Figueres vive a la sombra de su hijo más internacional. No es posible pasar por la ciudad sin visitar el Teatro-Museo de Dalí. Pero, qué pensarías si te dijéramos que, en nuestra segunda visita a la ciudad, hemos descubierto algo casi tan sorprendente como la culminación de la obra del gran artista del surrealismo. Sí, el Castillo de San Fernando. ¿Cómo puede ser un castillo sorprendente? Por muchos motivos: su tamaño –¡320.000 metros cuadrados!–, su historia, su arquitectura… pero, en el caso del Castillo de San Fernando, hay algo más…
Tanto que lo llamaríamos “parque de atracciones histórico-militar”. Un lugar tan diferente que no deberías dejar de incluirlo entre los lugares que ver en Girona provincia.
Un poco de historia del Castillo de San Fernando de Figueres
Llegaremos al “parque de atracciones”, pero primero tenemos que contar la parte histórico-militar. Como siempre, unas pinceladas, que lo nuestro es hablar de turismo más que de historia.
¿Sabías que…?
A pesar de ser conocido como Castillo de San Fernando, se trata de una fortaleza diseñada para ser defendida con artillería.
La Real Plaza de Guerra de San Fernando de Figueras se comenzó a construir el 4 de septiembre de 1753 –sí, se conoce la fecha hasta ese nivel de precisión–. Se tomaron con calma la defensa de la nueva frontera con Francia que había trazado el Tratado de los Pirineos de 1659, casi 100 años. No había un antiguo fuerte romano, ni un castillo medieval, ni nada –bueno, había un convento de monjes capuchinos que fue derribado–: el Castillo de San Fernando se creó desde cero sobre plano.
Fue Juan Martín Zermeño quien lo diseñó y quien lo construyó, ayudado por su hijo. En realidad, quienes iniciaron las obras porque semejante coloso pronto quedó medianamente abandonado. La paz del siglo XVIII no daba motivos para gastar ingentes cantidades de dinero en construir una fortaleza.
La cosa cambió con la Revolución Francesa y, sobre todo, con Napoleón. Se retomó la construcción, con hasta 4.000 obreros trabajando. Aún así, no se llegó a tiempo y, en su primera entrada en combate –1794–, se rindió sin presentar batalla, ganándose el sobrenombre de La Belle inutile por parte de las tropas francesas.
Esa primera rendición dio paso a una historia poco favorable a la fortaleza: en 1811 vuelve a caer en manos francesas tras un asedio de cuatro meses y en 1823, una vez más, frente a los 100.000 hijos de San Luis.
El siglo XX en el Castillo de San Fernando
Tras su transformación en penal civil en 1904, el Castillo de San Fernando se convirtió en la última capital política y militar de la España republicana. En él se celebró la última sesión de las Cortes de la Segunda República Española antes de pasar al exilio. Tras la Guerra Civil, volvió a servir como cuartel.
¿Sabías que…?
El Castillo de San Fernando sirvió como prisión para los principales implicados en el intento de golpe de estado del 23-F. Antonio Tejero Molina fue el último de los presos de la fortaleza, hasta que fue trasladado en 1991.
El 20 de julio de 1997, el Castillo de San Fernando abrió sus puertas al público como centro monumental.
La visita a la fortaleza abaluartada más grande de Europa
Los planos ocupaban una superficie de 320.000 metros cuadrados. El perímetro de la primera línea defensiva tenía una longitud de 3.125 metros, con un foso de 100.000 metros cuadrados. Es prácticamente imposible hacerse una idea sin estar allí… pero bueno, usando el truco de los campos de fútbol, hablamos de unos 60 campos de fútbol de superficie.
Está claro que hace falta tiempo para visitar el Castillo de San Fernando, pero aquí comienza la parte de “parque de atracciones”. ¿Cómo recorrer un foso de 100.000 metros cuadrados? Pues en 4×4.
Pero, primero, vamos a entrar a la fortaleza. Superada la puerta avanzada –en el hornabaque de San Roque, en recuerdo del convento de monjes capuchinos–, se llega al puente que servía de acceso a la fortaleza propiamente dicha. Al final del puente, había una gran puerta monumental. Había, porque las tropas republicanas procedieron a la voladura del polvorín que se encontraba bajo ella en su retirada, destruyéndola así como varios paños de la muralla y parte de las caballerizas. La explosión fue tal que grandes bloques de muralla cayeron en el centro de Figueres.
Un 4×4 en el foso de un castillo, solo en el Castell Sant Ferran
Ahora sí, subimos al 4×4. La única manera en que se puede llegar a visitar parte del perímetro y el foso de la fortaleza.
Los nombres de los elementos defensivos de la fortaleza, así como el del propio castillo, tienen un simbolismo y significado. El rey que ordenó construir el castillo fue Fernando VI, de ahí el nombre de Castillo de San Fernando. El baluarte de mayor tamaño es el de Santa Bárbara, por Bárbara de Braganza, la reina. Frente a ese baluarte, se alza el hornabeque de San Zenón, por Zenón de Somodevilla, marqués de la Ensenada, primer ministro de la época. A los lados del baluarte, la contraguardia de San Juan –por Juan Martín Zermeño, el ingeniero– y la de San Pedro –por Pedro Zermeño, el hijo, ingeniero y continuador de la obra–. Y, también a los lados, el revellín de San Antonio –por Antonia Paredes, la mujer del ingeniero– y el de San José –por José Zermeño, otro hijo del ingeniero–.
Si te preguntas por qué tanto protagonismo de la familia del ingeniero, la respuesta es que el rey no tenía descendencia de la que usar los nombres.
Durante el paseo por el foso –en algunos momentos de la historia utilizado como huerto–, nuestro guía nos fue contado las peculiaridades de la obra. La organización en capas, con sus seis baluartes, sus siete revellines, sus tres hornabeques y sus dos contraguardias, la convertían en una fortaleza inexpugnable –que no invencible, porque, como ya he dicho antes, fue rendida unas cuantas veces–. Para que te hagas una idea mejor de la estructura, puedes ver un plano con los nombres en la web oficial del Castell Sant Ferran.
Con casco bajo tierra en las contraminas, la otra defensa del Castell Sant Ferran
Nos habían dado un casco a cada uno antes de subir al 4×4 y, aunque es cierto que saltaba por el foso, nos parecía excesiva protección. Cuando el coche paró, delante del revellín de San Zenón, y nuestro guía nos dijo que íbamos bajo tierra, cobró sentido.
Todo estaba pensado en el Castillo de San Fernando. Dado que las murallas eran sólidas, se organizó una protección especial de la zona más “débil”. Su debilidad se basaba en que el terreno sobre el que se construyó no era roca viva y podía ser excavado. En la época se utilizaba esa técnica: se cavaba una mina hasta la base del muro y se colocaban explosivos para volarla desde abajo.
¿Cómo defenderse frente a un túnel que no se ve desde las troneras de la artillería? Oyéndolo. Sí, se cavaban contraminas. Desde las puntas de la línea de defensa se cavaban túneles que se abrían con otros túneles perpendiculares. Al final de cada uno de ellos se apostaba un guardia que, en turnos de ocho horas, se mantenía atento a cualquier ruido que indicara que el enemigo cavaba en las proximidades. Si lo oía, se colocaba un explosivo para cortar su avance.
Te aseguro que caminar por esos túneles y estar un minuto en su extremo en total oscuridad –los vigilantes no tenían suministros para mantener encendido su candil durante ocho horas– es un poco agobiante. Un dato: nunca se llegaron a usar –bueno, se usaron, pero nunca se detectó un enemigo– y, tras la Guerra Civil, se utilizaron para cultivar champiñones.
Una visita especial: la “catedral del agua”, de 4×4 a zodiacs…
Una fortaleza de semejante tamaño y pensada desde cero tenía que tener cubierto el suministro de agua. Los edificios interiores recogían el agua de lluvia en varias cisternas con una capacidad de 250.000 litros. Siete depósitos en los edificios exteriores eran capaces de almacenar más de un millón de litros. Pero la joya de la corona eran cuatro grandes cisternas bajo el patio central con capacidad para ¡9 millones de litros de agua! La estimación era que se pudiera soportar un asedio de un año con toda la dotación en el castillo.
Nueve millones de litros, se dice pronto pero es una barbaridad. Tanta, que es posible entrar en una de las cisternas del patio y navegar por ella. ¿Navegar por una cisterna en un castillo? ¿A quién se le ha ocurrido esta genialidad? No lo sabemos, pero es algo que, creemos, solo podrás hacer en el Castell Sant Ferran. Cascos de nuevo en la cabeza, escaleras de bajada y, al final del pasillo, nos esperan unos chalecos salvavidas y una zodiac. Pasamos por debajo de los arcos que soportan el patio sobre el depósito y alucinamos con la sensación.
El patio de armas del Castillo de San Fernando
Es imposible explicar todo lo que encuentras en la visita, así como la historia de la fortaleza. Haría falta un libro y, de hecho, ya lo hay: en el centro de visitantes se vende Dos horas en… el Castillo de San Fernando de Figueres de Juan Manuel Alfaro Guixot–también lo puedes pedir online– Pero te resumimos lo que encontramos tras acabar la visita guiada “aventurera” y continuar en solitario el recorrido con un mapa.
Las casamatas, el baluarte de Santa Bárbara, las gigantescas caballerizas –que, tras la explosión del polvorín, quedaron reducidas a la mitad: unos 160 metros con capacidad para más de 250 caballos–… todo merece que te pares a admirarlo. Pero, sin duda alguna, lo más llamativo –desde nuestro punto de vista– es el patio de armas.
Un patio de armas más grande que muchas plazas mayores de ciudad. Nada menos que ¡10.000 metros cuadrados! En los edificios que le dan forma vivían los mandos de la fortaleza: el Estado Mayor, sus ayudantes, tenientes coroneles y oficiales de menor graduación. Junto con los ingenieros, los cirujanos, los capellanes y el resto de personal administrativo.
¿Sabías que…?
Entre todos, con sus familias, y los soldados –que vivían en las casamatas–, la dotación del Castell Sant Ferran llegaba a las 4.000 almas.
En la “plaza mayor” estaban la iglesia –que nunca se llegó a finalizar– y el “ayuntamiento” –el Estado Mayor–. Incluso había fuentes, en formato de cuatro pozos, uno en cada esquina de la plaza. Por cierto, si eres bueno con los grandes espacios, puede que te des cuenta de que no es un rectángulo. El patio de armas del Castillo de San Fernando es un hexágono irregular.
El Museo histórico militar de Figueres
No podíamos dejar de mencionar el Museo histórico militar de Figueres en el Castillo de San Fernando. Maquetas, armas y, sobre todo, una colección impresionante de soldados en miniatura. Ejércitos completos de todas las épocas colocados en perfecta formación en las vitrinas. La guinda del pastel. Hoy en día en un emplazamiento temporal, verás las flechas que lo indican al acabar el recorrido, cerca de la puerta de entrada.
Información práctica: horarios y precios de las entradas al Castillo de San Fernando de Figueres
El Castillo de San Fernando se encuentra al noreste de la ciudad de Figueres, concretamente en la Pujada del Castell, s/n. No te fíes mucho de por donde te manda el GPS… a nosotros nos hizo un lío considerable.
El Castell Sant Ferran abre todos los días del año excepto el 1 y 6 de enero y el 25 y 26 de diciembre –en temporada de invierno también cierra los lunes no festivos–. El horario varía a lo largo del año, te recomendamos que visites la web de Les Fortaleses Catalanes para confirmarlo. Ten en cuenta que la última entrada es una hora antes del cierre.
Cómo visitar el Castillo de San Fernando: tipos de entradas y precios
Hay varios tipos de visita:
- La básica individual, sin guía, de entre 45 minutos y una hora de duración. No hace falta reserva previa. Precio: 3,5 €.
- La catedral del agua, recorrido en 4×4 por el foso y navegación en zodiac por la cisterna, de entre hora y media y hora y tres cuartos. Es necesario reservar. Precio: 15 €.
- Nostàlgic Sant Ferran, como el de la catedral del agua pero sin acceso a espacios subterráneos –contraminas ni cisterna–, de una hora y media de duración. Es necesario reservar. Precio: 10 €.
Las reservas se hacen telefónicamente. Puedes ver la información en la página oficial.
Pocas veces podrás recorrer un foso de castillo en 4×4 o navegar por una cisterna subterránea. Solo en el Castillo de San Fernando, además, estarás haciéndolo por la historia.
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