Viajar no es sólo ver monumentos, conocer gente o visitar museos. La gastronomía local siempre forma parte de la experiencia viajera y más en Flandes la región con más restaurantes con estrella Michelin por habitante. Cuando conozcas la comida típica flamenca decidirás que ya te pondrás a dieta a la vuelta… y puede que lo necesites si quieres probarlos todos.
Desde los conocidos mejillones hasta el stoemp –menos popular fuera de las fronteras belgas–, pasando por los clásicos gofres, los bombones o la cerveza. ¿Quién se puede resistir a la gastronomía flamenca? ¡Buen provecho! O mejor dicho, smakelijk!
Si estás pensando disfrutar de estas delicias in situ, echa un vistazo a nuestros consejos para viajar a Bélgica y a disfrutar.
Mejillones y patatas fritas: el plato belga por excelencia
No es posible pensar en platos típicos de Flandes sin que vengan a tu mente imágenes de grandes cazuelas llenas de mejillones cocidos –la ración media es de un kilo de mejillones por persona, pesados con cáscara, ¿eh?– acompañados por patatas fritas. ¿Mejillones y patatas fritas? Sí. Podría decirse que es el plato por excelencia de Bélgica: moules-frites en francés y mosselen met frieten en flamenco.
Antes de que arrugues el morro con una mueca de extrañeza, dales una oportunidad. Te sorprenderá cómo pueden encajar tan bien. Eso sí, el plato nacional belga se prepara de muchas maneras: la cocción de los mejillones varía desde la natural, a otras con vino, con cerveza, con nata o con casi lo que se le ocurra al cocinero. Un recuerdo de que la ley de pureza de la cerveza no sirve en Bélgica.
Los mejillones están tan integrados con Bélgica que hasta es posible encontrarlos en el cuadro La caída de los ángeles rebeldes de Pieter Brueghel el Viejo. Nosotros nos “integramos” igual de bien y no hubo día que no cayeran unos mosselen met frieten.
¿Sabías que…?
Para disfrutar de este plato de la manera más belga posible, debes usar la cáscara del primer mejillón que comas como pinzas para sacar el resto de tu cazuela. De esta forma, además de parecer autóctono, no te mancharás los dedos ni te quemarás con el caldo que queda en las conchas.
Las croquetas de queso y de gambas: un clásico en todos los restaurantes
Las croquetas son el clásico con el que siempre se acierta, ¿conoces a alguien a quien no le gusten? Un plato seguro que, además de estar muy rico, alimenta para seguir haciendo turismo por las ciudades flamencas.
La variedad no es tan grande como en España, donde todo puede estar en la masa de una croqueta: en Flandes suelen ser de queso o de gambas. Yo siempre las he pedido de queso –el marisco y yo no nos llevamos muy bien, aunque las cazuelas de mejillones no se me resistan–, pero Sara da fe de que las de gambas también están deliciosas.
Endibias gratinadas: la verdura flamenca por excelencia
Vaya por delante que no soy un fan de las verduras –sí, tengo mis limitaciones culinarias, ¡qué le vamos a hacer!–, pero tengo que decir que las endibias envueltas con jamón y gratinadas con salsa bechamel con queso que comimos en Bruselas estaban muy ricas. Vale, con el jamón y el queso se notaba poco su sabor… Pero, recurriendo de nuevo a Sara que sí disfruta comiendo verdura, vuelvo a confirmar que las endibias belgas están de rechupete.
Para aclararte con la carta, las endibias gratinadas son las chicons au gratin en francés o las witloof in de oven en flamenco.
¿Sabías que…?
La endibia belga se descubrió por casualidad en 1830 y, hoy en día, se considera la más sabrosa del mundo.
Carbonada flamenca: estofado de carne y cerveza belga, ¿qué más se puede pedir?
Te guste o no la cerveza, en Flandes la acabarás tomando, ya sea en copa, vaso, jarra… o en el plato, porque muchos de los platos típicos de Flandes la tienen como ingrediente. El más famoso de ellos es la carbonada flamenca: un estofado de carne con cerveza belga. Para que no te líes con las cartas de los restaurantes, la carbonada flamenca es la carbonade flamande en francés y la stoofvlees en flamenco.
A pesar de ser un plato “más de invierno”, la hemos probado en varios lugares en pleno verano y, esta vez sin recurrir a Sara, puedo decir que está estupendo.
El waterzooi: el plato más típico de Gante
Otro plato estofado, de los de cazuela al fuego durante horas, pero en este caso originario de Gante, es el waterzooi. Aquí no hay nombre en francés, el plato es flamenco al 100%. Lo que hay son variaciones: mientras que el waterzooi original es un estofado de pescado, si el ingrediente principal es el pollo su nombre es kippenwaterzooi. Nosotros probamos el de pollo en su “casa”, en Gante, y nos encantó.
El stoemp: cuando la patata es protagonista
Cuando pienses en comida típica flamenca es poco probable que se te ocurra un puré de patatas y verduras. Pero, atento, que el stoemp, que así se llama, se suele acompañar con salchicha o con morcilla, tocino y huevos fritos. La cosa mejora, ¿no?
Los restaurantes más modernos utilizan el stoemp como acompañamiento de una pieza de carne, de pescado, de marisco… de lo que sea. En nuestro último viaje probamos un stoemp que acompañaba a una gigantesca “albondiga”. Nosotros las elegimos rellenas de queso y de bacon con verdura –seguro que puedes imaginar quién comió cada una–.
Los bombones: otro invento belga
Es decir “chocolate” y añadir “belga” –de acuerdo, “suizo” también es un adjetivo que puede surgir–. El chocolate belga es uno de los más famosos del mundo y su pièce de résistance son los bombones, su creación más dulce.
Fue Jean II Neuhaus el que creó el primer bombón relleno de chocolate en 1912, el praline. La caja de papel en la que se venden, el ballotin, también fue un invento de la familia: creación de su esposa. Pero no sólo de Neuhaus vive el belga, y son muchas las marcas de chocolates y bombones que encontrarás. Te contamos más sobre el chocolate belga y cómo disfrutarlo en tu viaje a Flandes y Bruselas.
¿Sabías que…?
La proporción de cacao presente en el chocolate belga está regulada por una ley de 1884 que exige un mínimo de un 35% de cacao puro en su fabricación.
Otra de las características del chocolate belga es que el 100% de la grasa que se utiliza es de cacao –la ley europea permite utilizar hasta un 5% de otras grasas vegetales–. Reconocerás los chocolates puros al 100% por el sello “AMBAO”.
Los gofres: el dulce belga más famoso
¿Hay un dulce belga más reconocible que el gofre –wafel en flamenco–? Todavía recuerdo cuando se comenzaron a popularizar en España y las calles se llenaron de ¿gofrerías? que los servían con nata y chocolate. En España la moda pasó –aunque puedes encontrarlos todavía–, pero en Bélgica siguen siendo parte de su ADN, no en vano su origen está en ¡la Edad Media!
Como postre después de la comida, como merienda a media tarde o como parte del desayuno. Siempre es buen momento para un gofre. En nuestro último viaje, uno de los hoteles tenía una gofrera en la que prepararlos uno mismo. Ya podemos decir que hemos hecho gofres, ¡aunque están mejores los de los restaurantes!
La cerveza belga: Flandes es el paraíso de los amantes de la cerveza
Después de ver que los mejillones se pueden preparar con casi cualquier ingrediente y que el chocolate está regulado por ley… ¿qué pasará con la cerveza? Pues que, como los mejillones, se puede hacer con casi cualquier cosa. Mientras en Alemania y República Checa se enorgullecen de su ley de la pureza que regula los ingredientes que se pueden utilizar en la fabricación, los belgas disfrutan de completa libertad.
No puedes viajar a Bélgica y no visitar una cervecería. A finales de la Edad Media se consumía sólo cerveza porque la mala calidad del agua no permitía beberla: unos 400 litros de cerveza por persona y año en los siglos XV y XVI. Hoy en día, hay muchas menos cervecerías en las ciudades, el agua es potable en todas partes… pero todavía quedan algunas.
Otra experiencia a vivir en Flandes es hacer una cata. ¿Serás capaz de descubrir la cebada, el café, la cereza, el regaliz, la fermentación en barrica…? Según nos explicaron durante la nuestra –con chocolates–, hay más sabores diferentes de cervezas, belgas, claro, que de vinos.
Ahora entenderás la razón por la que volvimos pesando dos kilos más, y eso que anduvimos kilómetros y kilómetros por sus ciudades… hay que disfrutar de los comida típica flamenca.
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