La siguiente parada nos llevó a otro cementerio. Si por la mañana habíamos visitado el de Greyfriar’s ahora tocaba conocer el de Calton, Old Calton Cementery. Se encuentra en la colina de Calton y, como todo buen cementerio y más aún en Edimburgo, está rodeado de leyendas, de fenómenos paranormales y de fantasmas. Aquí se encuentran enterrados algunos de los personajes más famosos de la ciudad como el filósofo David Hume o el editor William Blackwood.
Para añadir interés a la historia, Mercè –nuestra guía– nos explicó que la carretera que pasa al lado del cementerio no pasa «al lado» sino que pasa por «encima». Durante las obras retiraron esas tumbas y las colocaron en el interior de lo que quedó como cementerio. El problema es que ya estaba lleno y colocaron los muertos, en su mayoría desconocidos, en los caminos de tierra. Para evitar que con la lluvia aparecieran los restos entre el barro colocaron unas telas de arpillería sobre ellos que después cubrieron con arena. Nos quedó la duda de si todo esto era verdad –lo de que hayan recolocado los muertos no lo dudamos– o si se trataba de darle más color a la visita puesto que las telas se veían entre la arena.
Leyendas del cementerio Old Calton: Jesse King
La zona, que ya tenía mala fama en su origen, fue lugar de ahorcamientos y posteriores enterramientos de delincuentes, antes de estar consagrado. Posteriormente, tras varios cambios, llegó a ser un hospital de leprosos.
Una de las ajusticiadas es Jesse King. Una granjera de Edimburgo que se ganaba la vida cuidando niños allá por la década de los 80 del siglo XIX. Más que una guardería se trataba de mantener a los niños no deseados a cambio de dinero. Cuenta la historia que llegó a mantener, en secreto, a seis niños en estas condiciones. Uno de estos niños era Alexander. Los padres se arrepintieron unos meses después y fueron a buscar al niño. No lo encontraron. La policía ya tenía sospechas sobre las actividades de Jesse y acabaron encontrando el cuerpo del niño en el jardín. Su excusa fue que lloraba demasiado. En la colina de Calton fue donde Jesse King acabó sus días, 11 de marzo de 1889, colgada.
El lugar sigue teniendo un aura de terror y ahora son dependencias del ayuntamiento. El terror es la burocracia, es un lugar al que ir a pedir papeles para gestiones municipales.
Faros de almas, ayudando a los muertos
En el cementerio hay un par de faros de almas. Se trata de construcciones que ayudan a los muertos a regresar a su lugar de origen, o esa es la idea. Una de estas construcciones es una estatua de Abraham Lincon que sirve de faro para todos los soldados escoceses que murieron durante la Guerra de Secesión. La otra es el obelisco dedicado a los mártires de la política, que sirve de faro para los muertos por otro alzamiento político –visto como las gastaba Bloody Mackenzie en Greyfriar’s un siglo antes qué no harían en ese momento–.
Junto a la estatua de Lincon se encuentra el mausoleo de David Hume. Una construcción redonda y sin techo. El día de su muerte, sus compañeros de la logia masónica entraron en el mausoleo y organizaron una celebración con fuegos artificiales. Desde la ciudad y de noche, ver cómo subían los cohetes desde el cementerio y la luz que surgía del mausoleo dio motivo de comentarios a los habitantes de Edimburgo que llegaron a pensar que ni a David Hume respetaban los fantasmas del lugar.
La catalepsia y los enterrados en vida: David Alan
Uno de los puntos culminantes del cementerio es la tumba de David Alan, un pintor escocés de la segunda mitad del siglo XVIII. Antes de llegar a la tumba nuestra guía, Mercè, había explicado que, debido al uso de utensilios de cocina de cobre, la catalepsia era una dolencia muy extendida en siglo XVIII. La catalepsia consiste en una reducción de las constantes vitales hasta tal punto que parece que el enfermo ha muerto. En aquella época las «comprobaciones» no eran muy exhaustivas y muchos de estos enfermos acababan despertando dentro de sus ataúdes. Nos contó que ¡el 40% de las tumbas movidas para la construcción de la carretera tenía marcas de arañazos en su cara interior!
Uno de los que se supone que arañó la tapa fue David Alan. De hecho se considera que su última obra está colocada directamente tras su lápida. Una sombra que parece una cara en pleno grito de angustia…
Llegados a este punto se colocó una campana al lado de la tumba. La campana estaba enganchada a una cuerda atada a la mano del muerto que, si se despertaba y se movía, la haría sonar y alguien se encargaría de sacarle. Salvados por la campana no fue sólo una mala serie de adolescentes.
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