Jueves, 25/03/2010 (1)
La noche ha sido movida. Algo que hemos comido no le ha sentado bien al estómago de Sara, o puede que se haya cansado ya del picante (y eso que ella casi no lo come). El caso es que a las cuatro de la mañana se ha despertado con el estómago revuelto y ha tenido que ir al baño corriendo. Con lo grande que es esto casi ha tenido que correr del verdad.
A las seis y media suena el despertador. Hay que meterlo todo en Symbios que hoy salimos para Punakha. Somos más rápidos de lo que pensábamos, la práctica, y tenemos que esperar diez minutos a que abran el restaurante para el desayuno. Hoy tienen judías blancas, huevos revueltos, patatas fritas, pan tostado y una cosa local. Yo ya he tenido que ir al baño antes de bajar… lo que le ha sentado mal a Sara no han sido las verduras, porque yo también estoy un poco revuelto. Así que lo dejo en huevos revueltos (total, para que el estómago no se sienta sólo) y pan tostado. Sara toma un té caliente y le pregunta al camarero si tienes plátanos. Ayer había, pero hoy la fruta que han sacado es sandía y mango. Hoy no les quedan.
A las ocho llaman a la puerta de la habitación para ayudarnos a bajar las mochilas. Les decimos que no hemos acabado, estamos lavándonos los dientes, y las bajamos nosotros. Suponemos que ya le dirán a Kuenzang que no les hemos dado propina, pero es que podemos mover nuestras mochilas. En este país están acostumbrados a otro tipo de turismo. Venir es muy caro y sólo hay viejos (con pasta) que están deseando que les muevan las maletas y les abran las puertas.
En el coche Kuenzang nos pregunta qué tal estamos y le decimos que no del todo bien. Se ofrece a conseguir plátanos en el hotel, pero se supone que no hay. Nos dice que compraremos después y que podrá comerlos frescos. Lo que sí le decimos es que Sara hoy comerá sólo arroz y que, como yo no como verdura, se la pueden ahorrar del menú.
Aunque estamos lejos de cualquier frontera pasamos un control de inmigración. El objetivo es saber cuántos turistas van a cada zona, de manera de Kuenzang tiene que bajar y dar la información en la garita, mientras nosotros estiramos un poco las piernas. La región está plagada de manzanos. Se ven desde la carretera y en el control hay un montón de tipos diferentes para comprar. Para el estómago revuelto lo que va bien es el plátano No sabemos si la manzana también será buena así que no la compramos.
Camino de Punakha la primera parada es Dochula. La esposa más mayor del rey lo mandó construir para él. El complejo cuenta con 108 stupas de todos los tipos y un templo en lo alto de una colina. Kuenzang nos da tiempo para andar entre las stupas y después nos lleva a la zona en la que están colgadas las banderas de oración. Ha comprado unas para nosotros (suponemos que las ha comprado o se las ha dado la agencia). Las atamos y las dejamos allí al viento. Las banderas pueden ser de algodón, nylon y otros materiales. Si se quieren como decoración lo adecuado es comprar las de mejor calidad, pero si lo que se quiere es colgarlas al viento hay que comprarlas “malas”. La idea es que la bandera se deshaga antes de perder el color.
Después subimos a la colina para ver el templo de cerca. Está abierto, aunque nos había dicho que no abría normalmente, lo que pasa es que, como en todos, hay que descalzarse y tampoco estamos por la labor. Lo vemos desde fuera, rodeándolo por la izquierda.
No hace ni una hora y media que hemos salido y toca hacer una parada para tomar un té o café y descansar un poco. Cierto es que hemos subido a unos 3.000 metros de altitud, pero en coche, vamos que no hace falta tanto. De todas formas se agradece la visita al baño.