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El Fuerte Amber

Jueves, 23/06/2011 (2)

Hasta el Fuerte Amber (como se esperaba está en Amber, la antigua capital del reino) hay unos 14 kilómetros desde el hotel. Las distancias en India parecen más largas, porque se tarda mucho más tiempo en recorrerlas. Hay más tráfico, los vehículos (desde los tuctucs hasta los autobuses y camiones) son peores y también son peores las carreteras. Después de una parada para echar gasolina, un par de litros, y de 35 minutos llegamos frente al fuerte. El tuctuc, y cualquier otro vehículo, para delante del lago Maotha, que ahora está prácticamente seco. Desde allí toca caminar atravesando los jardines del fuerte y después subir la cuesta.

Son las 8.40 cuando paramos. Por encima del Fuerte Amber se ve el de la Victoria. No parece demasiado lejos y el conductor nos dice que será allí arriba donde nos espere. Entre uno y otro hay un camino que tendremos que seguir. No tiene pinta de ser un cómodo paseo, pero tampoco demasiado duro, aunque nos dice que son unos dos kilómetros. Parece bastante menos.

El problema es la hora. Nos pregunta cuánto vamos a tardar para saber cuándo tiene que estar arriba. Es evidente que él va a seguir buscando clientes mientras tanto y me parece perfecto. Lo que pasa es que no sabemos cuánto vamos a tardar. Nos dice que estará allí a las once, unas dos horas y media. Según él tardaremos unas tres horas, por eso estará antes. Al ver nuestra cara de duda nos dice que estará arriba a las 10.30. Nos esperará en el aparcamiento de arriba. No tiene prisa, nos dice que no corramos, que lo visitemos todo tranquilamente.

Por curiosidad, y por saber cómo llamarle, le preguntamos su nombre. Estamos seguros de que nos va a costar recordarlo, pero habrá que hacer un esfuerzo. Se llama Gulzar. Sabemos que se llama así porque le hemos pedido que nos los escriba en la libreta. Aunque parece fácil no había manera de entenderlo según lo pronunciaba él. Es más, estamos seguros de que no seremos capaces de pronunciarlo bien nunca. Nos ofrece otra opción. Gulzar es su nombre de familia, pero le llaman Ilu. No tenemos claro si Ilu es su nombre o una especie de apodo, pero lo que sí tenemos claro es que será mucho más sencillo de decir y de recordar.

Desde el aparcamiento se puede ver la antigua muralla de la ciudad.

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Un fuerte más, una colina más, no puede ser de otra forma. Es aquí donde “trabajan” (son maltratados) los elefantes que vimos ayer. Los turistas vagos que no están dispuestos a recorrer los poco más de quinientos metros andando, y los que quieren “disfrutar” de la experiencia de montar en un elefante, aprovechan el trayecto para sufrir en sus carnes los vaivenes de los paquidermos. No montaría en uno de estos porque sé que lo pasan mal, pero tampoco lo haría porque lo acabaría pasando yo mal. No parecen en absoluto cómodos.

Lo malo de este pequeño paseo es la pendiente. El Sol todavía no pega fuerte pero la pendiente ha hecho que costara un poco. Creo que hemos sido demasiado confiados con el conductor al dejarle que nos esperara arriba. Según nos vamos acercando al fuerte el otro se ve cada vez más lejos y más arriba, más pendiente.

Después de dejar pasar a unos pocos convoyes de elefantes llegamos a la puerta principal.

El actual Fuerte Amber, es un palacio fortificado (un complejo palaciego con un muro), dentro del Fuerte Amber original, que hoy en día se conoce como Fuerte Jaigarh. Los dos están conectados mediante pasajes fortificados y otros subterráneos. El Fuerte Amber es visitado por más de  5.000 visitantes diarios, casi un millón y medio al año. Fue construido en 1592 y durante 150 años fue ampliado y modificado hasta que en tiempos de Jai Singh la capital se trasladó a Jaipur. Pero la construcción original es incluso más antigua, se asienta sobre un templo dedicado al Sol del año 955.

La entrada se hace a través de Suraj Pol, Puerta del Sol, que lleva al patio principal, Jaleb Chowk. El palacio está divido en cuatro zonas cada una con su patio. En este patio principal era donde los ejércitos que regresaban victoriosos mostraban su botín al pueblo. Ahora no hay botín, pero en el edificio que se alza frente a la puerta hay unos músicos tocando instrumentos típicos a la espera de dinero. Nosotros, antes de acercarnos a verles decidimos hacer una visita a las tiendas de agua. No son ni las nueve y ya llevamos un par de botellas.

Los que sí que siguen parando aquí son los elefantes con su carga de turistas. A partir de este punto tienen que utilizar sus piernas aunque no quieran.

El palacio principal se asoma a este patio a través de una imponente escalera. A la derecha de esta escalera hay otra que baja al templo Sila Devi donde cada día desde el siglo XVI se sacrificaba una cabra hasta 1980, año en el que el gobierno prohibió esta práctica. Las puertas del templo son de plata y ni ellas ni el interior pueden ser fotografiados. Sobre las puertas hay una imagen de Ganesh, el dios elefante, tallado en una pieza de coral. La imagen de la diosa Sila Devi, en su interior, se supone que fue recuperada del fondo del mar por Man Singh. La leyenda cuenta que el marajá le rogó por la victoria frente al gobernante de Bengala. La diosa le concedió su ayuda y se le apareció en un sueño para indicarle que debía recuperar su imagen del fondo del mar si vencía. Cuando intentamos hacer la foto desde fuera el guardia de la puerta nos dejó bien claro que desde allí tampoco.

En el patio principal ya no queda nada más que hacer, todas las fachadas son espectaculares, una especie de plaza mayor, así que sólo queda subir las escaleras.

Llegamos al segundo patio. En el medio se alza la Diwan-i-Am, otra sala de audiencias públicas. La estructura venía a ser siempre la misma en todos los palacios. En este caso la sala tiene dos plantas y, como el resto del conjunto, está fabricada en arenisca roja y mármol con cabezas de elefantes como decoración. Cuando el marajá Sawai Ram Singh II se cansó de las audiencias convirtió la parte trasera del edificio en una sala de billar.

Quedaban dos patios más por visitar. En el siguiente, el tercero, encontramos las dependencias del marajá. Para llegar aquí hay que pasar otra puerta espectacular, la Ganesh Pol, del siglo XVII. Ganesh es la divinidad que elimina los obstáculos que encuentran los hombres en su día a día, motivo por el que se coloca, habitualmente, en las puertas de los edificios. En el caso de esta puerta la cosa se les fue de las manos. Encima de ella hay habitaciones, Suhag Mandir, desde las que las mujeres miraban a través de las celosías. Esta manía de ocultar a las mujeres tan india.

Lo primero que encontramos en el tercer patio es el salón de la victoria, Jai Mandir. Pero nosotros somos mucho de mirar a todas partes y vemos que nos estamos dejando un edificio a la espalda. Allá vamos.

Se trata del Sukh Mandir, sukh es placer. La zona de recreo para el medio día veraniego de la familia real. Ni ellos eran capaces de soportar las temperaturas sin buscar un sitio apropiado. Una habitación ancha con salas a los lados que daba al jardín delantero. En la habitación principal tenían una cascada de mármol perforado, conectada con un canal, por la que caía agua. El agua provenía de una cisterna del techo y era pulverizada a través de los agujeros de la cascada refrescando la sala. Después de refrescar regaba los jardines, no se desperdiciaba ni una gota.

Ahora sí, con el palacio trasero visitado volvemos nuestra atención al Jai Mandir. Su nombre real es Diwan-i-Khas, la sala de audiencias privadas, se la conoce como sala Jai porque fue construida durante el reinado de Jai Singh. También tenía su sistema de aire acondicionado, cubrían las aberturas de los arcos con pantallas hechas con raíces de plantas aromáticas que eran humedecidas con agua. Esto ya lo habíamos visto, con biombos y seda, en Mehrangarh, aunque aquí además de refrescar también aromatizaban.

El techo estaba decorado con espejos convexos y la iluminación nocturna con velas daba la sensación de encontrarse bajo el cielo estrellado… Lo dice la guía y lo creemos. También hay paneles con mármol tallado, no se privaban de nada, hamman incluido.

En el cuarto patio están los zenanas. Un largo pasillo al que se conectaban todas las habitaciones para que el marajá pudiera ir con sus esposas y concubinas sin que ninguna, más que la interesada, lo supiera.

No habíamos hecho más que subir y subir hasta llegar a lo más alto del fuerte. Desde aquí la vista del lago Maotha y de las murallas de alrededor resulta impresionante. Se supone que el lago estará lleno en julio y agosto, pero todavía no ha llegado el monzón, aunque poco le falta, y está bastante seco.

Nosotros tendremos que seguir subiendo al Fuerte de la Victoria, pero la mala noticia es que, como todo fuerte que se precie, el Fuerte Amber no tiene muchas puertas. Tenemos que desandar nuestros pasos hasta la entrada y volver a subir este trozo y el resto del camino. No tenemos prisa. Tampoco miramos el reloj para saber si vamos bien de tiempo o si Ilu nos tendrá que esperar mucho. Ya nos hemos dado cuenta de que subir no va a ser un paseo y es mejor tomarse esta parte con calma. Se nota que Jaipur forma parte del “Triángulo de Oro”. Está lleno de turistas, hasta hemos visto en el segundo patio a la pareja española que encontramos antes de ayer en Pushkar.

En el camino de bajada a la entrada del fuerte hay una oficina de cambio. En la puerta tienen una pizarra con las cotizaciones del día. Por un euro dan 61 rupias. Lo vimos al pasar la primera vez pero tampoco nos pareció tan interesante. En Ajmer nos dieron 63,70 y, aunque el euro esté en caída libre esperamos llegar al menos a 62. Al volver a pasar pensamos en los 60,20 del hotel. Haciendo cuentas la diferencia, en el poco dinero que pretendemos cambiar (lo justo para pargar a Ilu), no llega ni a cincuenta céntimos de euro. De todas formas damos un paso más en lo que a regateo se refiere y Sara comienza el juego con el de la oficina de cambio. Jamás pensé hacer esto. Hasta ahora hemos regateado por transporte, alojamiento, excursiones, entradas… pero nunca por el cambio de moneda. En Uzbekistán se hacía algo parecido pero era en el mercado negro, no en una oficina.

Con la tontería conseguimos 62,50 si cambiamos 100 euros. No pretendemos cambiar tanto ni locos, pero sí que logramos que mantengan el cambio.

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Comentarios

  • 15 agosto, 2012 a las 20:45

    Hola Jaac
    Al final cuánto habéis tardado? 3 horas?

    Una pregunta: cómo habéis hecho con el dinero? Ibais sacando de a poco y cambiando?

    Responder
    • 15 agosto, 2012 a las 21:24

      Sí, dándonos prisita unas tres horas. En la época en la que fuimos nosotros hacía mucho calor (pre-monzón) y costaba más moverse. Pero con tres horas debería ser suficiente.

      El dinero lo llevamos en euros desde España y allí, como has visto, regateábamos en las oficina de cambio 🙂 El presupuesto era reducido y no hizo falta sacar de ningún cajero con los 300 euros que llevábamos cada uno.

      Responder