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Sudáfrica (XXXIII)

Viernes, 04/09/2.009 (y 4)

La finca, o las fincas porque abren varias verjas por el camino, es enorme y el game drive es mucho más productivo que el del Kruger, lo que no era difícil. Unos cuantos antílopes: impalas; kudús; springboks, la mascota del equipo nacional de rugby; y otros. Una familia de jirafas, un ñú y algún otro animal más.

Cuando volvimos ya estaba preparada la mesa para la cena y el fuego hecho. Carmela nos había dicho que sería carne de caza, aunque finalmente lo que cazaron ese día fue un par de pollos. Nadie sabía si el baile sería antes de la cena, después de la cena, durante la cena,… mientras que las bailarinas ya estaban allí y nos dejaron claro, con una sonrisa, que estaban allí por nosotros. Vinieron con otros dos o tres tipos que también tenían cierta querencia por el alcohol y no perdían ocasión de darle. A estas alturas nuestro conductor ya se había pasado al whisky con hielo y llevaba como poco un par de vasos. En su “alegre” estado nos preguntó qué preferíamos antes o después. Le respondimos que no sabíamos que lo que estuviera organizado y nos respondió que nosotros éramos los invitados y que decidíamos.

Finalmente se pusieron a bailar antes de la cena. Los espectadores éramos nosotros dos y no menos de cinco tíos que reían y bebían. Uno incluso grabó un vídeo con el móvil en el que salíamos más tiempo nosotros que las chicas. Todo muy violento y muy poco profesional. El conductor, ya desatado, decidió convertirse en maestro de ceremonias y les pedía a las chicas que explicaran las canciones. Lo cierto es que era de agradecer que lo hicieran, pero la manera en que el tipo lo hizo no era la mejor.

Nuestra idea sobre las danzas Venda, lo que habíamos leído, es que eran unas danzas para la fertilidad y otros bailes tradicionales. Lo que explicaban las chicas que cantaban (bailar siempre bailaban lo mismo) eran canciones en las que decían que los blancos violaban a las mujeres negras y las abandonaban con sus bastardos, otras ensalzando la figura de Nelson Mandela, etc. todas reivindicativas y poco tradicionales.

El único que estaba en su lugar era el cocinero que en cuanto pararon de bailar nos trajo una especie de pizza con ajo y sacó el pollo de la parrilla. Las chicas se han ido cuando ha llegado la comida y pensamos que ya está listo, pero no, cuando acabamos de cenar vuelve nuestro maestro de ceremonias a preguntarnos si queremos que sigan.

Tres bailes-canciones más, en las que tratan de sacarnos, pero ya somos bastante la atracción como para ponernos a bailar. Al grupo de tíos que las miraban antes se han unido bastantes mujeres, algunas de ellas también bailan. No sabemos de dónde está saliendo toda esta gente porque no parecía haber tantos cuando llegamos. El conductor sigue bebiendo y sigue «molestando» con preguntas a las chicas. Ellas directamente le cortan comenzando a cantar cada vez que se pone pesado y empieza a balbucear. Lo último es ponerse a bailar él también.

Las chicas se despiden que ya es tarde. Para nosotros también, con tanto coche y tanto retraso no nos ha dado tiempo ni a mirar la habitación y mañana nos tendremos que levantar a las 5:30 para buscar más animales. Antes de irnos a dormir le decimos que, por favor, deje de beber y se vaya a la cama. Nos comentó que estaba cansado cuando llegó, que sólo había dormido tres horas esa noche. Le dijimos que la noche anterior había dormido poco y que al día siguiente tenía que conducir otro montón de horas, que dejara de beber y se fuera a descansar. Al día siguiente teníamos que salir a las siete para llegar al pueblo del guía a las nueve y comenzar el recorrido.

La habitación no es tan lujosa, ni de lejos, como la publicidad dice. El sitio debió ser lujoso y podría volver a serlo, pero está muy abandonado (casi como el que nos abrió la verja, sucio y con agujeros). El espejo tiene una mancha de una gota que lo atraviesa de arriba a abajo y que se limpia con el dedo. Otra cosa más de la que quejarse a Carmela. Comienza a gestarse una idea en nuestras cabezas. Está claro que al que ha mandado no le vamos a dar el dinero, los 550 eurazos que nos pidió por lo de hoy y la excursión de mañana, y parece que nadie más va a venir a pedirlos… Si las cosas siguen así, el dinero se quedará en nuestro bolsillo.

Desde la cama, en la que nos metemos nada más lavarnos los dientes, seguimos oyendo que la fiesta continua. Se ha acercado al coche y volvemos a oír a Elvis a todo volumen.

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