Viernes, 19/03/2.010 (y 2)
Siguiendo el consejo que nos han dado en el aeropuerto llegamos a una de las paradas de autobús. Nos confirma, uno que está allí esperando, que lleva al Souq. Pero mientras esperamos llega un taxi que se convierte en minibús al montar en él todos lo que estaban esperando menos nosotros. De manera que, el siguiente taxi lo paramos nosotros y nos lleva directamente por 10 ryals.
Nos pregunta qué zona del Souq queremos visitar… En realidad, prácticamente no sabemos ni lo que es el Souq, así que le decimos que nos lleve a la zona turística.
El sitio en el que nos dice que podemos bajar demuestra que esto no es turístico. Se supone que aquí es donde se quedan los extranjeros y somos los únicos. Como zoco esto deja mucho que desear. Son pequeñas tiendas en la calle y luego especie de centros comerciales, la mar de horteras, llenos de las mismas pequeñas tiendas. Con un cuarto de hora tenemos suficiente y empezamos a buscar Al Corniche. Se supone que no debería estar muy lejos… aunque el taxista nos dijo que sí, debió pensar que íbamos a cambiar de destino y que podía cobrarnos más dinero. Por el camino vemos el centro cultural del mundo islámico que parece una torre de Babel clásica.
Llegando a otra calle ancha preguntamos y nos dicen que vamos bien, todo derecho. Lo que no son capaces de decirnos es si está cerca o lejos, no nos entienden. Está más cerca de lo que pensábamos, en el siguiente semáforo preguntamos a unos occidentales que nos dicen que está a cien metros.
El olor del mar nos confirma que está cerca y los rascacielos que se ven en el horizonte también. Esta zona es el Brooklyn de Doha. Con el agua del mar delante se ven al fondo todos los rascacielos del distrito financiero con las luces encendidas reflejadas en el agua. La diferencia la marcan los barcos estilo Hong Kong que hay por todas partes.
De cualquier manera esto está vacío de turistas aunque lleno de locales que vienen aquí con mesas de camping a cenar, a pescar o simplemente a ver el paisaje. Nos queda la duda de si merecerá la pena llegar a la zona de rascacielos en sí misma o bastará con verla desde aquí. Metido entre torres sólo se puede levantar la cabeza y tampoco estamos seguros de si allí habrá algo o será una zona muerta fuera de horario de oficinas.
Nos quedamos un rato sentados, viendo pasar todo terrenos sin parar. Es increíble la cantidad de 4×4 que hay en este país, y los que no lo son son otros cochazos. Es evidente que aquí hay dinero, aunque la azafata nos dijo que todavía le faltaba para llegar al nivel de Dubai.
Caminamos un poco más hasta el museo islámico que está construido en mitad del río-golfo que separa la zona en la que estamos de la de los rascacielos, y allí buscamos un taxi para volver al aeropuerto. No es tan fácil encontrarlo porque no pasan muchos por aquí, no sabemos si es que están por otras zonas, pero por todas las partes que hemos estado nosotros casi no se veían.
Paramos a uno que nos pide 40 ryals por llevarnos al aeropuerto. Se está tratando de quedar con nosotros y le decimos que no. Por otra parte tampoco tenemos tanto dinero, porque nos dieron 49, 10 en el taxi hasta el Souq y 2 en una botella de agua nos han dejado con 37. Le decimos que no. Llevamos un rato buscando taxi y en cuanto nos ha parado uno ya tenemos a otro detrás esperando por si no llegamos a un acuerdo. Esto nos da ventaja para regatear. Por su parte, él ya ha bajado a 25 en cuanto ha visto frenar a su colega.
Por 20 nos lleva. Estamos casi al lado. El viaje es más corto que el de antes y se va a llevar el doble de dinero… tendríamos que haberle dicho que encendiera el taxímetro y pagar lo que marcara. El primer taxista nos dijo que 10 pero lo encendió y al final acabó marcando 10,50. Hiló muy fino y se llevó los 10 que nos pidió. Por un lado me habría gustado ver sus monedas, pero no parece que tengan mucho movimiento.
Ya en el aeropuerto no sabemos si entrar por salidas o por llegadas. Es una salida porque tenemos que coger el vuelo a Katmandú mañana, pero es una llegada desde Madrid. Además tenemos que buscar el mostrador de Transfer para conseguir el vale por la cena. Es por salidas y por allí entramos.
Sara pasa sin problemas el control de pasaportes, pero a mí me tienen un rato esperando. No sé qué problema hay pero algo no le cuadra a la chica cuando mete mis datos en el ordenador y llama a otro para que lo mire. Entre los dos lo consiguen arreglar y me dejan salir del país. Sólo hemos estado unas tres horas y casi he estado a punto de tener que quedarme.
La botella de agua que compramos en el Souq no le supone ningún problema al que está en el control de equipajes y nos dice que la pasemos sin más. Tampoco tengo que sacar a Sungin de Okihita. Las normas de seguridad en este aeropuerto están un poco relajadas, y eso que nos hicieron pasar un control nada más bajar del avión antes de entrar en la zona de tránsito.
La cena incluida es un plato de arroz con gulag húngaro y un bollo de pan. No es gran cosa, pero según la tarifa de precios cuesta 30 ryals (unos seis euros). Una vez cenados nos quedamos en la mesa y mientras nos turnamos para ir a lavarnos los dientes empiezo a escribir.
Ya son las doce y media y el avión saldrá en seis horas. La primera parte del viaje, la muy primera parte, se ha cumplido. Hemos llegado a Qatar y seguimos adelante. Mañana descubriremos que nos ha preparado Prachanda para las próximas dos semanas.