Domingo, 19/06/2011 (1)
El madrugón se lleva más o menos bien y el desmontaje de la mosquitera ha sido más fácil de lo que parecía visto el montaje. A las cinco de la mañana nuestro amigo nos lleva a la tienda (tienducha) en la que nos dejó ayer el autobús. Le agradecemos el detalle. Según él tendremos que cambiar de autobús en un pueblo del que no nos acordamos y desde allí directos a Abu Road. En Abu Road habrá que coger un tuctuc o un taxi o lo que sea hasta Monte Abu. Habrá que descubrir dónde hay que bajar para llegar a donde queremos y no perdernos entre tantas líneas de autobús.
Mientras estamos hablando, ha pedido un papel y nos ha escrito el nombre del pueblo y su número de móvil por si tenemos algún problema, pasa un autobús. El de la tienda le dice que era ése. Vaya… Y era uno que iba directo hasta Abu Road sin tener que andar con cambio.
Nos dice que no hay problema. No estamos tan seguros, no deben pasar tantos como para pensar que en diez minutos vendrá otro. Su «no hay problema» no significaba que viniera otro rápido. Significaba que nos iba a conseguir montar como fuera. Nos subimos al jeep. Como la carretera no es buena está convencido de que lo cogerá y hará que pare. Ahora nos dice que nos agarremos bien, que va a darse un poco de prisa.
Después de pasar por delante del hotel y tras unos cuantos saltos en los baches y curvas cerradas lo alcanza. En ese momento se pone a pitar para llamar su atención hasta que para. Perfecto. Ahora tenemos mucho más que agradecerle incluso que antes.
El autobús está vacío y, como hicimos ayer, colocamos las mochilas en el asiento de la ventanilla y nos sentamos en los otros dos de la misma fila. Por poco más de 50 rupias llegaremos a Abu Road, lo que no sabemos es cuánto tiempo tardaremos en llegar hasta allí.
A este paso tardaremos mucho. Al poco de montar llegamos a un pueblo en el que no sólo para sino que se bajan tanto el conductor como el de los billetes. Salimos nosotros también. Es una especie de mercado, sobre todo de flores. Una anciana que nos ha visto bajar viene hacia nosotros con un par de collares de flores amarillas. Muchos autobuses llevan este tipo de collares colgados de los espejos retrovisores. Hemos leído que se ponen en señal de bienvenida, pero no creemos que los autobuses los lleven por eso, además de que hemos visto bastantes como ofrendas en los templos.
Poco más se puede decir de las siguientes cuatro horas: paradas, gente que sube, gente que baja, vendedores de agua… Y mucho calor. Cada minuto que pasa el sol va calentando más y más y tener las ventanillas abiertas no es suficiente. Sobre todo teniendo en cuenta la velocidad a la que va el autobús… Con el GPS del móvil hemos visto que la velocidad media es de unos 35 kilómetros por hora, con un buen montón de paradas. No son ni 150 kilómetros y son más de cuatro horas.
En Abu Road hay que buscar otro transporte. Lo que sea. Para empezar vamos a la estación de tren. Parece que las estaciones son de los pocos sitios con taquillas en este país. Un día más vamos con todo el equipaje encima y queremos dejarlo antes de subir al monte.
La estación de tren parece que está en una zona abandonada y llegar no es sencillo. Lo bueno es que en el aparcamiento hay un montón de jeeps-taxi así que no tendremos que andar mucho.
No está claro que aquí hablen inglés, aunque el que habla con nosotros está convencido de que somos nosotros los que no lo hablamos. Cuando ve nuestra cara nos pregunta si es que no hablamos inglés. Sí que lo hablamos, pero el que no lo debe hablar eres tú. Vamos, eso que sale de tu boca no es inglés.
Al final nos ha quedado claro que no vamos a poder dejar aquí nada. O no hay taquilla, o está cerrada, o no quieren que las dejemos, o nos piden que las cerremos con candados (¡son mochilas! ¿cómo vamos a hacer eso?). El caso es que vemos que va a ser imposible dejar las mochilas. De lo poco que le hemos entendido es que nos deja descansar durante cuatro horas en la sala de espera de primera. Pues muchas gracias por dejarnos descansar, pero lo que queremos es que descansen las mochilas.
Nada más salir de la estación nos acercamos a los jeeps. Hemos llegado hasta aquí para ir a los templos del Monte Abu y, aunque haya que ir con las mochilas vamos a conseguirlo. Los templos del Monte Abu son también jainistas y, por lo visto hasta ahora, merece la pena hacer cualquier esfuerzo para disfrutar de ellos. Como en otras muchas ocasiones no hay casi turistas y hay un montón de taxis. Y, como siempre, los taxistas piden una cantidad exagerada de dinero. Tras una sesión de regateo conseguimos llegar a 300 rupias. Tampoco tenemos muchas más. Según la guía hay un banco y una oficina de cambio en la ciudad, pero no los hemos visto camino de la estación, y este hombre no acepta euros.
La negociación ha sido más dura de lo esperado. No ha servido de nada que dijéramos que era mucho y que nos fuéramos con las mochilas. No han hecho amago de rebajar, ni de seguirnos, así que hemos tenido que volver nosotros. Tampoco había más taxis a la vuelta de la esquina como en otras ocasiones.
Otra vez estamos en un jeep. Es como si el tiempo hubiera vuelto a las cinco de esta mañana. Sara está sentada a la izquierda del conductor y yo estoy detrás con las mochilas agarrándome a las barras en cada bache y cada curva.