Miércoles, 23/06/2011 (7)
Son casi las seis menos veinte cuando salimos. Nos hemos entretenido demasiado y no sabemos si nos dará tiempo a llegar al cine ni si habrá entradas. Nuestro conductor nos tranquiliza diciendo que no hay problema, que llegamos seguro. Llegar llegaremos, pero seguros no vamos. Lo mismo que hice yo ayer en Ajmer lo hace él ahora aquí. Mete su tuctuc entre los coches, esquiva autobuses y vacas, dirección prohibida, giros cerrados… pero llegamos y vivos.
Mientras Sara va a la taquilla yo cierro con él la hora a la que vendrá a recogernos. Se ofrece a volver a las nueve y media. Tarde me parece, pero no sé cuánto dura la película. Él tampoco lo sabe. La siguiente sesión es a las nueve así que terminará antes, pero no sé cuánto. Le pido a Sara que lo pregunte en la taquilla y le dicen que la película dura ¡tres horas! De acuerdo entonces, nos veremos en la puerta a las nueve y media.
La entrada cuesta 60 rupias, algo menos de un euro, y serán tres horas de película. Igual que en España… y con todo y con eso hacen negocio.
El cine es otra cosa. Parece la entrada de un casino de Las Vegas (por lo que hemos visto en la televisión). El suelo está enmoquetado, las luces tenues, las paredes tapizadas y una enorme escalera de dos brazos sube a los palcos. Por si esto fuera poco una tremenda lámpara de araña cuelga del techo. Nada más entrar hay una barra en la que venden refrescos, agua y, por supuesto, palomitas de maíz. En la planta de arriba hay otro igual. No lo hago nunca, pero tampoco voy nunca a ver una película en Jaipur y en hindi, así que hasta bolsa de palomitas hemos comprado y todo.
La sala también es otra cosa. Cuando entramos ya están las luces apagadas, aunque son anuncios, pero vemos que es gigantesca y que está prácticamente llena. Eso sí, la gente está hablando sin parar, entre ellos y por los móviles, pero el sonido de los anuncios, sin ser atronador, se oye perfectamente. Se oye, pero no se entiende, es lo que tiene que estén en hindi. La película también lo estará, pero la experiencia bollywoodiense es lo que hay que vivir.
Nada más empezar está el primer baile y los primeros gritos del público cuando la actriz se contonea, después más gritos cuando el actor se acerca y más aún cuando le arrancan la camisa. No sé qué esperábamos, por un lado pensábamos que lo mismo se levantaban todos y se ponían a hacer la coreografía como en la pantalla, pero por otro estamos acostumbrados a los cines en España en donde por toser un poco ya te miran mal (yo el primero que lo hago, conste). Así que, cuando han empezado los gritos, la gente seguía hablando tranquilamente y de vez en cuando sonaba un móvil se ha confirmado que ni tanto ni tan poco.
Como las películas son tan largas, o al menos ésta lo es, hacen una parada. Pero la parada está pensada desde el mismo guión. En un momento dado el actor, al que han medio dado una paliza, se levanta, se da la vuelta frente a una pared y hace el gesto de ponerse a orinar. Al mismo tiempo suena una música y aparece desde la izquierda un cartel en pantalla en el que se lee: «Pee break». Sin palabras. Cuando vuelve la película, el actor se sube la cremallera y continúa la acción. Son geniales.
Poco antes de las nueve acaba la película, con sus cuatro coreografías, y vamos saliendo del cine. Ha sido una experiencia muy divertida y, aunque no nos hemos enterado de todo, hemos conseguido seguir más o menos el guión, tienen muchas palabras en inglés en los diálogos.