La vuelta en el ferry a la zona europea fue tan movida como la ida: viento, frío y oleaje.
Poco antes de tocar tierra la lluvia se convirtió en un diluvio y tuvimos que refugiarnos en la estación esperando que amainara un poco. No pasó, de manera que en lugar de cruzar el puente de de Gálata (Gálata Köprüsü) andando cogimos de nuevo el tranvía. Una vez cruzado el puente entramos en el funicular subterráneo de Estambul (Tünel) que acerca hasta la Torre de Gálata.
La calle Istiklal (Istiklal Caddesi) es una de las más populares de Estambul. Se trata de una calle peatonal llena de tiendas y con mucha vida. A pesar de su confesión islámica la decoración «navideña» con estrellas y luces también era visibles. En los alrededores se encuentran gran cantidad de restaurantes y bares de copas. Pero da la casualidad de que casi todos esos restaurantes sólo dan cenas. Es curioso, pero en todos los que preguntamos nos dijeron que no abrían hasta las seis o más. En ese momento estaban colocando las mesas y comenzando a cocinar.
Por suerte encontramos una especie de buffet abierto, Armada. No era un buffet libre, era un local con la comida preparada en grandes bandejas, lo que te permitía ver qué aspecto tenía lo que te ibas a comer. Esto, teniendo en cuenta que el turco todavía no está entre nuestros idiomas también era de agradecer (un poco como las maquetas de la comida en los restaurantes en Japón).
No las teníamos todas con nosotros por el tipo de sitio, pero acabó siendo un éxito. Pedimos berenjena rellena de cordero con puré de patata, coles de Bruselas, garbanzos guisados, albóndigas con patatas y un pastel de patata con berenjena y carne picada.
Después de comer seguimos paseando por la calle Istiklal a la espera de que apareciera el tranvía típico que recorre la calle peatonal antes de acercarnos a la torre.