Cuando uno se plantea pasar un fin de semana a Burgos lo primero que le viene a cabeza es la capital, con su catedral, y, tal vez, Atapuerca con su yacimiento arqueológico. Al menos eso fue lo que pensé yo cuando me lo comentaron. Lo pensé durante poco tiempo porque rápidamente se encargaron de aclarar que hay muchas cosas que hacer en Burgos, pero que éste iba a ser un viaje “alternativo”. Visitaría la zona del Arlanza, Bureba-Ebro y la sierra de la Demanda-Pinares, dormiría a quince minutos de la capital, en Mozoncillo de Juarros, y pasaría varias veces por el pueblo de Atapuerca, pero encontraríamos cosas que poca gente conoce y que me sorprenderían, o eso prometía el viaje, y también algo de turismo activo en Burgos.
Para ir abriendo boca os dejo un resumen de todas esas cosas desconocidas que encontré en Burgos y que os iré contando con más detalle.
Un fin de semana en Burgos
El comienzo de la escapada a Burgos no pudo ser más sorprendente. El mismo viernes visitamos, en la comarca de Arlanza, la escultura más grande del mundo. Sí, más de 8.000 metros cuadrados de escultura de Félix Yáñez en Quintanilla del Agua que representan un auténtico pueblo castellano medieval, el territorio Artlanza. ¿Quién puede decir que se va a su pueblo habiéndolo construido por completo? Félix puede.
El sábado por la mañana, en Bureba-Ebro, bajamos a las profundidades del complejo minero de Puras de Villafranca. Pero el plato fuerte llegaría después con la cueva Fuentemolinos, la quinta cueva del mundo de conglomerado calizo y uno de los lugares más estrechos por los que me he metido –sólo la entrada, luego es amplia–. Una experiencia espeleológica, con Beloaventura, que de verdad que me encantó. Por la tarde la visita cultural fue al museo internacional de radiotransmisión Inocencio Bocanegra en el pueblo de Belorado, con su recreación del muro de Berlín y de una trinchera de la primera guerra mundial. Alucinante.
La mañana del domingo viajamos en el tiempo, hasta el paleolítico. En Paleolítico Vivo, en Salgüero de Juarros, estuve rodeado de caballos extinguidos en el siglo XIX, otros a punto de extinguirse, búfalos, uros, cabañas, pinturas… Una experiencia que más de uno no pudo evitar comparar con la de «Aventura en pelotas» y que, según nos dijeron, pronto se podrá vivir con más intensidad que la de recorrer el parque en un 4×4. Para acabar nuestro viaje con otra mina, la Esperanza en el Geoparque minero de Olmos de Atapuerca.
Comer en Burgos
El nuestro no era un viaje gastronómico a Burgos pero no se puede decir que se coma mal. De la cocina de autor a las alubias pintas. De La Italiana en Cerezo del río Tirón al Comosapiens en Atapuerca. Platos contundentes que nos hicieron olvidar la típica olla podrida o la morcilla de Burgos.
Dormir en una casa rural en Burgos: Al pie del árbol
Un viaje alternativo tenía que tener un alojamiento alternativo. A medio camino entre una casa rural al uso y un apartamento de lujo. En Mozoncillo de Juarros, un pueblo a poco más de 20 kilómetros de la capital, están los alojamientos Al pie del árbol. En una especie de urbanización privada, cuatro casas más la principal, fueron nuestra base esos dos días.
Intimidad total –los dueños viven en Burgos ciudad y la parcela cuenta con una valla–, pero cercanía al pueblo al que bajar a tomarse algo en la Cantina. Aunque la cocina de la casa principal invita a quedarse allí preparando algo rico que comer después en el porche.
Un fin de semana en Burgos que dejó claro que siempre hay cosas más allá de lo conocido y turístico… y eso que no pudimos ver el campeonato internacional de esquilado de ovejas, habrá que volver en julio.