Cuenca, en Ecuador, es una ciudad con una enorme historia, tanta que sin un buen guía que te la descubra muchos detalles pasan desapercibidos o quedan más como una curiosidad que como una explicación a un momento concreto. Después de haber recorrido Quito y sus alrededores de la mano de expertos conocedores de su historia, no quisimos dejar pasar la ocasión de hacer lo mismo con Cuenca, por lo que decidimos hacer turismo con un city tour . Fijaos si hay cosas que descubrir que Cuenca tiene cuatro sobrenombres, además de los dados por sus antiguos pobladores.
Mucha historia en este valle
Ocupado desde hace miles de años, fueron los kañaris, o cañaris,los que se asentaron en este valle, para ellos Guapondelig, valle tan grande como el cielo. Menos de cien años antes de la llegada de los españoles los Incas conquistaron este territorio. Y lo conquistaron por la fuerza, puesto que los kañaris, grandes guerreros, se opusieron con toda su energía. Tanto es así, que los incas llamaron al valle Tumipampa o valle del cuchillo, porque fue con un cuchillo con lo que abrieron el pecho de los kañaris para dar ejemplo. Con estos antecedentes, la llegada de los españoles fue vista como una liberación por los kañaris que no dudaron en aliarse con los conquistadores en su lucha contra el inca. Así, en 1557, se funda Santa Ana de los cuatro ríos de Cuenca. Cuatro ríos porque son cuatro los ríos que pasan por aquí, y de Cuenca, porque el virrey de Lima era natural de Cuenca y decidió homenajear a su ciudad natal en este hermoso valle.
Muchas casas en la ciudad histórica tienen cruces en sus tejados. Éstas varían según quienes fueron sus habitantes: de mármol en las casas españolas y de hierro en las de los mestizos. También de hierro, pero sobre una media luna, en las casas de los kañaris, cuya diosa era la Luna. Con la victoria española, los kañaris consiguieron la libertad y 50 años de exención de pago de impuestos a la corona.
La invasión francesa en España, asociada al repudio indígena y mestizo a lo español, «afrancesó» las casas cuencanas (el gentilicio de la Cuenca ecuatoriana) que pasaron a tener un estilo art decó y neoclásico. Los adinerados habitantes –primero por las exportaciones de cacao y después del sombrero de paja toquilla– querían alejarse de lo español y enviaban a sus hijos a estudiar a Francia. Cuenca se convirtió en la capital cultural de Ecuador –con el sobrenombre de la Atenas de Ecuador– mientras que Quito era la capital política y Guayaquil la económica.
Cuenca, la ciudad colonial perfecta
La organización de Cuenca la convierten la ciudad colonial perfecta. ¿Por qué? Porque cumple con sus cinco principios: construida en forma de damero; con un hueco sin construir, Plaza de Armas, en el centro; con la catedral y el cabildo, ayuntamiento, alrededor de la Plaza de Armas; con casas con pórticos en forma de arcos en la misma plaza; y con una plaza más pequeña –la Plaza de las Flores, las rosas son el único producto de exportación andino– a un costado de la principal.
Otra de las características especiales de la planificación urbanística de Cuenca es que su centro está delimitado por cuatro iglesias en sus cuatro esquinas –San Blas, San Sebastián, San José y la iglesia de Todos los Santos–. De esta forma se creaba un cuadrado perfecto, cuyo centro es la Plaza de Armas, en el que sólo los españoles podían vivir. Cada iglesia tenía una cruz, para la protección contra los demonios, y una plaza, en la que los indígenas podían comerciar con los españoles sin entrar al centro.
Pero no hay sólo cuatro iglesias en Cuenca… son 17 sólo en el centro histórico –tanto es así que también recibió el sobrenombre de Pequeño Vaticano en la década de 1970–. Es más, son dos las catedrales que se encuentran en su Plaza de Armas. La antigua, convertida en museo, y la nueva, símbolo del tamaño de la fe cuencana. La catedral nueva necesitó 75 años desde su planificación a su finalización (1885-1960) y, a pesar de su tamaño y sus tres cúpulas –de color azul celestes para simbolizar la conexión de la Iglesia con el cielo–, le faltan dos torres y dos cúpulas más según el proyecto original. Las vidrieras de su interior, obra del artista vasco Larrazabal, son una muestra del sincretismo de la religión católica con las tradiciones kañaris e incas.
Las mejores fotos de las cúpulas de la nueva catedral las tendréis desde la plaza de las flores al atardecer, momento en que el azul celeste hace más contraste con el blanco de los muros, anaranjado por el Sol. Pero también en esa plaza podréis disfrutar de algunas de las imágenes más características de la ciudad con las cholas cuencanas vendiendo sus rosas.
Pasear por Cuenca
Con todo esto, falta decir que pasear por Cuenca es encontrarse con una tradición muy presente y un fuerte orgullo cuencano. Muchas de sus mujeres siguen vistiendo el tradicional traje de la chola cuencana y llevando su sombrero de paja toquilla –con su baño de azufre– y son muchos los talleres que se encargan de mantenerlos en perfecto estado. Los sombreros son caros y es necesario llevarlos al sombrero para arreglarlos siempre que sea posible antes de comprar uno nuevo.
Otro punto al que acercarse es el Museo del Banco Central Pumapungo, con sus ruinas, y pasear por la rivera del río Tomebamba, con el puente roto –una crecida se lo llevó y quedó como recuerdo– y sus casas «colgadas». Estas casas «colgadas» no son como las homónimas conquenses, reciben el nombre de «colgadas» porque el desnivel entre sus dos fachadas va de dos a cuatro plantas, por la diferencia de altura del terreno cerca del río.
Si tenéis ganas de caminar –aunque el city tour lo incluye– no dejéis de acercados al mirador de Turi, desde donde contemplar todo el casco histórico de la ciudad con sus tejados de terracota –otro de los sobrenombres de Cuenca es la Ciudad Roja por el color de esos tejados– y la gran cantidad de zonas verdes que tiene –también llamada Ciudad Jardín–.
Dormir en Cuenca: Casa Lloret
Sin estar dentro de un ajetreado centro histórico pero lo bastante cerca como para pasear o tomar un autobús, se encuentra el Hostal Casa Lloret. Después de ver sus habitaciones y el gusto con el que están decoradas y construidas –sobre todo los baños con un diseño moderno y funcional– nos alegramos de pasar la noche aquí. Por si esto fuera poco, la familia Lloret siempre está dispuesta a ayudar con cualquier duda sobre la ciudad, qué visitar o cómo moverse.
Otro detalle que nos encantó es la posibilidad de utilizar la cocina por parte de los huéspedes para prepararse su comida, sobre todo las cenas puesto que lo habitual es pasar el día recorriendo y conociendo la ciudad histórica. ¡Ah! sin olvidar su fantástico desayuno y su ambiente internacional, cuando estuvimos nosotros había australianos, estadounidenses, alemanes… y una italiana y un español.