Hoy no voy a hablar de la antigua región de Nord-Pas-de-Calais, actual Altos de Francia, del “Flandes francés”, de las Marismas de Clairmarais, de Saint-Omer ni de Cassel ni de qué ver en el norte de Francia o en su capital, Lille. Hoy voy a hablar de Hervé y de Bruno. Porque un viaje son las personas que te encuentras en el camino y que hacen que tu experiencia sea completamente distinta de la que pueda tener otro turista.
Si viajas con calma podrás conocer muchas personas, puede que hasta alojarte en sus casas o moverte en sus coches. Pero, no nos engañemos, la mayoría no hace eso, por falta de tiempo o porque no es su estilo, y eso no significa que sean “viajeros” menos auténticos. Eso sí, siempre que viajen con los cinco sentidos y estén dispuestos a encontrar historias en el camino. Algunas de las más interesantes pueden ser las de los empresarios de cuyos servicios disfrutamos, por ejemplo. Todos vamos a comer a restaurantes, nos alojamos en hoteles y compramos en una tienda…
Hoy cuento dos de estas historias. Las de dos hombres que encontramos en un solo día, en un viaje que sólo duró un fin de semana y en el que todo estaba organizado. Sí, era un blogtrip preparado por la oficina de turismo de Francia para descubrirnos una región poco conocida y llena de sorpresas: Nord-Pas-de-Calais, en el norte de Francia. Esto para demostrar que no hace falta ni recorrer miles de kilómetros durante 372 días como hicimos nosotros, ni ser “aventurero” para viajar de verdad y llevarse a casa un pedacito de cada lugar que se visita. Hay grandes historias por doquier.
Las Marismas de Clairmarais… o sea Hervé
Bon vivant. Pero en el sentido literal de la expresión. Ni bohemio, ni dandy, ni hipster. Amante del buen vivir. De la comida, de la naturaleza, de compartir, de los viajes. Y francés, muy francés y poco francés al mismo tiempo. Muy francés porque si tuviera que imaginar a un francés que se dedica a la hostelería y que vive en el campo sería así. Y poco francés porque es de Nord-Pas-de-Calais, ¡y aquí no beben vino, beben cerveza! Una simplificación que espero se me permita para expresar otra más grande aún: que son “casi flamencos”. Aunque ese “casi” pesa mucho, porque siguen sintiéndose franceses. Idiosincrasia de este pueblo en la que no voy a profundizar, primero porque no tengo los conocimientos para hacerlo, y segundo porque, de tenerlos, merecería un artículo aparte.
Pero volvamos a Hervé Leleu. ¿Quién es? Os estaréis preguntando, si es que ya no os he aburrido con tanta adivinanza. Es el propietario del primer estaminet en el que tuvimos el placer de comer en nuestro paso por la región: la Baguernette. Un estaminet no es sólo un restaurante típico de Flandes. Los estaminets nacieron como lugares de encuentro, donde los niños iban a jugar con sus juegos de madera mientras los padres se reunían… Pero claro, reunión igual a cerveza, cerveza igual a picar algo y, ¡qué os voy a contar!
Después de contarnos esto, de enseñarnos donde ¡ahumaban los salmones! y de darnos a elegir entre unos cuantos tipos de cervezas –lo siento, no me gusta la cerveza, y no puedo hablar de las, por lo visto, excelentes cervezas de la zona– Hervé nos dijo, “llevaos las copas que vamos a dar un paseo en barco”. En principio era un poco tarde y se suponía que no teníamos tiempo, pero Hervé dijo que no nos podíamos ir sin dar un paseo en barco por las marismas de Clairmarais –Marais Audomarois–, ¡y si lo decía Hervé! Vamos, que por sus “cervezas” que íbamos a hacerlo. Por supuesto tenía toda la razón. Las marismas, las casitas y los pequeños barcos en la orilla, la puesta de sol… Fue impresionante. Hervé nos habló de las muchas aves que se pueden avistar y… de su vida. Un amante de su tierra que, para dar a conocer sus bellezas, dejó la fisioterapia y empezó a dedicarse al turismo. Tiene este restaurante, los barcos con los que da los paseos y un hotel rural, donde nos alojamos esa noche, el Domaine de la Héronnière.
Después del paseo –ah, llevaos una rebequita cuando lo deis que de noche refresca– volvimos al restaurante y ahí Hervé siguió sorprendiéndonos. Porque, vale, tienen la típica y deliciosa cocina casera flamenca, pero Hervé es típico y atípico al mismo tiempo –lo de los salmones daba una pista–. De hecho, su especialidad es el cochinillo asado, el cochon de lait asado delante de los clientes en un horno artesanal que, nos confesó, había copiado de España. En la zona se come cerdo pero no de esa forma, que Hervé descubrió al viajar a Madrid, en el Botín nada menos. Y, damos fe, el cochinillo estaba delicioso, de los mejores que he comido nunca. Y los españoles en la mesa lo ratificaron.
Después, como no podía ser de otra forma, llegaron los quesos locales –esto sigue siendo Francia–: uno con zanahoria, uno de oveja –brebis–, el tomme de Clairmarais, y el famoso fromage de Maroilles, un queso fuerte que es uno de los emblemas de la gastronomía de Altos de Francia. Tenéis que probarlos, todos, ¡y lo antes posible! Para cerrar, y por si no estuviéramos llenos, llegó la tarte à la bière. La tarta de cerveza, esta sí, muy típica de la cocina flamenca. Nos gustó pero a lo mejor era demasiada azúcar para nuestros cuerpos, sobre todo después de repetir cochinillo unas cuantas veces y comer los quesos. Esa noche dormimos como angelitos.
Clairmarais es uno de los puntos de acceso a las marismas llamadas Marais Audomarois, declaradas Patrimonio de la Biosfera por la UNESCO en 2013, incluyendo también el centro histórico de Saint-Omer. Las marismas son parte del Parque Natural Regional de los Cabos y Marismas de Ópalo –Parc naturel régional des Caps et Marais d’Opale–. En verano (julio y agosto) están siempre abiertos, de abril a junio y en septiembre sólo los fines de semana y el resto del año sólo previa reserva.
Un tour por Saint-Omer y Cassel… o sea Bruno
Patillas y sonrisa, ambas en tamaño XXL. Ésta es la tarjeta de visita de Bruno Delforge. Cercano, amable, emprendedor y con algo de barriga cervecera que delata su origen franco-flamenco: hay mucho que le une a Hervé. Como éste, entró en el mundo del turismo para compartir su pasión y, además, encontró inspiración en los viajes. Si Hervé se topó con la idea para su cochinillo al horno, Bruno vio como su forma de viajar podía llegar a marcar tendencia en su región y fue así que fundó su empresa: Les Belles Échappées.
Pero empecemos por el principio, como ha de ser. Bruno, antes de nada, es amante de los coches de época. Una época relativamente reciente, pero de coches ya míticos, como el Citroën 2CV, el Dos Caballos, o las clásicas furgonetas Volkswagen California, vehículos hippy por excelencia. Con algunos de estos coches se fue a recorrer Europa y se llevó unos souvenirs un poco peculiares. Nada de imanes para la nevera, tazas o bolas de nieve con el coliseo, sino… más coches para enriquecer su colección –digamos que en realidad buscarlos era “la excusa” de sus viajes–.
De vuelta a Saint-Omer, una bonita y pequeña ciudad en la región de Nord-Pas-de-Calais, pensó que esa forma de slow travelling, que permite disfrutar un vehículo que va a una velocidad reducida, era perfectamente aplicable a su región. Moverse con calma para disfrutar de los bonitos paisajes de las marismas de Clairmarais, de la costa de Ópalo –con sus Cabos Blanco y Gris y la vista a Inglaterra–, de los campos del que se considera “el granero de Francia”, de las vacas, de la buena comida y, como no, de una cerveza flamenca. Así que decidió poner su colección de vehículos en alquiler para los turistas. Una idea original y brillante. Y no menos original es el sitio en el que los coches están aparcados. Si son de época su ubicación también tenía que serlo. ¿Y qué mejor que una abadía cisterciense? No en la iglesia, claro… De la abadía de Clairmarais, del siglo XII, no queda casi nada. La única parte que se conserva es su granja, del siglo XVII. Aquí, en los que un día fueron el granero, los establos y las cuadras de la abadía, están ahora los coches de Bruno.
Fue emocionante subirse a una furgoneta Volkswagen, además naranja –como si de honrar a nuestro logo se tratara– para recorrer parte de Nord-pas-De-Calais. Es como vivir en una película de los años ´70. Nosotros, además, lo hicimos con Bruno que fue nuestro conductor y guía de honor, después de enseñarnos los folletos que suele dejar a sus clientes para sugerirles algunos recorridos que pueden hacer por la zona. Llegamos al bonito pueblo de Cassel –donde, como no, nos paramos a tomar cerveza o limonada con gas– y al “monte Cassel” –en realidad una pequeña colina de menos de 200m, pero destaca en la enorme llanura de la zona–. La vista del mirador a 360ºC y sus jardines hacen que sea una parada muy recomendada, sobre todo si quieres viajar despacio… Un día como otro en Nord-Pas-de-Calais.
Bienvenidos al Norte… de Francia, tierra de personas que merece la pena conocer.
¿Quieres viajar al Norte de Francia? Te ayudamos:
- Escoge el hotel que más te guste al mejor precio en el Norte de Francia aquí.
- Alquila el coche en Lille al mejor precio aquí.
- Hazte con las mejores guías de Francia aquí.
- Contrata tu tour guiado en Francia aquí.
- Contrata tu seguro de viaje con un 5% de descuento aquí.