Hubo un tiempo en el que Medellín, la segunda ciudad de Colombia, era conocida mundialmente por los cárteles de droga y por sus traquetos, los matones relacionados con el negocio del narcotráfico –esta sonora palabra nos suscitó curiosidad y, al indagar, descubrimos que es la onomatopeya del sonido de una ametralladora al disparar o de la pistola al amartillarse, según la versión–. El mayor de sus jefes, Pablo Escobar, llegaba a pagarles 1.000 dólares por policía asesinado, una cifra enorme en la Colombia de los años ’90 pero una nimiedad para el hombre que llegó a ser tan rico como para ofrecerse a saldar la deuda externa de su país.
Entonces Medellín era una de las ciudades más peligrosas del mundo… ¿y ahora? Hoy en día Medellín es una de las ciudades más modernas de Colombia, con uno de los más avanzados sistemas de transporte –la única con metro–, barrios entre los más elegantes –y caros– del país y es uno de los mejores sitios para rumbear, como llaman los colombianos a salir de fiesta (la rumba es la marcha nocturna).
Una ciudad que mira al futuro pero… ¿qué queda de ese pasado? Al hablar con los locales notamos cierta división entre quienes prefieren no recordar esos tiempos –y sobre todo no recordárselo a los gringos, los turistas extranjeros– y mirar hacia adelante, y quienes quieren recordarlos para no olvidarlos y que no vuelvan a repetirse. Un ejemplo es el Museo del Olvido, dedicado a las víctimas del narcotráfico, muy poco publicitado a los turistas extranjeros. Hay hasta agencias que organizan tours contando la vida de Pablo Escobar: una mezcla entre hablar de historia y lucrarse con la morbosidad de los turistas hacia esos sucesos, según se vea y según quien organice el tour. Por lo visto una de estas agencias es de los mismos familiares del difunto capo, concretamente de su hermano.
El hecho es que es muy difícil no caer en la trampa de recordar esos tiempos, además muy cercanos, yo misma he caído, como veis… ¡pero ya está, lo juro! Ahora os voy a hablar de todo lo que tiene que ofrecer Medellín hoy a sus visitantes, que no es poco, ¡os lo aseguro!
Visitar el Museo de Antioquia y disfrutar de las obras de Fernando Botero
Si sólo se pudiera visitar un sitio en Medellín sin duda tendría que ser el Museo de Antioquia, el mayor museo de la región y uno de los más importantes del país. En él se conservan y exhiben innumerables obras del patrimonio de Antioquia, pudiéndose encontrar desde colecciones de arte precolombino hasta obras de arte contemporáneo. Entre estas últimas destacan las esculturas, cuadros y dibujos de Fernando Botero, el artista colombiano más internacional que es natural justamente de Medellín y que donó al museo muchas de sus obras más emblemáticas. Otras de sus esculturas se encuentran en la Plaza de las Esculturas o Plaza Botero, justo enfrente al museo. Estas odas a la exaltación de los volúmenes con algún que otro toque de ironía son imprescindibles.
Conocer la cultura de los silleteros
La feria de las flores, que se celebra a principios de agosto en Medellín, es el evento más importante del año en la capital antioqueña y su momento álgido es el Desfile de Silleteros. Las silletas de madera que en un tiempo llevaban a la espalda los campesinos y los indígenas para transportar carga o personas –parece que los conquistadores no eran muy deportistas– hoy van cargadas de miles de flores diferentes, en un concurso que saca toda la originalidad de los silleteros para preparar la mejor composición. Nosotros no llegamos a tiempo para el evento, que justo se acababa de celebrar unas semanas antes, pero, en uno de los días que pasamos en Medellín esperando a que saliera el sol para volar en parapente, tuvimos la ocasión de visitar Santa Elena. Es allí donde se encuentra el centro de este movimiento cultural y desde donde sale el desfile cada año con dirección a Medellín y así lo conmemora el monumento a los silleteros en su plaza central.
Pero, sin duda lo mejor, fue visitar la casa de un silletero retirado, que ya ha pasado su «licencia» para desfilar a su hijo. Sí, es hereditaria y se pagan más de 10 millones de pesos, unos 4.000 euros, para comprarla. Él y su mujer nos contaron su historia y su hija Elena, una estupenda chef, nos improvisó en un momento un plato exquisito. Todo esto de nuevo de la mano de Typology Travel. Gerardo, uno de sus socios, nos comentó que su objetivo es generar opciones a los viajeros y que puedan diseñar su propio itinerario, ¡y vaya si lo consiguió! Una noche el mismo Gerardo, del que nos hicimos amigos, nos improvisó incluso un pequeño tour gastronómico por la ciudad probando desde chorizos y buñuelos hasta dulces típicos de la región. Estos últimos no tuvieron mucho éxito, ¡los colombianos aman demasiado el azúcar!
Volar en parapente
En Mérida, Venezuela, otro de los sitios ideales para volar en parapente, nos habíamos quedado con las ganas, y eso no podía ser, había que remediarlo… así que lo intentamos en Medellín, una ciudad mucho más grande pero que, en muchos aspectos, nos recordó Mérida, por su privilegiada posición en un valle enclavado entre los Andes. Y digo intentamos porque en la ciudad de la eterna primavera el tiempo no nos asistió mucho: llovió todos los días y unas amenazantes nubes cubrían constantemente el cielo de San Felix, el pueblo cercano a Medellín desde donde teníamos que saltar. El tercer día, por fin, amaneció despejado, pero el Destino parecía jugar en nuestra contra: la buseta que nos tenía que llevar de Medellín a San Felix se estropeó y nos dejó plantados en la carretera. Afortunadamente, al rato conseguimos coger otra y llegamos justo a tiempo (en cuanto acabamos volvió a cubrirse y al rato empezó a llover de nuevo).
Fue nuestra primera vez en parapente y la experiencia realmente nos fascinó. La sensación de libertad, de ligereza y de tranquilidad es indescriptible, se tiene la impresión de descontectar del mundo aunque se siga observando desde arriba. Tenemos que dar las gracias al equipo de Typology Travel, que nos invitó a conocer el parapente en Medellín, con su Parapente Tour Medellín, y organizó nuestra salida con Dragon Fly. Volar en parapente, aparte de ser muy divertido, es también muy seguro, si se hace con gente preparada y certificada como el instructor Andrés Gallego, que tiene nada menos que 16 años de experiencia y que nos contó que nunca había tenido ningún accidente. Además, es una forma diferente de disfrutar de la naturaleza y de conocer un sitio, en este caso Medellín y el espectacular paisaje andino que la rodea. Vamos, si vais a Medellín, ¡no sé qué estáis esperando para subiros al parapente!
Y además…
Medellín tiene mucho que ofrecer así que es difícil escoger pero otras tres cosas que recomendamos hacer en Medellín son:
- Visitar el Museo Cementerio San Pedro: sí, ¡museo cementerio! Un cementerio monumental que llaman museo –aunque la entrada es gratuita, sí cobran por el folleto informativo si lo quieres–, tiene hasta tours nocturnos en los días de luna llena… Por tener tiene hasta ¡página de fácebook y cuenta de twitter!
- Comer una bandeja paisa –los paisas son los habitantes de Medellín–: es el plato más típico y más conocido de Medellín, aunque en realidad es bastante nuevo, ya que nació alrededor de los años ’50, algunos dicen que como plato de los campesinos, otros que como plato de los capos de las mafias de la droga. Sea como fuere, este contundente plato no apto para vegetarianos o hipercolesterolémicos es delicioso. Lleva nada menos que: arroz, carne molida (picada), chicharrón (torreznos), huevo frito, patacón (plátano frito), chorizo, fríjoles (judías pintas), tomate, aguacate y arepa, acompañado por hogao (una salsa con tomate y cebolla). ¿Quién da más?
- Subir al funicular hasta San Antonio (está incluido en el billete de metro) y, si se es muy amante de la naturaleza, llegar hasta el parque Arví. Eso sí, hay que llegar antes de las 15 h, que es cuando sale el último tour guiado gratuito. Nosotros llegamos por error pensando encontrar vistas de la ciudad y, además, después de las 15 h, así que básicamente tiramos el dinero –4.200$ (1,70€/2,20US$) por trayecto y por persona– del segundo tramo de funicular…
Medellín, una ciudad de la que disfrutar como un niño, sin prejuicios y con ganas de aprender.
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