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Sudáfrica (XXXV)

Sábado, 05/09/2.009 (2)

La siguiente parada es otra cooperativa femenina que se dedica a hacer vasijas de barro. Nos explica que casi todas estas iniciativas son exclusivas de mujeres, que los hombres abandonan si no tienen éxito rápido y las mujeres son más perseverantes. También nos cuenta que incluso durante la época del apartheid había zonas de Sudáfrica que eran repúblicas casi independientes. El dinero llegaba del gobierno central pero no rendían cuentas, poseían su propio parlamento, fuerza policial, incluso ejército. El país Venda que estamos visitando era una de esas repúblicas. Además de estas zonas independientes había otra división administrativa que, a pesar de tener su propio gobierno, estaba controlada por el estado.

Según el programa antes estaba el taller de un artista en madera, pero nos dice que por la hora hay que ir antes a la cerámica. Cuando llegamos no hay nadie y la puerta está cerrada. Nos comenta que estarán todos en el funeral. Aquí los funerales se suelen celebrar en sábado y se tarda bastante para dar tiempo a todos los amigos y familiares a llegar. Las piezas son curiosas, hay bastantes con forma de balón y alusiones al mundial de fútbol del año que viene.

Aparecen dos mujeres que abren la verja y vamos todos para adentro. Este taller sí que usa métodos tradicionales, todo se hace a mano, sin usar siquiera un torno. Nos hace una demostración y en menos de cinco minutos ha acabado una pequeña vasija. Está claro que lo hace a menudo porque le sale de una forma casi perfecta sin esforzarse. Una vez acabado ese proceso, sacan las piezas al patio y las cuecen. El gobierno les dio dinero para construir un horno con adobe, pero nos dice que no lo usan, que las piezas quedan mejor si se acaban como antes. El «como antes» consiste en ponerlas en un gran agujero en el suelo y cubrirlas con leña y paja y prender fuego, dejándolas así unas ocho horas.

En la zona de cocción hay un montón de piezas en el suelo. Nuestro conductor pregunta algo y empieza a coger. Unas cinco al final. El guía nos dice que la mujer espera un poco de dinero por la demostración, creo que se ha dado cuenta de que comprar, lo que se dice comprar tampoco lo vamos a hacer. Le damos 10R y le preguntamos al guía si el conductor va a pagar lo que ha cogido, ya nos esperamos cualquier cosa de este hombre. Nos dice que no, que esas piezas están mal y que son descartes. Esto da muy mala imagen, nos estás llevando de excursión y estás recogiendo las piezas defectuosas para llevártelas a casa por la cara. ¿Qué pasaría si cogiéramos nosotros una de esas «defectuosas»?

A todo esto hoy sí que debe llevar el móvil a punto de quedarse sin batería porque en cada parada lo enchufa. Antes en el taller de tejidos y ahora en el de cerámica.

Toda esta excursión, empezando por las bailarinas y que no había nadie más en el lodge, y siguiendo porque nos están abriendo los sitios al ser hoy día festivo, está resultando un poco violenta. Está claro que soy yo, que incluso me resulta violento entrar en una tienda, pedir algo, probármelo y al final salir sin comprar nada. Pero casi me había alegrado cuando encontramos cerrado el taller de cerámica y lo estábamos viendo desde fuera. Por suerte, antes de irnos, llegaron otros dos coches con gente que tenía la claro intención de comprar piezas, venían a eso y no de visita.

Lo de la madera está bastante cerca, en realidad estamos recorriendo una zona no muy grande. Ésta es la parada más extraña de lo que llevamos. El taller es de un artista y está pegado a su casa. A la hora que llegamos la mujer está haciendo la comida y los niños están corriendo por allí. El hombre nos abre la habitación con sus piezas y el guía nos dice que podemos preguntarle lo que queramos y hacer fotos (como en todas las anteriores). Lo que pasa es que lo que vemos son un montón de piezas ya acabadas con pegatinas con el precio y lo que podemos preguntar es qué significa cada pieza o cuál es su utilidad. Al ver que nos quedamos parados el artista nos muestra algunas de ellas: un toallero pez, unas caras perchas, etc. No hay explicación de cómo lo hace ni nada parecido. Nos recuerda a la excursión a las bodegas: sólo hemos venido aquí a ver su escaparate y comprar si nos apetece. Salimos de allí rápido, además de ser casi una encerrona es que tampoco las piezas merecen mucho la pena.

Era la última parada «cultural» y ahora pasaremos a las de naturaleza, empezando por una cascada, el panorama de las plantaciones de té, el lago Funduzi y el bosque sagrado. Al final del día haremos otra visita cultural a unas ruinas.

Nos explica ahora que desde siempre ha habido consejos tribales en las comunidades venda y que sus decisiones eran respetadas por los jueces del gobierno incluso en la época de segregación. Pero que las nuevas reglas también llegan aquí y que ahora tienen, por primera vez en la historia, una jefa. La tradición del jefe de los que hablan el idioma de la zona, un jefe para todos, era la misma que la de casi todas las casas reales europeas. Es decir, el primer hijo varón heredaba el privilegio del mando, mientras que las hijas se casaban y se marchaban a otra familia. El último jefe murió dejando sólo hijas y la mayor llevó el caso a los tribunales ordinarios. Tubo que recurrir al más alto tribunal de Sudáfrica hasta que consiguió que le dieran la razón, la constitución sudafricana impide distinciones de sexo.

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