Martes, 21/06/2011 (1)
A las cinco y diez estamos en la calle buscando un tuctuc. De madrugada me pareció que estaba lloviendo. El monzón está a punto de llegar y las lluvias nos estropearían lo que nos queda de viaje. Por suerte fue sólo una impresión. Ahora no llueve y el suelo está seco.
El primer conductor de tuctuc pensó que ése era su día de suerte y nos pidió 150 rupias por ir a la estación de tren. Bien es cierto que esta vez no está pegada al hotel, lo hemos visto en el mapa porque llegamos en autobús, pero nos parece muchísimo dinero. A 15 rupias por kilómetro, tirando por lo alto, la estación debería estar a 10, y no son más de dos en línea recta, que se convertirán en tres o cuatro callejeando. Le decimos que no y seguimos buscando otro, aunque no hay muchos a estas horas.
Para ir desde nuestro hotel al templo hay que bajar una cuesta y detrás de nosotros la baja corriendo otro conductor. Nos pregunta a dónde queremos ir y nos pide 80 rupias por llevarnos a la estación. Sigue siendo mucho, pero tenemos que coger un tren.
En menos de diez minutos estamos en la estación. Tenemos cuarenta minutos de espera hasta que salga nuestro tren. Ayer, entre planes futuros y posibles destinos, también hablamos de planes más cercanos. Vimos que a las 20.45 sale un tren de Ajmer para Jaipur. Estaba con lista de espera, pero el que vamos a coger ahora también y aquí estamos con nuestro billete. Así que, aprovecharemos el tiempo para tratar de comprarlo.
No hay nada que hacer. Para comprar billetes que partan de una estación distinta hay que ir a otra taquilla que está fuera y que no abre hasta las ocho de la mañana. Nuestro gozo en un pozo. Habrá que intentarlo en Ajmer en cuanto bajemos del tren.
En las puertas de los vagones hay hojas de papel pegadas con los nombres de los pasajeros y el asiento que tienen asignado. Estamos seguros de que es el nuestro porque ahí están nuestros nombres. Hoy no hará falta preguntar un montón de veces: «¿Ajmer?» al resto de pasajeros.
La puntualidad inglesa sí que ha quedado en el país después de su independencia, quitando la primera noche que el tren salió casi una hora tarde, y el tren sale a las 6.15 como ponía en el billete. Pero la limpieza y orden no han llegado a calar.
Cogimos las literas de arriba con buen criterio. Nada más montar Sara se ha puesto a dormir y en cuanto acabo de escribir cuatro líneas en el diario, sigo con los teletipos, le acompaño.
Sabíamos que el tren en el que íbamos era el correcto, pero lo que no sabíamos era cuándo nos teníamos que bajar. Hasta ahora siempre teníamos que llegar al final y cuando se bajaba todo el mundo allá que íbamos nosotros detrás, pero hoy el tren continua y habrá que estar atento a los nombres de las estaciones para bajar cuando nos toque. No hemos preguntado «¿Ajmer?» al montar, pero lo empezamos a preguntar a partir de las 11.10. Hemos afinado bien el tiro, además de que me puse una alarma en el reloj por si nos dormíamos, y nos indican, con gestos, que es la siguiente parada.
Es hora de comer unas almendras y de tomarse el malarone. No parece que sea tan necesaria la profilaxis de la malaria, no hay tanto mosquito molesto, pero más vale prevenir que curar. Las literas de arriba, como las otras, son cómodas para estar tumbados, pero sentarse es prácticamente imposible porque no hay espacio, y beber agua agachándose para poder levantar la botella es un ejercicio de contorsionismo.
Mientras el tren está en marcha vamos bajando y antes de que pare en la estación confirmamos, con un cartel, que estamos donde queremos. Hay que estar atentos a bajar, porque tampoco caló lo de dejar salir antes de entrar y la cosa se complica cuando hay un montón de gente queriendo ocupar el espacio que tú estás dejando libre, ya hemos tenido alguna experiencia en el autobús. Con cuidado, pero con decisión, logramos bajar del tren sin que nadie se moleste demasiado. Es difícil que lo hagan cuando están acostumbrados a moverse a empujones.
Las colas en las taquillas de las estaciones también demuestran esto de los empujones. El taquillero, con la misma poca amabilidad que les hemos visto a todos hasta ahora, nos dice que el tren de las 20.45 para Jaipur está lleno y que no hay tampoco lista de espera. Me acabo de dar cuenta de que, a diferencia de en Rusia, que siempre eran mujeres las que estaban en las taquillas de los trenes y metros, aquí siempre han sido hombres. Después de decirnos que no hay plaza, coge el papel en el que habíamos apuntado los nombres de las ciudades y la hora, por si era difícil entenderse en inglés, y nos escribe un montón de garabatos. Puede que sea hindi, pero ni lo entendemos hablado ni lo leemos escrito. No sabemos qué es lo que quiere que hagamos con esto, la verdad. Al final nos dice que hay uno mañana a las 6.50 en el que sí hay plazas.
La idea era llegar esta noche, pero tampoco hay muchas opciones. Lo de ir en autobús está descartado ahora mismo. Ya que hemos llegado hasta la ventanilla y que el taquillero nos ha entendido no le damos más vueltas y compramos el billete. Esta noche dormiremos en Ajmer.
Antes de salir de la estación buscamos un hotel en la guía. El elegido es el Nagpal Tourist Hotel. Aunque pone que es mejor no hacer noche en Ajmer, los hoteles son malos y caros. Recomiendan dormir en Pushkar, pero teniendo el tren a la hora que lo tenemos es mejor no complicarse la vida. Nos quedaremos aquí, donde podamos.
Tras la lucha habitual con los conductores de tuctuc llegamos al hotel. Aquí no parece que vayamos a tener muchas oportunidades de regatear, tampoco lo hemos podido hacer hasta ahora, pero estos parecen más empleados que los demás. Tienen dos tipos de habitaciones, como en todas partes, con y sin aire acondicionado. Sin, son 800 rupias y con, son 1.500. Después del precio de Udaipur nos parece bastante caro. Por el camino hemos visto otros hoteles cerca. Estaba claro que no iban a regatear, ni amago han hecho de decir nada cuando nos hemos dado la vuelta, lo mismo que nos pasó en Tashkent.
En el de al lado los precios son más ajustados, aunque caros. La habitación sin aire acondicionado cuesta 600 rupias. Le pedimos que nos la enseñe y descubrimos que el precio no está nada ajustado. No es que sea una habitación de película de terror, no llega al nivel de tener humedades y cables colgando como hemos visto en otros sitios, pero el baño sí que es un poco tétrico. Como en las habitaciones en que hemos estado hasta ahora, no hay plato de ducha ni bañera, todo el suelo es la ducha y hay un sumidero. Pero aquí no hay ni tan siquiera alcachofa de ducha y todo está lleno de cal y de suciedad. Será mejor buscar otro. El de la recepción nos dijo que tenía dos habitaciones pero, al ver nuestra cara, ni se planteó enseñarnos la otra, que debía ser igual o peor.
En el siguiente nos pasa lo mismo. El mismo precio por el mismo tipo de habitación, sin aire acondicionado, y un susto mayor cuando la vemos. Todavía va a resultar que la de antes sí que estaba con el precio ajustado. Esto se está empezando a parecer a coger un tuctuc… y necesitamos un sitio para dormir esta noche y que tenga un baño, como poco, aceptable.
Para deprimirnos más, el de la recepción del siguiente hotel nos mira de arriba a abajo después de que le preguntemos si tienen habitaciones, y nos dice que no. Pues sí que estamos listos. Con toda la mala pinta que podamos llevar después de unos días de viaje y de haber dormido en el tren, vamos mucho mejor de lo que va él y del aspecto del hotel. Para entrar en un hotel de lujo no te ponen tantas pegas aunque vayas mucho más sucio, sólo miran que la tarjeta tenga fondos.
Todo este tiempo hemos estado buscando los hoteles en una zona de callejuelas cerca de la calle principal por la que nos ha traído el tuctuc. No queríamos salir porque pensábamos que sería más fácil aquí, pero los resultados no han sido buenos. En esa calle principal vimos uno que tenía hasta un cartel luminoso.
Deben querer que les paguemos hasta la última bombilla con la habitación, porque el precio se las trae. Nos piden 1.300 rupias por una habitación con aire acondicionado. Lo bueno es que está más o menos bien y, lo mejor para ellos, es que no queremos seguir peleando. El aire acondicionado debe ser del mismo fabricante que los de los trenes y la habitación está helada. Lo primero que hacemos es apagarlo y dejar el ventilador de techo. Tal vez habría sido buena idea haber visto la de 800 sin aire del primer sitio antes de tratar de conseguir una rebaja…
El de la recepción no está por la labor de hacer nada. Nos abre el libro de registro y nos dice que vayamos rellenando. Lo que queremos hacer es irnos a visitar la ciudad, no ponernos a escribir. Tienes nuestros pasaportes rellénalo tú mientras estamos en la habitación. Va a ser que no. Lo tenemos que hacer nosotros. El tío no mueve ni un músculo de la cara, le da todo igual. Cuando hemos acabado con el libro y nos estamos dando la vuelta nos saca otro papel de registro que también tenemos que rellenar. Antes de que nos dejara irnos nos pidió que le pagáramos la habitación. No tenemos rupias para hacerlo, pero tampoco te vamos a pagar por adelantado, sobre todo con todo lo que te lo has currado para ayudarnos.