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Mustang, de Muktinath a Marpha pasando por Jomsom

Martes, 30/03/2010 (3)

Cuando llegamos al 4×4 que nos bajará de Muktinath a Jomsom, vemos que como todos llevan unas mochilas muy grandes, y tienen que subirlas al techo, aprovechamos para sentarnos en la fila detrás del conductor. Los demás van en una caja que tiene adosado el 4×4 atrás y se sientan perpendiculares a la marcha, mirando hacia el interior.

La bajada en coche es casi peor que la subida andando. Pero también dura muchísimo menos. Llegamos a Jomsom en una hora y veinte frente a las seis largas que anduvimos ayer. Por el camino nos paran para que suba una señora mayor. El coche va lleno, pero entendemos que el servicio inicialmente era para los locales. La hija (o si no lo es, por el cabreo que coge debe ser algo suyo) discute con el conductor hasta que consigue que le hagan sitio. Había un guía sentado en el asiendo del copiloto, compartiéndolo con otro tío. Se va a la caja (probablemente al suelo) porque en el techo el conductor le dice que no, y la señora pasa a compartir el asiento del copiloto.

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Se baja en el poblado en el que el camino se divide entre Kagbeni y Muktinath, así que el final del camino lo hace como un rey. Nosotros vamos con Keisi en la segunda fila también cómodos. Intentaron que nos apretásemos para que entrase la señora, pero es que no era posible que entrásemos los cuatro allí.

Al llegar a Jomsom le decimos a Keisi que entonces lo que podemos hacer es pasar por el hotel, dejar las mochilas (Okihita y la suya) y andar (cuesta abajo) a Marpha. Desde allí tratar de coger un jeep o un lo que sea que nos devuelva aquí. Nos dice que no hay problema, aunque cree que no va a haber jeeps, que puede que haya que coger un autobús local.

Antes de llegar al hotel tenemos que hacer la misma rutina que hicimos ayer en sentido contrario: registro en la comisaría y después en la oficina de turismo. Supongo que será para que sepan que hemos vuelto vivos. En hotel nos encontramos a un grupo de unas cuarenta señoras en la recepción. Nos dicen que hoy no ha salido su avión. Esperamos que no haya problemas con el nuestro mañana, más aún cuando el de pasado está cancelado. Nos dan la llave de nuestra habitación y dejamos a Okihita. La llave es como ayer, un candado para poner en la parte de fuera, cuando estás dentro cierras con un pasador la puerta.

La habitación tampoco se puede decir que haya visto muy a menudo (o al menos en los últimos años) un aspirador o un cepillo de barrer. Lo del baño es casi peor. Mejora ligeramente al de esta noche, pero sólo porque la ventana encaja bien y no entra aire. Tan bien encajada está la ventana que no se puede abrir. Frío parece que no vamos a pasar, hay una buena manta y un edredón. Las sábanas dan la impresión de estar limpias, tampoco es que las hayamos movido mucho. Lo mismo esta noche hasta nos quitamos algo de ropa para dormir, no sólo las botas.

Nepal-Mustang

El camino a Marpha se supone que es sencillo y nos debe llevar, según el programa original, una hora y media. Keisi nos ha dicho que unas dos horas… está claro que nos vio muy mal ayer. Comenzamos a andar y el guía se distancia un montón. El camino es bastante sencillo, pero hay un viento terrible en todo momento que nos da de frente. Después de una media hora de esto empieza a llover. No es mucho pero las gotas son de las grandes. Estamos en mitad de la nada y la única opción que queda es seguir andando, no hay donde refugiarse. Tampoco es que estuviera mucho tiempo lloviendo.

En una hora y cuarto llegamos a Marpha. No sabemos si hemos sorprendido a Keisi o si realmente esperaba que tardásemos eso pero para evitar bajones como el de ayer nos ha dado más margen de tiempo. El caso es que ha seguido estando muy lejos de nosotros todo el tiempo mirando de vez en cuando que siguiéramos vivos cuando nos cruzábamos con algún jeep o algún tractor con remolque.

El pueblo de Marpha es muy bonito y mucho más turístico que los que atravesamos ayer. Los dueños de las numerosas tiendas de recuerdos nos saludan y nos dicen que entremos a mirar en todas. Marpha está en la zona de cultivo de manzanas de Nepal. Sus manzanas son famosas. La oficina de turismo está al final de unas largas escaleras. En cada tramo hay un seis u ocho ruedas de oración para ir rezando al tiempo que subes. Un cartel en la parte de abajo prometía unas vistas espectaculares desde arriba.

No vemos la oficina de turismo por ningún lado, pero sí un templo budista que está al final de la escalera. Nos lo abren a requerimiento de Keisi. En su interior hay una estatua de un Buda rojo (de la larga vida), un Buda de la compasión y un protector. El monje que ha abierto la puerta lleva una cámara compacta y está haciendo fotos a todas las ofrendas mientras paseamos por su interior. Keisi se quedó fuera.

Una vez abajo nos pregunta si queremos comer. No es mal plan y nos lleva a un restaurante. Notamos que le pasa algo, hoy no ha sido él el que nos ha cogido la nota de la comida como estos días. Nos decidimos por un filete de pollo Sara y un arroz frito con huevo yo. El camarero dice que el filete de pollo es un plato largo y que tardan unos cuarenta minutos en hacerlo… ¿tienen que matar al pollo? No hay mucho más que hacer así que esperaremos.

El filete de pollo llega en una especie de cazuela con salsa, verduras y patatas fritas, y en poco más de veinte minutos. El arroz llega con su tortilla y un montón de verduras… ¿por qué no pone en la carta que le van a echar de todo? Aún así, apartando algunas cosas, está muy bueno. El pollo también está muy rico y jugoso. Como Marpha es el centro de la producción de manzanas y había una tarta en el escaparate Sara ha pedido tarta de manzana de postre. Para no estar mano sobre mano mientras se la come yo he pedido un pudding de chocolate. Nos trajeron las cuatro cosas al mismo tiempo. El concepto de plato principal y postre no lo manejan.

Como en el hotel de esta mañana es mejor no mirar mucho la limpieza de los cubiertos y dedicarse exclusivamente a comer lo que hay en el plato. Mientras estamos allí se ha puesto a llover con más fuerza. Una parte del techo es transparente y vemos las gotas al tiempo que oímos el ruido. Otra cosa curiosa que pasó es que llegó un viejo y cogió todas nuestras cosas que habíamos apoyado en una silla al lado de la mesa y las puso en otra mesa para sentarse él. Poco menos que acabamos siendo tres en la mesa, aunque él sólo quería la silla para dormirse.

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