Lunes, 20/06/2011 (5)
Nos acercaremos al hotel. No estamos cansados, es evidente. Pero está aquí al lado y por cómodos que fueran los sillones del Fateh Prakash Palace Hotel tumbarse un rato nos vendrá bien. Tampoco mucho rato porque leímos en la guía que hay, como en casi todas las ciudades, un Sunset Point, una zona de la ciudad desde la que ver una bonita puesta de Sol, y hoy podremos disfrutarla.
Antes de subir a la habitación hemos comprado una botella de agua en un puesto frente al hotel. En India es difícil comprar nada con un billete de más de 50 rupias. Nunca tienen cambio, ni los conductores de tuctuc, ni los vendedores de agua, ni ninguno. En ese momento no teníamos un billete de menos de 100 y el de la tienda nos ha dado la botella y nos ha dicho que ya le pagaremos cuando cambiemos.
A las siete menos cuarto buscamos un tuctuc que nos lleve hasta allí. Sara ha salido antes para pagar el agua mientras yo me descargaba el mapa de la ciudad en el móvil para saber dónde estábamos. Cuando acabé bajé a buscarla. No había manera de encontrarla. La tienda estaba justo delante de la puerta, pero allí no estaba ella. En el hotel tampoco y ya me empezaba a preocupar cuando apareció doblando la esquina. Pensaba que la tienda estaba más alejada y al salir había girado, al ver que no la encontraba decidió volver al hotel.
Cuando salimos del palacio uno de los conductores comenzó a decirnos sitios a los que ir y a los que, por supuesto, nos llevaba por tan sólo veinte rupias. No recordamos si este sitio en concreto estaba incluido, pero suponemos que no será más caro ir sólo aquí que hacer la ruta turística completa.
Como siempre, nuestras suposiciones son incorrectas. Puede que no tuviera que ser más caro, pero los conductores no piensan lo mismo. El primero nos ha preguntado si queríamos ir al cable car, teleférico. No tenemos muy claro de qué nos habla, pero nos señala un póster que lleva en la parte de atrás de su tuctuc con la foto de las cabinas y la vista desde arriba. Debe ser eso, pero pide 80 rupias. ¿La vuelta por media ciudad son 20 y por esto nos pide 80? Nos rebaja hasta 50. Entendemos que hay una cuesta muy grande y, según él, pierde dinero a ese precio. Vamos al siguiente y también nos muestra la foto con el teleférico y Sunset Point escrito encima. Mismo precio y menos rebaja.
Ya que a la salida del palacio los precios eran tan buenos y estamos muy cerca tratamos de coger un tuctuc allí. Se supone que la cuesta se sube en teleférico, así que no debería ser tan grande, pero aquí vuelven a pedir los mismos 80 y a hacer el mismo comentario. Uno de los conductores comienza su regateo directamente con 50 y baja hasta 40. Se lo lleva y a nosotros con él.
El tuctuc nos deja en la entrada de una tienda–restaurante y nos dice que es allí. ¿Una tienda? Nosotros queremos ir al teleférico, no a hacer tiempo. Nos asegura con gestos que es allí y los que están en el balcón del restaurante nos lo confirman. Al final sí que ha habido una buena cuesta. Por un momento pensé en decirle que nos parase un poco antes y que ya subíamos andando. El tuctuc parecía a punto de ahogarse. A cambio, ahora bajará con el motor parado.
La taquilla no está en la tienda–restaurante, pero sí que hay que pasar por allí para llegar. Nos encontramos con que parece una atracción bastante popular entre los locales, no así entre los turistas. No está escrito como algo que ver en La Biblia (la Lonely Planet aquí tiene esa categoría), y pocos deben pensar si quiera en acercarse por aquí. El precio del billete, ida y vuelta, es de 69 rupias, y el sistema de cambio es cuanto menos curioso. En lugar de devolvernos las dos rupias, y el resto del cambio, nos dan sólo el resto y dos caramelos. Pensándolo bien, es posible que los dos caramelos valgan incluso más de una rupia, pero nos ha chocado este «trueque». Una rupia, redondeando mucho, equivale a dos céntimos de euro.
Entre el descanso en el hotel y el regateo se nos ha hecho un poco tarde. Leímos en internet que el Sol se pone a las 19.24 y estamos en la cola para subir a la cabina a las 19.02. Y en la cola no hay cuatro gatos, que necesitaremos, al menos, tres vueltas de las cabinas (dos cada vez, ocho pasajeros cada una), para que podamos subir.
Como en el parque de atracciones, el que cierra las puertas se da la vuelta preguntando por dos que vayan solos. Aquí lo normal es que la gente suba en familia y vienen como poco de cuatro en cuatro. No hay que esperar más, en el primer viaje ya estamos montados. Una vez más somos parte de la atracción y los que van con nosotros no pierden la ocasión de hacernos alguna foto.
Se está convirtiendo en una costumbre intentar ver la puesta de Sol y no conseguir ver nada. El calor hace que se forme una calima que no deja ver nada. Es como si el Sol se pusiera un cuarto de hora antes de tiempo, pero entre nubes densas sin el típico reflejo rojizo. Eso sí, aquí arriba no todo es la puesta de Sol, la vista del lago Pichola es impresionante. Se pueden ver el Palacio de la Ciudad; el Palacio del Lago con sus muros de mármol blanco, convertido en uno de los hoteles más lujosos del mundo e inaccesible para los que no se hospedan allí, en la isla de Jagniwas; y la isla de Jagmandir, otro de los palacios que se yerguen en mitad del lago, al que se puede acceder para ir al restaurante, y un pequeño museo en el edificio principal.
Es ahora, con mapa del móvil cuando entendemos qué palacio es cada uno y cuál es el hotel y cuál el museo.
Entre unas cosas y otras cuando nos decidimos a bajar la noche se nos ha echado encima. Desde el mirador hemos visto gran cantidad de pájaros sobrevolándonos. No son como los cóndores de Perú, pero tienen un tamaño importante. Casi parecen gaviotas, pero sabemos que es imposible que aquí haya. A pesar de los lagos seguimos muy lejos del mar y relativamente cerca del desierto. Con la poca luz y con nuestros escasos conocimientos tampoco nos paramos mucho a pensarlo.
Lo que sí pensamos es ir al Palacio de la Ciudad que hemos visto iluminado desde aquí. Si para venir el tuctuc nos cobró 40 rupias con la cuesta arriba y desde un poco más lejos, no contamos con pagar más de las mismas 40 para volver.
Como en otras ocasiones, los conductores sí que cuentan con que lo hagamos y sus precios son exagerados. Hemos visto algunos tuctuc bajando y hasta llegar al llano lo hacen con el motor apagado. Nos parece bien que lo hagan así, pero no entendemos que quieran cobrar el doble por bajarnos de lo que hemos pagado por subir. Con trabajo llegan a 50 rupias pero no están dispuestos a bajar ni una más.
Visto lo visto decidimos que lo intentaremos con los tuctucs que haya en la parte de abajo. La cuesta se puede bajar andando sin problemas y el palacio está muy cerca. Con el mapa que hemos descargado en el móvil con la wifi del hotel vemos que es fácil.
La cuesta está bastante poco iluminada y alrededor de las farolas que hay vemos una cantidad enorme de mosquitos pululando. Le comento a Sara que nunca hay un buen murciélago cuando hace falta… y nos damos cuenta de que lo que antes hemos tomado por parientes de gaviotas son en realidad murciélagos cuando uno pasa en vuelo rasante a un par de metros de nuestras cabezas. ¡Son enormes! Nunca habíamos visto unos murciélagos de este tamaño, deben medir poco menos de un metro de punta de ala a punta de ala. Esto nos preocupa un poco. No hay apenas luz y la cuesta está casi vacía de gente, los animalitos tienen un suministro más que interesante de mosquitos para comer, pero no sabemos si no les llamará la atención acercarse a los bultos grandes que se mueven. Los dos estamos pensando en que se enganchen en el pelo. No se nos pasa por la imaginación ninguna película de vampiros. No estamos tan mal, pero lo cierto es que imponen mucho respecto.
Pensamos en volver arriba y pagar lo que nos han pedido por montar en el tuctuc y tener un techo sobre nuestras cabezas, pero nos parece ridículo tener miedo y seguimos bajando. La carretera acaba el descenso junto al lago Dudh Talai. A esta hora no se ve nada más que los mosquitos alrededor de las cuatro farolas y los murciélagos dándose un festín.
Desde aquí hasta la puerta del Palacio es un kilómetro y medio más o menos y tenemos un mapa con todos los detalles, así que tampoco perdemos mucho tiempo regateando con los conductores. A pesar de que cada vez estamos más cerca nos siguen pidiendo 50 rupias. Debe ser una especie de bajada de bandera. A los últimos ni les preguntamos. Además, caminando hemos pasado al lado de una feria ambulante y hemos tenido tiempo de hablar de que esto tendrá que parar en algún momento. No es posible que todo sea tan espectacular y que cada día veamos cosas más y más bonitas. Aunque lo de hoy no supere en absoluto a los templos de Monte Abu no se puede decir que no sea de cuento de Las Mil y Una Noches.