Sábado, 20/03/2.010 (y 2)
El hotel, Marshyangdi, es mucho mejor de lo que esperábamos visto lo visto. Es un tres estrellas (de Nepal) muy cerca del centro según el plano que cogimos en el aeropuerto. Prachanda nos está esperando y nos informa de que ha muerto uno de sus líderes políticos y por eso hay más caos de tráfico. Da la impresión de que tiene prisa porque nos dice que querremos descansar, que mañana hablaremos. Queremos descansar, es cierto, pero queremos más saber qué vamos a acabar haciendo, y qué vamos a dejar de hacer. En el penúltimo programa estábamos una noche más en Katmandú que se cambió al final. Nos cuenta que no perdemos nada, porque hacemos un viaje más en avión y nada más llegar saldremos para otra ciudad sin dormir en la capital. Esa es la noche que nos saltamos, pero sólo la noche. No tiene un programa impreso o similar, de hecho nos ofrece un cambio de última hora porque en una de las ciudades que vamos a visitar se prepara una fiesta para el día 26 y puede arreglarlo para que estemos allí ese día.
Nos fiamos, pero le pedimos que nos dé el programa completo cuando venga mañana. Nos propone salir a las nueve y media, nosotros le hemos dicho que tan pronto como quiera. Es más, las nueve y media nos parece un poco tarde, pero nos explica que antes las cosas están cerradas. Mañana vendrá él con nuestro guía y habrá que pagar el viaje, el más caro que hemos pagado nunca ¡más de 2.000 dólares por cabeza!
La habitación que nos dan, la 102, es, al igual que el hotel, mucho mejor de lo que esperábamos al ver las calles de la ciudad. El baño está dentro y es bastante grande y limpio. Tiene dos camas, un pequeño escritorio y hasta una televisión y aire acondicionado. Lo que también tiene son unos enchufes muy raros. Da la impresión de que están preparados para aceptar casi cualquier clavija, pero no dan corriente, deben necesitar una que no tenemos. Lo preguntaremos luego.
No tenemos muy claro si merece la pena salir a la calle o esperar a mañana. Después de un rato descansando tumbados en las camas (que son bastante duras, perfecto), decidimos salir a dar una vuelta. Hambre no tenemos, así que esperaremos a la cena (o a la comida en España). Lo importante será tener claro donde vamos girando para ser capaces de volver. En la habitación hay unos papeles del hotel pero sólo tienen el nombre escrito en letras latinas y no hay más dirección que un apartado de correos. A la salida preguntamos en recepción por la manera en la que podemos cargar las cosas y nos informa de que hasta las nueve no hay electricidad en los enchufes. Lo mismo sí que funciona alguna de nuestras clavijas.
La calle nos vuelve a mostrar, esta vez andando, la pobreza y el caos de coches, motos y bicicletas que vimos desde el coche antes. Eso sí, no aparenta ser una ciudad peligrosa en absoluto y sacamos las cámaras para hacer fotos a la gente. Casi todas las mujeres van con sari y muchas llevan el punto rojo en la frente. Los hombres llevan una especie de sombrero de tela estampado. Nos cruzamos con bastantes rickshaw y pasamos frente a un montón de agencias de viaje que organizan treks y excursiones por el valle, por Tíbet, por Bután, descensos de canoa, rafting… A diferencia de otros sitios turísticos no salen a buscarte cuando pasas frente a ellos ni tratan de que entres en sus oficinas. Pasear es cómodo, aunque hay que tener cuidado para que no te atropellen y la contaminación es altísima.
Después de un paseo de casi una hora volvemos al hotel. Cuando bajamos del avión nos dimos cuenta de que se nos había olvidado coger las gorras. Estábamos preparados para un entorno frío y aquí hace mucho calor (suponemos que cuando nos movamos bajarán las temperaturas según suba la altitud). Es más ya nos hemos quitado las botas y Sara va con sandalias. En la esquina al lado del hotel hay un puesto de sombreros y gorras. Preguntamos por el precio y nos dice que 450 rupias una de The North Face que se dobla y cabe en un bolsillo. La idea es muy buena pero, en el momento, 450 me pareció mucho. Al decir que no, no trató de regatear ni vino detrás de nosotros. Sara me preguntó por el precio que me había dado y sabiamente me dijo que eso es poco más de 4,50 euros. No cree que sea más que una imitación, pero es bastante barata.
En cualquier caso decidimos darnos un día de prueba primero, mañana, para ver si realmente nos hacen falta las gorras. Lo que sí compramos es una botella de agua (20 rupias, lo que sí es bastante caro para ser un litro) y volvemos al hotel.
En recepción vemos un cartel de Wi-Fi. Nos pregunta por nuestro número de habitación antes de respondernos a si habrá o no allí. La 102 debe estar lo bastante cerca del router porque nos informa de que sí. No nos dice que cueste nada, ni que haya que comprar nada… aunque nos sorprendería que fuera gratis. Hemos visto un montón de ciber cafés, 20 rupias 10 minutos y 100 por una hora.
Hay red, pero es de pago. Es necesario registrarse y es un proceso casi imposible. De todas formas ya mandamos un sms a nuestros padres para decirles que estábamos en Nepal después de pasar por Qatar y que todo iba bien, así que no necesitamos conectar tanto. Tampoco hemos comprado lotería primitiva para ver si nos ha tocado.
Esta noche cenaremos unos quesos italianos y extremeños que trajimos de casa con algo de pan y a dormir todo lo que hemos dejado de dormir en los últimos dos días. En Madrid son las dos y media de la tarde, hora de comer, aquí son las siete y media, su cena.
Después del queso decidimos salir de nuevo a la calle. Todavía falta casi una hora para las nueve. Hemos visto en el pasillo que hay una orden del gobierno que limita el uso de la electricidad. Cada día los cortes son a unas horas diferentes, mañana no habrá luz hasta las diez de la noche desde las cuatro de la tarde. Hay unas horas con corriente por la mañana y otras por la noche.
En la calle vemos que casi todas las tiendas de la zona (turísticas y de material de tracking) están empezando a cerrar. Nuestro hotel está en el barrio de Tamal, la zona turística de hoteles y agencias de viaje, lo que hace que todas las tiendas de recuerdos también estén aquí. Por el camino nos han ofrecido hachís, y eso que en la guía decía que su venta y consumo están perseguidos, aunque también pone que es común que te ofrezcan hachís, opio, marihuana y setas alucinógenas. Lo que sí que es cierto es que se llega a un punto en que se acaba la zona turística y se acaba la poca luz que hay por la calle, pero sin solución de continuidad. Es parecido a la zona de Long Street de Ciudad del Cabo, aunque la zona sin luz no parece peligrosa.
En el paseo encontramos un supermercado en el que venden de todo: comida, artículos de aseo y limpieza, adaptadores para enchufes, miles de tipos de te… de todo. El agua aquí está a 10 rupias en lugar de las 20 que pagamos antes, pero tenemos la botella entera en el hotel. Mañana compraremos.
A las nueve estamos en el hotel y la manera de saber que ya hay corriente es que se corta incluso la luz de la habitación durante un segundo. Enchufamos uno de nuestros adaptadores y aquí estamos cargando. Lo malo es que el enchufe tiene un interruptor que al encender enciende también unas bombillas en el tocador. Pasar toda la noche con esa luz no será problema, pero nos parece estúpido que se quiera ahorrar electricidad y luego haya que encender la bombilla para cargar el móvil. Para que no gaste y no moleste quito la bombilla del casquillo y a dormir.