La Patagonia nos dejó claro, nada más llegar a Bariloche, que no es un territorio amigable, al contrario: es indómito, agreste, duro… Pero eso, en lugar de quitarnos las ganas de conocerlo, nos provocó un deseo de aventura que sabíamos que sólo aquí podríamos vivir. No tratábamos de ser como los primeros colonos –que llegaron a esta zona a finales del siglo XVIII– porque creíamos que nuestros medios de transporte serían muy distintos y, aunque lo cierto es que lo fueron, nuestro primer paso patagónico tuvo algo de descubrimiento y conquista.
Carreteras en la Patagonia
No se puede entender la Patagonia sin la Ruta 40 argentina y la Carretera Austral chilena. Ingenuamente, pensábamos que esto marcaría la diferencia con esos colonos de mula y aventura. De acuerdo, no montamos en mula, pero nada más salir de Bariloche ya comprendimos que moverse por esta tierra no iba a ser sencillo.
De Bariloche a Futaleufú
Nuestra salida de Bariloche después de descansar en la Hosteria Güemes, parecía sencilla. Tan bien nos habían tratado Paola y su hermano mientras estuvimos allí: dándonos información para visitar Bariloche, ayudándonos con la tarjeta del autobús –no se puede coger el autobús pagando en efectivo–, sugiriéndonos restaurantes… cuidándonos, un una palabra, que no estábamos preparados para la dureza patagónica que se nos venía encima. Hasta ese momento siempre habíamos encontrado un autobús que hiciera el recorrido que nosotros queríamos sin tener que esperar demasiado: en Brasil, en Venezuela –aunque no siempre acabara por salir–, en Colombia… Nada nos hacía pensar que en esta ocasión iba a ser más complicado.
De acuerdo, era domingo, pero incluso entre semana sólo hay un autobús al día que conecte Esquel con la frontera chilena hasta Futaleufú. Hasta Esquel fue sencillo, varios autobuses conectan Bariloche con la ciudad todos los días, nuestra aventura comenzaría desde Trevelin, última localidad a la que pudimos llegar en autobús y distante unos 40 km de la frontera. ¿Qué hacer un domingo a la una de la tarde en mitad de la Patagonia argentina a unos 50 km de tu destino y sin un autobús que te lleve? Eso es: auto-stop. Es más fácil decirlo que hacerlo –aunque visto en perspectiva fue mucho más sencillo de lo que nos pareció–. Después de un par de horas, unos chicos que iban a pescar a un lago a unos 10 km de la frontera nos dejaron subir a la caja de su pick-up bajo su canoa. Nada más salir de Trevelin la carretera se convirtió en una pista de tierra llena de baches que hicieron que el agua que quedaba en la canoa comenzara a gotear sobre nuestras cabezas. Su punto de pesca estaba a 10 km de la frontera. En mitad de la nada, al sol y cargados con todas las mochilas… Vuelta a caminar y a levantar el pulgar en cuanto pasara un coche.
Futaleufú
Tras dos kilómetros caminando, una pareja argentina se apiadó de nosotros y nos llevó hasta la frontera y, desde allí, a Futaleufú. Parecía que no hubiera pueblos pequeños y no turísticos en Chile. Futaleufú es la capital mundial del kayak y del rafting, ríos caudalosos, paisajes de montañas, lagos… La Patagonía chilena se nos presentaba en toda su belleza.
Allí paramos, suficiente habíamos caminado ya bajo el sol, y descansamos en la Hostería Río Grande. Uno de los primeros alojamientos de la zona, creado como posada y convertido con el tiempo en hotel. Renzo, el visionario que decidió apostar por el pueblo, nos recibió y acogió en su hotel con paredes de madera, chimenea en el recibidor –sí, el calor desaparece el mismo tiempo que el Sol– y restaurante. La aventura de la Carretera Austral no había hecho más que comenzar. De hecho, Futaleufú ni siquiera está en ella. No sería hasta llegar a Villa Santa Lucía que conoceríamos la famosa ruta.
Saltaconmiconsejo
Si quieres disfrutar de la naturaleza de Futaleufú al máximo, echa un vistazo aquí a los tours y excursiones que puedes hacer desde la ciudad.
Carretera Austral a dedo
Dos autobuses al día salen de Futaleufú hacia la Carretera Austral. Uno a las seis de la mañana y otro –que no es más que una furgoneta grande– a las doce. Todos llenos, imposible salir de allí. Si haciendo auto-stop llegamos, así saldríamos. Tras algo más de tres horas de espera –y después de que unos cuantos lo consiguieran poniéndose más cerca de la salida del pueblo–, nos paró un chico. Tenía una furgoneta y hasta pudo recoger otras dos autoestopistas en el camino. No iba mal, nos las prometíamos felices en la Carretera Austral. Creíamos que allí habría tráfico, camiones, buses… y que sería más fácil moverse. Mentira. Cuando preguntamos a nuestro conductor si la Austral era más grande ya nos dijo que no. Según él, pasaban menos coches todavía… ¡Ah! y si circulábamos por un camino de ripio –de tierra–, no sería distinto al llegar a la famosa carretera.
Pasarían menos coches, pero la cantidad de autoestopistas que se fueron acumulando en Villa Santa Lucía dejaba claro que hay un problema de transporte. ¿Definición de impotencia? Ver que durante tres horas pasan diez coches, que ninguno para y que va llegando más gente que se coloca antes que tú en la carretera. ¡Sorpresa! Justo por la calle que salía del pueblo frente a nosotros apareció un 4×4 que se apiadó de nosotros. Iba hasta La Junta y allí podríamos encontrar autobús para el día siguiente.
Pero el problema del transporte no acababa en Villa Santa Lucía, los tres autobuses que salían de La Junta al día siguiente también estaban llenos –de nuevo poco más que minibuses de 15 o 20 plazas–. Habíamos superado la frustración de esperar durante horas dos veces y habíamos tenido la suerte de recorrer los 154 kilómetros que separan Futaleufú de La Junta en poco menos de nueve horas, para volver a estar varados. Si no podíamos movernos al día siguiente, habría que tratar de moverse más mientras se pudiera.
¿Qué os parecería recorrer 45 kilómetros sobre una carretera de tierra en la parte de atrás de un camión que lleva bombonas de gas? Es algo que poca gente se habrá planteado… pero os podemos decir que es muy duro. Los baches, el polvo que te va cubriendo –no hay techo ni lona en esos camiones–, el frío que se mete en los huesos –ya se había puesto el Sol–. Si hubo un momento durante el #LatTrip en el que hemos pensado «¿qué hacemos aquí?» fue ése.
Al día siguiente, más de lo mismo. Madrugar para colocarse los primeros en la salida del pueblo y levantar el dedo. Y, lamentablemente, más de lo mismo también en la cantidad de gente que iba apareciendo a nuestro alrededor y en el tiempo de espera. Unas chicas se apiadaron de nosotros y aceptaron apretarse en su coche –eran ya cuatro– para que pudiéramos montar nosotros también. Viviendo el peligro, tras más de dos horas pararon en la entrada del Bosque Encantado y descubrieron que íbamos con una rueda pinchada…
De vuelta a la carretera y al pulgar. Un trabajador de una de las empresas que están asfaltando la Carretera Austral fue nuestro ángel de la guardia. Nos contó que en unos cinco años –aunque dijo que ya serían más porque en invierno es imposible trabajar– toda la carretera estará asfaltada. Algo más de dos horas después llegamos a Coyhaique, la capital de Aysén, la XI Región. Allí volveríamos a parar.
Coyhaique
Después de cuatro días de pueblos pequeños, carreteras de tierra, horas y horas esperando en las cunetas… llegamos a una ciudad con semáforos, centros comerciales y calles peatonales. Pero lo mejor empezó antes de llegar: carretera asfaltada. En Coyhaique encontramos la tranquilidad, somos demasiado urbanitas, y en Hotel Tehuelche Natura un apartamento-cabaña en el que volver a estar en casa: cocinando, descansando, charlando –se habla muy poco en la caja del camión del gas–. Allí, Aida nos contó como tras años como profesora decidió cambiar completamente de vida y asociarse con su hermano para sacar adelante el hotel. Años después, un nuevo proyecto está frente a ella: la idea de crear un hotel de diseño y lujo en el que disfrutar de la ciudad no sólo en verano, sino también en invierno con la nieve –existe una estación de esquí cerca–. Planos, diseños, vídeos… si ya disfrutamos de nuestra estancia, nos quedó claro que tendremos que volver para vivir el inviernos patagónico con el concepto de hotel boutique.
Fue en Coyhaique donde descubrimos que no todo el mundo estaba encantado con la idea de asfaltar la Carretera Austral. Muchos piensan que se perdería la dureza, el sentimiento de descubrimiento, el misticismo que tiene su travesía… ¿será así? ¿Tuvimos la suerte de vivir la verdadera Carretera Austral?