La Garriga cambió radicalmente de aspecto en poco más de medio siglo. La llegada de burgueses de Barcelona a finales del siglo XIX trajo consigo una desaforada pasión por la arquitectura modernista. En 1939, al final de la Guerra Civil, un bombardeo arrasó buena parte del municipio. 50 años que cambiaron el pequeño pueblo agrícola hasta la ciudad que es hoy en día, marcada por esa historia. Una historia que, te aseguramos, ha dejado muchos lugares únicos que ver en La Garriga.
Nuestra visita a esos 50 años fue en orden cronológico. Comenzamos por la superficie, visitando los edificios modernistas, y acabamos bajo tierra en el refugio de la Guerra Civil.
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La arquitectura modernista: lo primero que tienes que ver en La Garriga
Nada menos que una cincuentena de edificios de arquitectura modernista se conservan en La Garriga. Gran parte de la responsabilidad de la llegada de este movimiento se debe a Manuel Joaquim Raspall i Mayol, arquitecto municipal de La Garriga y de gran parte de los municipios del Vallès. A pesar de haber nacido en la Ciudad Condal, estaba muy unido a La Garriga: era el pueblo de su madre.
¿Sabías que…?
Manuel Joaquim Raspall i Mayol no solo trabajó en el Vallès, dos de sus obras más conocidas están en la Ciudad Condal: la Monumental y el Molino.
Desde la oficina de turismo se organizan recorridos por La Garriga modernista, tienes más información en su página web.
¿Por qué hay casas modernistas en La Garriga?
A finales del siglo XIX, la Revolución Industrial da lugar al nacimiento de nuevas clases sociales en Barcelona: burguesía y clase obrera. Además, también provoca un aumento de la contaminación en la ciudad por las fábricas en sí y por el repentino incremento de población con la llegada de la mano de obra desde toda Cataluña.
La recomendación de los médicos a los burgueses es salir de la ciudad a “hacer salud”. Y uno de los destinos de ese turismo de salud es La Garriga, por sus aguas termales que surgen naturalmente entre 51 y 52 grados. El espaldarazo definitivo se lo da la construcción de la vía férrea que une la población con Barcelona en una hora.
Los burgueses traen consigo los gustos de la ciudad y el dinero necesario para construir sus “torres”, las casas de veraneo. Veraneo que duraba tres meses para las familias, mientras que los señores viajaban con frecuencia a la ciudad para encargarse de sus negocios.
La illa Raspall: una manzana 100% modernista
Una manzana ocupada exclusivamente por edificios de arquitectura modernista obra de Joaquim Raspall, eso es la illa Raspall en La Garriga. Cuatro edificios completamente diferentes construidos entre 1908 y 1912. Diferentes, pero unificados por una valla que los rodea a todos –cuyo ajedrezado cambia de color en función del color predominante de la casa que protege– y por la presencia de un jardín en cada una de ellas.
La Torre Iris muestra su poder con una torre, por la que recibe el nombre. Además de exhibición, también tenía una función práctica: era el depósito de agua. El servicio la subía con baldes para que hubiera agua corriente en la casa.
La Bombonera recibe su nombre por el parecido de su forma cuadrada con el de una caja de bombones. Fíjate en la lámpara de la entrada, con un círculo amarillo ámbar, “marca de la casa” de Joaquim Raspall.
¿Sabías que…?
La Torre Iris y la Bombonera se construyeron para ser alquiladas por los burgueses de Barcelona que no podían o no querían construir su propia casa en La Garriga. Dos casas en la Torre Iris y una en la Bombonera para hacer dinero con alquileres vacacionales a principios del siglo XX… todo estaba ya inventado.
La Casa Barbey es la obra máxima del arquitecto y la única que da a las cuatro calles. Esgrafiado, mosaicos –Sant Jordi–, hierro forjado en los balcones, cerámica vidriada, apliques cerámicos, persianas de libro –gran innovación para la época–, delicado trabajo de ebanistería… un compendio de trabajo artesano modernista.
La Casa Barraquer es la más sencilla de todas, sin apenas ostentación. El nombre se debe a la familia de oftalmólogos más famosa de Barcelona para la que se construyó y que todavía hoy es dueña. El color de su decoración es azul, recuerda al de los ojos.
Can Raspall: donde la Edad Media se encuentra con el modernismo
Si no haces la ruta de la oficina de turismo, Can Raspall será la única casa modernista que podrás visitar por dentro en La Garriga. ¿Por qué Can Raspall si las anteriores también son obra del mismo arquitecto? Porque esta era, además, su casa. Primero casa de veraneo y más tarde, debido al trabajo de arquitecto municipal, su casa de todo el año.
Can Raspall fue su primera obra, de hecho se considera su “proyecto de fin de carrera” –no era todavía arquitecto cuando la rehabilitó–. Su tío, el dueño del edificio, le dio vía libre y así aparecieron los elementos medievales, el ladrillo visto, la cerámica vidriada –atento al trencadís en la chimenea–, el hierro forjado y las vidrieras.
La corriente higienista que impregnaba el movimiento modernista se aprecia en los grandes ventanales y en la disposición de las salas para que corriera el aire y se ventilaran los malos olores.
Tres detalles del interior de Can Raspall: la cerámica de la chimenea, que se une con el trencadís del exterior; el escudo de familia, creado por el propio Joaquim, y la vidriera de la cocina en la que aparecen un puchero y un cazo –algo poco habitual haciendo referencia al servicio y las tareas del hogar–.
Más edificios modernistas
La ruta modernista –puedes hacerte con un mapa en la oficina de turismo si no quieres hacer la visita guiada o descargarlo aquí– incluye 47 edificios. De ellos, solo 18 no son obra de Raspall –en solitario o en colaboración–. No es de extrañar, se le atribuyen unos 350 proyectos, de los que se conserva el 40%.
Es imposible hablar de todos los edificios. Nuestro consejo es que pasees por La Garriga mapa en mano y vayas descubriéndolos. Fíjate en el suelo, delante de cada uno de los edificios hay una placa con su nombre.
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El Passeig: un paseo al pasado entre plataneros
Los veraneantes buscaban un nuevo espacio en el que levantar sus palacetes… además de mantenerse alejados de los habitantes del pueblo. Sí, los garriguenses no veían con buenos ojos la llegada de los señoritos de la capital y tampoco buscaban relacionarse con ellos.
Unos avispados propietarios de tierras de la zona, los señores Rosellón y Nualart, cedieron al ayuntamiento los terrenos en 1878 para el proyecto del paseo, el Passeig. Su intención, al ser también los dueños de los terrenos adyacentes, era hacer dinero vendiéndolos para que los burgueses construyeran sus casas.
Casi un kilómetro de longitud –hay una señal cada 100 metros– que disfruta de la sombra de 272 plataneras –procedentes del Parque de la Dehesa de Girona–. Era allí donde paseaba la burguesía, principalmente las mujeres con los niños y las suegras, que controlaban que no hubiera acercamientos indecorosos. El lugar perfecto para ver a quién le iban bien los negocios y podía veranear durante meses… y buscarle pareja a los hijos.
El refugio: el otro lugar que tienes que visitar en La Garriga sí o sí
El otro momento que cambió la vida de la tranquila población de La Garriga llegó el 29 de enero de 1936 con el bombardeo por parte de las tropas sublevadas. 120 bombas de 50 kg lanzadas durante entre dos minutos y medio y tres minutos. La intención era colapsar la ciudad y evitar la reunificación de parte de los brigadistas internacionales que, según una carta intervenida, tenían intención de frenar el avance militar de los “nacionales”. Como con la ruta modernista, placas en el suelo marcan el lugar en el que cayeron las bombas.
¿Sabías que…?
A lo largo de la Guerra Civil llegó a La Garriga gran cantidad de refugiados que incrementaron la población de los poco más de 3.000 habitantes a más de 10.000.
Esto lo descubrimos durante la visita al refugio. El anterior bombardeo de Granollers hizo que La Garriga se preparara. Durante meses, todos los habitantes del pueblo de entre 16 y 65 años estaban obligados a trabajar en su construcción. Incluso las mujeres sacaban escombros. Si no te presentabas al tajo recibías una multa con la que se pagaba un sueldo a los que sí iban –aunque el sueldo lo completaba dinero del ayuntamiento y de la Generalitat–.
La experiencia de entrar en el refugio, tomar el giro en L de la entrada y “olvidar” el mundo exterior es sobrecogedora. Más aún cuando, en una simulación del bombardeo, se apagan las luces –que solo llegaban a cierto punto en su momento– y se escuchan los ruidos de las explosiones. Los vídeos que cuentan los trabajos de construcción y la vida tras el bombardeo –pasaron tres días en el interior del refugio– te ponen la piel de gallina.
Las visitas al refugio se organizan a través de la oficina de turismos de La Garriga. También es posible visitar las ruinas del cercano campo de aviación de Rosanes, el aeródromo de las tropas republicanas.
Más cosas que ver en La Garriga
Pero, ¿acaso solo existió La Garriga desde finales del siglo XIX? Evidentemente no y por eso hay más lugares que puedes visitar en tu paso por la ciudad. Desde la villa romana –a 1,5 km de la Illa Raspall– hasta la Doma –el conjunto parroquial, el cementerio y los edificios de la domería–, pasando por el centro histórico medieval. Puedes echar un vistazo a otros lugares que ver en La Garriga en la web de la oficina de turismo.
Balnearios y termas
Y, ¿lo de las aguas termales? Dijimos al principio que los turistas burgueses –los que construían sus casas modernistas– llegaron a la ciudad en busca de la salud y de sus aguas termales. Pues bien, allí siguen las aguas y los dos balnearios –y hoteles– que comenzaron con los tratamientos.
El hotel Termes La Garriga –antiguo Termes Victoria– en el Carrer dels Banys sigue manteniendo un grifo de agua termal en la calle. Te puedes animar a poner la mano para ver qué tal llevas los 51 grados de temperatura.
El otro, el hotel balneario Blancafort, todavía muestra parte de su pasado esplendoroso. Se trata de un edificio neoclásico –no todo iba a ser modernismo– de 1870 levantado para acoger a los turistas. En su momento, era el centro social para los veraneantes. Además de los tratamientos fomentaba el deporte –turismo de salud–: tenis, ciclismo, excursiones por el campo… incluso futbol y carreras de coche femeninas. Nos contaron que los coches eran de pedales, básicamente triciclos. En el jardín, antes un gran jardín romántico, se pueden ver las primeras bañeras del balneario hoy transformadas en jardineras.
Restaurantes en La Garriga: dónde comer
Entre tanto edificio modernista y tanta historia, tuvimos tiempo de comer en La Garriga. Lo hicimos en el restaurante Vinómic y fue una experiencia deliciosa. En Vinómic, como miembro del colectivo de cocina Cuina VO, se dedican a promover la cocina de la región a través de sus ingredientes y de una combinación de sabores sorprendentes de la mano del chef Pau Gener y de su socio y sumiller Aleix García –aunque nosotros no nos llevamos bien con el vino–. Uno de los mejores restaurantes en los que hemos comido en los alrededores de Barcelona.
Nosotros probamos el paté del Vinòmic con pan de coca, berenjena blanca escalibada con sopa de parmesano y piñas y terciopelo de tomate, mejillones y escabeche de remolacha de entrantes. Bonito, cremoso de almendras, melo, miso y remolacha y pollo asado, tomate cereza y velo de queso comté de principales. Y melón con menta, limón, yogur y pimienta de Sichuan y manjar blanco, amaretto y albaricoques asados al romero de postre. Si los nombres suenan bien… los platos sabían mejor. Eso sí, cambian el menú con frecuencia, así que puede que no los encuentres en su carta cuando vayas.
Hoteles en La Garriga: dónde dormir
No teníamos tiempo de disfrutar de las aguas termales en un balneario y decidimos salir de la ciudad para pasar la noche. Nos fuimos hasta el cercano pueblo de Bigues i Riells –a menos de 10 km– para dormir en un antiguo molino transformado en pequeño hotel boutique. El nombre no deja lugar a dudas: Hotel Molí de la Torre. La tranquilidad del campo –se puede dar una vuelta por el bosque cercano– y las comodidades del siglo XXI con una habitación grande, cómoda y bien equipada. Mención aparte merece el desayuno: salado –pan con tomate y embutidos de la zona– y dulce –bollería de primera–. Aquí puedes ver los precios y la disponibilidad.
Si quieres probar las aguas o, aunque no lleves bien los 51 grados –no te preocupes, se rebaja la temperatura en los balnearios–, quieres quedarte a dormir en la ciudad, aquí puedes ver precios y disponibilidad de hoteles en La Garriga.
Mapa con todo lo que tienes que ver en La Garriga
Como siempre, aquí tienes el mapa con todo lo que ver en La Garriga para que organices el paseo a tu gusto.
Dónde está y cómo llegar a La Garriga desde Barcelona: el tren
Nosotros llegamos a La Garriga en coche desde el Parque Natural del Montseny –hicimos una pequeña ruta por la mañana–. Si tú estás en Barcelona ciudad, necesitarás algo menos de una hora para llegar en coche desde el centro. Otra opción es utilizar la línea de tren que llevaba a los burgueses a finales del siglo XIX. La línea R3 de Rodalies une la estación de Barcelona Sants con La Garriga en unos 50 minutos.
Arquitectura, historia y gastronomía, un trío imbatible en La Garriga.
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