido que el de La Recoleta pero igualmente impresionante: el cementerio de la Chacarita.
Dormir en Buenos Aires: Hotel Monserrat
En nuestra estancia en Buenos Aires pasamos por muchos sitios, desde couchsurfing (que recomendamos) a diferentes tipos de hoteles. Te damos todos los detalles en nuestro artículo Hoteles donde dormir en Buenos Aires.
Qué nos deja Buenos Aires
Ganas de más. Después de seis días en Buenos Aires, ¿podemos decir que conocemos la ciudad? No, definitivamente. Más aún sabiendo que nos ha mostrado algo muy poco habitual: negocios cerrados, calles vacías, arbolitos sin pesos para cambiar, etc. y lluvias, cortes de luz, noticias terribles… De cualquier forma lo que sí tenemos claro es que nos ha gustado. Nos ha gustado mucho: la ciudad, su ritmo, sus gentes… y su Wifi, cada bar, restaurante, museo, plaza grande cuenta con su red para que el mundo se entere de lo que pasa en Buenos Aires y Buenos Aires de lo que pasa en el mundo.
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