Los romanos no lo dudaron ni un instante. Habían conquistado un lugar perfecto para construir unas termas. Tan perfecto que no era necesario ni calentar el agua, ya surgía a unos 46º de manera natural. Corría el año 70 y nacían las termas romanas de Bath. Todavía hoy, ese agua de lluvia caída hace miles de años sigue surgiendo y dando vida a la mayor atracción turística –y que me perdone la abadía– de la ciudad: lo primero que tienes que ver en Bath, aunque solo te quedes unas horas en esta preciosa ciudad de Inglaterra.
Dos veces hemos visitado nosotros la ciudad y, las dos, hemos recorrido los pasillos y las salas de las termas romanas de Bath. Son un imán para nosotros y para más de un millón de turistas que cruzan su umbral cada año. Te contamos su historia, lo que encontrarás en su interior y algo de información práctica. Y, por supuesto, nuestras impresiones.
Historia de las termas de Bath
Que a los humanos nos gusta el agua caliente para bañarnos no es algo que vaya a sorprender a nadie. Eso sí, ponerse en la piel de uno de nuestros antecesores hace miles de años e imaginar qué pasaría por su cabeza al tocar un agua que salía de la tierra y quemaba no es fácil. ¿La adorarían? ¿Se asustarían? ¿Construirían un Marina D’Or?
Desde hace más de 10.000 años al rey Lear
Las fuentes de agua termal de Bath fueron descubiertas, según la leyenda, por el príncipe celta Bladud alrededor del año 863 a.C. cuando un baño en sus aguas curó la lepra que había contraído. Siempre según la leyenda, fue el mismo Bladud quien fundó una ciudad alrededor del manantial dando vida a la que hoy conocemos como Bath.
¿Sabías que…?
Bladud se convirtió en el noveno rey de los Britanos y se supone que fue el padre del famoso rey Lear… el de Shakespeare.
La realidad, basada en restos arqueológicos, es que los humanos hemos estado rondando las fuentes termales de Bath desde el año 8000 a.C. como poco. Y que, antes de que llegaran los romanos, ya había un santuario celta dedicado a la diosa Sulis en las inmediaciones de las fuentes termales.
La llegada de los romanos y la construcción de los baños de Bath: Aquae Sulis
La llegada de los romanos a Gran Bretaña supuso, eso sí, la “domesticación” de las aguas termales de Bath. En el continente había otros lugares con este tipo de manantiales y los romanos ya las disfrutaban y eran expertos en aprovecharlas. En el año 43 comenzaron las obras de construcción de la ciudad de Aquae Sulis, un santuario del descanso y la relajación.
¿Sabías que…?
La palabra SPA es un acrónimo de la frase latina «Salus Per Aquam» o «salud a través del agua».
Los baños romanos de Aquae Sulis fueron de los más grandes –si no los más grandes– construidos fuera de Roma. Se convirtieron, ya en el siglo I, en la primera “ciudad de vacaciones” –así que no iba mal encaminado con lo de “Marina D’Or”– y fueron mucho los ciudadanos provenientes de todos los rincones del Imperio Romano los que viajaron hasta la isla para disfrutar de unas vacaciones de salud.
El nombre de Aquae Sulis proviene de la diosa celta –de las tribus celtas locales, Dobunni y Durotriges– del manantial: Sulis. Los romanos, que no eran de perder dioses, mantuvieron a Sulis y subieron la apuesta con Minerva que también tenía poderes curativos. Nació así la diosa Sulis Minerva. Y, como no, un templo dedicado a ella.
Los baños de Bath en la Edad Media
La caída del Imperio Romano supuso también la caída de Aquae Sulis. Es más, la ciudad romana se abandonó y, en el siglo VIII, las ruinas de las casas sin techo rodeaban los baños. ¿Cómo lo sabemos? ¡Por un poema en el Exeter Book!
¿Quién se encargó de que las termas de Bath llegaran a nuestros días? John de Villula, nombrado obispo de Bath y Wells en 1088. Recuperó la ciudad y construyó nuevos baños. Como un milenio antes, pronto enfermos de toda Gran Bretaña “peregrinaron” hasta las aguas de Bath para curar sus males.
La construcción de Bath alrededor de sus temas
Los enfermos fueron dando paso poco a poco a los ricos, los aristócratas y hasta la realeza –uno de los manantiales cambió de nombre a Queen’s Bath por la reina Ana Estuardo, hoy se conoce como King’s Bath–. Cualquiera que fuera alguien en el siglo XVIII tenía que pasar por la ciudad y, mejor aún, tener una casa en ella.
Fue en ese entonces cuando se descubrieron los primeros restos de la piscina principal. Se desató la locura: la época romana volvía a la vida y los aristócratas ingleses querían recuperarla.
La arquitectura georgiana y victoriana conquistó las calles de Bath… y ahí sigue, hoy en día, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
¿De dónde vienen las aguas de los baños de Bath?
La lluvia caída hace miles de años se filtró a una profundidad de unos dos kilómetros bajo la superficie. A esa profundidad, se calienta hasta más o menos 69º centígrados antes de surgir en uno de los tres manantiales del centro de la ciudad: el Cross Spring, el Hetling Spring y el King’s Spring. Sí, 69 º no parece una temperatura adecuada para bañarse y es cierto: las aguas se enfrían hasta los 34º para poder “recibir” a sus invitados.
¿Sabías que…?
Las aguas de Bath contienen más de 42 minerales diferentes. Entre ellos, los de mayor concentración son el sulfato, el calcio y el cloruro.
Hoy las aguas termales naturales alimentan los cuatro baños del Thermae Bath Spa –el nuevo spa en el que disfrutar como un romano–: el Cross Bath, el Hot Bath, el Minerva Bath y la piscina al aire libre en la azotea.
Visita a las termas romanas de Bath
Toda la historia la descubrimos dentro de las termas. Con la entrada, te entregan una audioguía que te acompaña por todo el recorrido y, además de contarte datos sobre las salas y objetos que vas encontrando, también da alguna pincelada de historia.
En algunas paredes, se proyectan imágenes a tamaño real, puedes ver a romanos de la época que reviven su día a día en la ciudad y en los baños. Tenemos que confesar que nos pareció más sorprendente la primera vez que lo vimos, en 2012. Seis años después no había cambiado nada y ya no era tan novedoso. Lo que tampoco ha cambiado, pero sigue siendo curioso, es la sala “práctica”, en la que probar los sistemas de construcción romanos –nunca levantar una piedra fue tan fácil–.
La imagen icónica de Bath: las termas y la abadía
Gran parte de lo que se visita en las termas de Bath es romano. La piscina principal está como en sus orígenes, con sus 45 planchas de plomo que hacen impermeable todavía hoy su metro y medio de profundidad. En la época del Imperio Romano, estaba cubierta por una bóveda de cañón de madera que posteriormente fue sustituida por una de piedra. Esta bóveda estaba a 20 metros de altura, lo que convertía al edificio en el más alto de la ciudad y de los más altos de la Britania romana. El techo desapareció y ahora la piscina está al aire libre. El Sol favorece la proliferación de algas que dan un aspecto verdoso y poco saludable al agua que no tenía cuando los baños funcionaban a pleno rendimiento.
La visita comienza con el paseo por la planta alta de la piscina. Un “mirador” de excepción, que no construyeron los romanos –no te dejes engañar, recuerda que los restos de la piscina se descubrieron en el siglo XVIII–, y que está decorado con estatuas de gobernadores romanos de la provincia de Britania. Lo sentimos, tampoco son estatuas romanas originales: los románticos ingleses decidieron darle un aire imperial y las esculpieron y colocaron. La vista de la piscina romana del siglo I y de la abadía es uno de los iconos de la ciudad de Bath. ¡Cuántos selfies se harán a la hora desde allí!
Antes de acercarnos al agua propiamente dicha, nos encontramos con una maqueta de las termas de Bath a finales del siglo I. Pero, la que de verdad nos dejó estupefactos fue la del complejo en el siglo IV, no había parado de crecer desde su inauguración.
El frontón del templo de Sulis Minerva
En el frontón del templo de la diosa Sulis Minerva, estaba la que se considera una de las tallas más bellas del mundo romano –siempre según los carteles y la audioguía del museo– y la más importante de Britania. Escultores celtas de la Galia fusionaron sus tradiciones con la cultura romana. Una cabeza de Gorgona –aunque masculina– en la que las serpientes del cabello también forman la barba. ¿Será una referencia a Neptuno? Tendrás que sentarte y ver varias veces la proyección que hace que recupere sus colores y esplendor original. Merece la pena.
El museo de los baños de Bath
Lápidas de tumbas romanas –una de ellas la del legionario Julius Vitalis de Bélgica–; un busto de mujer, probablemente de la tumba de una rica, que muestra el peinado de finales del siglo I con una perfección mayor que cualquier fotografía de hoy en día; monedas –incluso celtas anteriores a la llegada de los romanos–; la cabeza de bronce dorado de la estatua de la diosa Minerva –uno de los objetos más notables Britannia– descubierta durante unas obras de ampliación de alcantarillado… pasamos un buen rato de vitrina en vitrina.
¿Sabías que…?
La diosa, además de sanar a través de las aguas sagradas, también recibía quejas de los devotos, mediante lo que se conoce como “tablillas de maldición” de Bath. Los devotos escribían sus malos deseos en láminas de plomo que luego enrollaban y lanzaban a la fuente sagrada esperando que se cumplieran. La mayoría de las veces eran quejas, de hecho maldiciones. Clamaban venganza contra quien les había robado un pico, un arado, una bolsa… Eso sí, lo más “caro” de lo que se denuncia su robo son seis monedas de plata. Parece que eran los pobres los que se gastaban el dinero para maldecir al que le había hecho mal.
Si tienes tiempo, párate a leer la traducción de algunas con calma, son pintorescas…
Recorriendo los baños
Al final de la zona museística, se accede a los baños propiamente dichos. Caminamos sobre huellas de antiguos romanos, miles y miles de personas que durante más de cuatro siglos visitaron estas termas.
Aquí, y en el resto de termas romanas, hombres y mujeres se bañaban juntos hasta el siglo II. Entonces, el emperador Adriano, mucho más puritano, lo prohibió. Por eso las instalaciones están duplicadas y hay zonas diferentes para cada sexo. La zona de baños contaba con habitaciones para masajes, saunas, baños de vapor… hasta uno de los primeros jacuzzis de la historia: una bañera semicircular en la que entraba el agua caliente a presión creando burbujas.
Tan jacuzzi era que hasta contaba con bancos dentro del agua en los que se sentaban tanto ancianos con reuma como soldados con heridas de guerra esperando que las aguas sagradas de la diosa les ayudaran a curarse.
También aquí hay algunas proyecciones que devuelven a la vida las salas con romanos y romanas disfrutando de las aguas termales, de los masajes o de la conversación. Además de lugar de curación, los baños, como en el resto del Imperio, también eran centros de ocio y lugares donde hablar de negocios.
¿Sabías que…?
A diferencia de en otros baños romanos, el problema en las termas de Bath era llenar las piscinas del frigidarium, la sala fría. ¿Cómo conseguían enfriar el agua? No lo hacían. Era agua que se llevaba a las termas desde otro lugar, probablemente de las colinas.
No sólo para bañarse, también para beber
Al final de la visita nos encontramos con un grifo del que mana el agua termal. Menuda novedad después de estar todo el tiempo rodeado de piscinas llenas… Pero, lo original es que es un grifo para beber. Sí, el agua de los baños romanos de Bath también es sana bebida. O eso dicen. Lo que podemos asegurar es que buena, lo que se dice buena, no está. ¿Te animas a tomarte un chupito medicinal?
Termas romanas de Bath: horario, entradas, precios…
Las termas romanas de Bath se encuentran en Stall St., junto a la abadía.
Abren todos los días excepto el 25 y el 26 de diciembre. Los horarios varían a lo largo del año, por lo que lo mejor es comprobarlo en su página oficial. Del 16 de junio al 30 de agosto abren hasta las 22 con iluminación de antorchas.
El precio de la entrada varía, en función del día de la semana: de 17 a 19,50 libras, de lunes a viernes y fines de semana respectivamente. Incluye audioguía –también en español–. Te recomendamos reservarlas con antelación, más de un millón de personas visitan las termas de Bath cada año y no siempre es posible hacerse con una entrada en el último momento. Por cierto, no dejes de entrar, antes o después, en The Pump Room: una de las salas de té con más fama de la ciudad, en el mismo complejo de las termas romanas.
Como ya hemos dicho, hoy en día sigue siendo posible sentirse como un romano en el siglo I y darse un baño en las aguas termales. Hablamos del nuevo spa de la ciudad, el Thermae Bath Spa –en la intersección del Bath St. y Hot Bath St.–. Si te apetece probar las aguas en primera persona, puedes comprar un paquete que, además de dos horas de sesión de spa, incluye una sesión de masaje por entre 85 y 100 libras dependiendo del día y del tipo de masaje. Un pequeño capricho que disfrutamos, la vista desde la piscina de la azotea es espectacular.
Los romanos sabían lo que hacían y, casi dos milenios después, seguimos alucinando con su obra y con lo que bien que se trataban. Nada menos que con aguas sagradas.
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