Cruzar fronteras en un viaje de larga duración siempre por carretera acaba por convertirse en una «costumbre». En nuestro #LatTrip llegaba el momento de cruzar una más: salir de Colombia, después de cincuenta días en el país, para entrar en Ecuador. Entre los requisitos de entrada al país no estaba, por primera vez en el viaje, tener un billete de salida, aunque leímos que podían pedirlo. Nos arriesgamos y decidimos no imprimir «nuestro billete de salida» y confiar en que no tuviéramos problemas. Tan tranquilos estábamos con el paso que preparamos un día lleno de visitas a ambos lados de la frontera.
El Santuario de Nuestra Señora de las Lajas
Un lugar poco conocido y que parece sacado del Rivendel del Señor de los Anillos es el Santuario de Nuestra Señora de las Lajas, cerca de Ipiales. La primera vez que vi una foto del lugar no pude dejar de pensar que era un retoque, una creación de Photoshop, pero investigando en internet quedó claro que era real, que existía. Eso fue antes de pensar en este viaje, pero ya quedó como lugar que visitar y, con la decisión de viajar por Latinoamérica, la visita quedó incluida obligatoriamente.
Como llegar al Santuario de Nuestra Señora de las Lajas
No hay transporte público como tal, sólo taxis compartidos –cuatro plazas– que salen desde Ipiales con los que llegar hasta el Santuario de Nuestra Señora de las Lajas. Llegar hasta Ipiales, como a casi cualquier ciudad de Colombia, es sencillo: siempre hay una buseta o un bus a punto de salir. Recordad que debéis regatear siempre el precio y preparaos para esperar aunque os digan que salen inmediatamente. Los taxis salen de la misma terminal de Ipiales, desde donde salen también las furgonetas a la frontera. El precio es de 2.000 $ por persona –0,80€/1US$– y trayecto, no esperan a que hagáis la visita. Las furgonetas hasta la frontera cuestan 1.500$ –0,58€/0,80US$–.
Poco más se puede decir del Santuario de Nuestra Señora de las Lajas, bueno, que es la segunda maravilla de Colombia por detrás de la Catedral de Sal de Zipaquirá y que, a pesar de que su origen se remonta al siglo XVIII, la construcción actual es de la primera mitad del siglo XX. Las mejores fotos se consiguen subiendo el camino que sale desde el otro lado de la plaza frente al santuario, cruzando el puente. Y no tengáis prisa en la vuelta a coger el taxi, la cuesta es más dura de lo que parece.
Cruzar la frontera entre Colombia y Ecuador
La furgoneta desde Ipiales os deja –si lo pedís, así que ¡atentos!– en migración de Colombia. Después de sellar la salida del país toca cruzar el puente –se puede hacer andando sin problema– hasta el edificio de migración de Ecuador.
No os dejéis engañar si os dicen que cojáis un taxi hasta la terminal de Tulcán, la primera ciudad que os encofraréis desde la frontera. Hay busetas pero, si no queréis esperar, también hay furgonetas –parecidas a las que os habrán llevado allí desde Ipiales– que salen en el momento en que se llenan. El precio, si todavía os quedan pesos colombianos es de 1.500$ o, si ya no tenéis moneda colombiana, 0,75US$. Sí, en Ecuador la moneda oficial es el dólar estadounidense, pero nadie te aceptará un billete de más de veinte.
Tulcán y su cementerio
Ir a Tulcán no es sólo una «necesidad» al tratarse de la primera ciudad de Ecuador desde la que coger un autobús a tu destino. En Tulcán encontramos la primera atracción turística del país, un país que no hizo otra cosa que sorprendernos cada día, conquistándonos mucho más allá de lo que esperábamos. Se trata de su cementerio, el cementerio José María Azael Franco Guerrero.
Y ¿qué tiene de especial el cementerio? Sus árboles. El señor Franco Guerrero comenzó con la poda ornamental, hace más de 70 años –en 1936–, a dar forma a los cipreses, pero no una forma cualquiera: figuras precolombinas, agustinas, árabes… monolitos, arcos de medio punto, vasijas… incluso animales como un elefante, varios cóndores… hasta un Cristo crucificado. En total 309 esculturas. Ahora son su hijo Benigno Franco, y Lucio Ramón Reina, los que se encargan de seguir con este asombroso paisaje. Y desde 2005 el cementerio lleva el nombre del artista que empezó a idear estas espectaculares obras de arte.
Pasear por los caminos del cementerio es asombrarse a cada paso, al cruzar cada pequeño hueco entre las plantas y llenar tarjetas y tarjetas de memoria tratando de capturar la maravilla de cada una de las estatuas. La entrada es gratuita y es muy sencillo llegar desde la parada que las furgonetas hacen en el recorrido desde la frontera. Está en la avenida Cotopaxi y la avenida Cementerio. ¡Ah! y más vale que os deis prisa: según estudios las esculturas acabarán por perderse en unos veinte años, a no ser que se transforme en un jardín ornamental y deje de ser cementerio.
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