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Las havelis de Jaisalmer (II)

Viernes, 17/06/2011 (4)

Frente al impresionante Patwon Ki Haveli se alzaban, en su día, unas casas de estilo moderno. Rahul nos cuenta que Indira Gandhi las compró y mandó derribar. Desentonaban con la belleza del lugar y, en su lugar, mandó colocar unos bancos para que la gente pudiera disfrutar de la belleza de las havelis desde la comodidad. La mansión la mandó construir un importante comerciante en 1805, Guman Chand Patwa. Se trata de la más grande, son cinco havelis unidas (para sus cinco hijos), y la más elaborada de Jaisalmer. Tienen cinco plantas y su construcción llevó 60 años.

El edificio, como casi toda la ciudad, es de piedra arenisca amarilla, de ahí lo de «Ciudad dorada». Se conoce como la «mansión de los mercaderes de brocados» posiblemente porque la familia comerciaba con hilos de oro y plata utilizados en los bordados de los vestidos, aunque también se piensa que obtenían beneficios con el tráfico de opio y el préstamo de dinero.

En la actualidad es un edificio del gobierno.

 

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Salim Singh Ki Haveli, construida a principios del siglo XVIII se encuentra todavía habitada. Se trata de una impresionante construcción rematada con un pabellón que parece flotar sobre la misma, con espectaculares arcos tallados con formas de pavos reales. Inicialmente fue ocupada por la familia Mehta, alcanzó la fama con su siguiente ocupante el primer ministro de Jaisalmer Salim Singh que se encargó de buscar lo mejor para su vivienda. La casa tiene 38 balcones, todos con diseños diferentes.

El calor ya está apretando y el muchacho comienza a resultar un poco pesado después de casi tres horas de paseo y de charla continua. La tercera haveli, la segunda de las principales, que nos lleva a ver está, curiosamente, al lado de la cooperativa en la que trabaja. Un sitio en el que trabajan chicos de la ciudad y de las aldeas cercanas y que reparte sus beneficios entre todos como labor social. Tiene bien aprendida la historia para que parezca menos negocio y la gente esté más dispuesta a comprar. La cuarta, Nathmal-Ki Haveli nos comenta que está lejos y nos dice que vayamos por nuestra cuenta.

El día se está haciendo largo y quitando los templos no queda mucho que ver. Según la guía el interior del palacio no merece mucho la pena y Rahul nos lo ha dicho también un par de veces: «sólo desde fuera». Subimos a su tienda y comienza el desfile de fulares: de pashminas (una lana de cachemira, un tipo de cabra muy apreciado por su lana), de lana de camello (nos dijeron en Tashkent que era el único sitio del mundo donde los vendían…), de seda, de algodón y todas las mezclas posibles. Con todo tipo de diseños o de un sólo color, cualquier color. También están las que tienen un color por cada lado, las pashminas Sunday-Monday según Rahul, un color para cada día. Incluso tela de turbante, de algodón, que se vende por metros.

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Nos llama la atención la tela del turbante, de un color verde manzana eléctrico más que llamativo. La venden por metros, con un par será más que suficiente. Pero la negociación no ha hecho más que empezar. A Sara le ha gustado una pashmina y está pensando en otra para su madre. El precio, como siempre, es exagerado. Y, como casi siempre, acabamos por pagar más de lo que deberíamos, pero la mitad de lo que pedían al principio. El turbante viene de regalo. Lo bueno es que se puede pagar con tarjeta, sólo cambiamos 50 euros ayer y hay que estirarlos lo más que se pueda.

También nos ha contado que organiza excursiones al desierto. Por supuesto, no es al típico desierto turístico. Él nos llevaría a una zona preciosa a la que no va la gente. Primero a una aldea cercana al desierto, para que veamos los rebaños de cabras y después un paseo de una o dos horas por el desierto en camello. El precio, como no es turístico, tampoco es el «turístico». Es mucho más caro. Nos pide 2.000 rupias, tiene que buscar el jeep, hablar con el de los camellos… Según la guía por unas 400 rupias ya organizan estas excursiones. Lo «bueno» es que se la podemos pagar con tarjeta y a la vuelta. Regateando llegamos a 1.500, que ya es un dineral, pero, por ahora, nunca hemos encontrado en los viajes que los precios de las guías sean reales (además de que la guía es de 2.009 y en dos años todo habrá subido).

Con todo arreglado nos despedimos. Quedamos con él en la entrada del fuerte a las cuatro y media para la excursión. Volveremos a la ciudad a eso de las ocho ocho y media, con tiempo de sobra para cenar y coger el tren.

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